Valentín Alsina nació en Buenos Aires, el 16 de diciembre 1802, siendo hijo de don Juan de Alsina, agrimensor general del Virreinato a fines del siglo XVIII, y de doña María Pastora Ruano.
Hizo sus estudios en el Colegio Carolino, continuándolos en la Universidad de Córdoba, donde tuvo por maestro al deán Funes.
Luego volvió a Buenos Aires para graduarse de doctor en jurisprudencia con Marcelo Gamboa y Eduardo Lahitte.
Inició su carrera política al lado de Rivadavia, en cuya presidencia desempeñó el cargo de subsecretario del Ministerio de Relaciones Exteriores, al mismo tiempo que hacía sus primeras armas en el periodismo, y comenzaba a sobresalir como hábil jurista.
Fue miembro de la sociedad literaria “Valeper”, especie de logia masónica con fines culturales y políticos.
Después pasó por los claustros de la Academia de Jurisprudencia Teórico – Práctica de Buenos Aires, de la que fue secretario en 1828. En esa fecha leyó un Discurso sobre la pena de muerte, que le dio renombre, ya que se declaraba partidario de su aplicación, dando origen a una contestación en contra del jurisconsulto francés Guret de Bellemare, residente en Buenos Aires. Tuvo participación activa en la Revolución del 1ero de diciembre de 1828, encabezada por el general Lavalle, de cuyo gobierno provisorio formó parte, suscribiendo todos los decretos.
Al año siguiente, ocupó la dirección de la Biblioteca Pública, consiguiendo darle un fuerte impulso, mientras el general Guido, elogiará su eficiencia en el cargo.
En julio de 1829, fue electo diputado de la Legislatura de la Provincia; y con otros correligionarios hizo profesión de fe política el 1ero de agosto desde La Gaceta Mercantil.
Alsina es el autor del notable documento diplomático publicado por el gobierno argentino, con el título de Informe del Comandante Político y Militar de Malvinas (10 de agosto de 1832), a pesar de haberlo firmado Luís Vernet, según referencias del general Mitre.
Don Valentín adquirió resonancia más tarde, con motivo de la brillante defensa que hizo en 1832, ante el Tribunal de Justicia, al defender al coronel Paulino Rojas, acusado de haber dado muerte a su esposa, doña Encarnación Fierro, en Bahía Blanca. Alsina se abocó a la defensa del acusado y obtuvo que la pena de muerte fuera modificada por la de ocho años de destierro probando la inculpabilidad del crimen que se le imputaba. Tal triunfo significó que el doctor Bellemare felicitara “a la República de poseer un talento tal, cual el de este joven abogado, digno émulo de sus compañeros más antiguos de la carrera”.
Fue defensor, entre otros asuntos, de la causa sobre la desaparición de un estudiante, y actuó en el Jury de Imprenta en el caso del general Félix Álzaga, en cuya audiencia pública resultó notable su improvisación.
Se había ensayado en la prensa periódica en El Nacional (1824-1826), en colaboración con don Pedro Feliciano Cavia y don Ignacio Nuñez, a quien él mismo calificó de hombre de talento y elogió con afecto.
Desde 1825 a 1827 redactó con Juan Cruz Varela, Francisco Pico y Agustín Delgado: El Mensajero Argentino, empeñado en difundir los ideales rivadavianos. Poco después, defendió a Rivadavia del cargo que se le dirigía de trabajar en Europa contra el sistema republicano de gobierno.
Contrajo matrimonio con doña Antonia Maza, hija del doctor Manuel Vicente Maza, amigo de Rosas, que fue gobernador de la provincia y presidente de la Legislatura federal, antecedente que contribuye a explicar la intensa actuación que tuvo en el escenario político.
En 1834, fue designado profesor de Derecho Natural y de Gentes en la Universidad de Buenos Aires, siendo un profesor respetado y querido por los estudiantes. De profunda versación se utilizaba el Tratado práctico de las naciones, del publicista inglés Joseph Chitty, que tradujo al castellano. Este libro ofrecía el particular interés de discutir la libre navegación de los ríos, uno de los principios universales proclamador por los unitarios contra la política de Rosas. De este modo, introdujo a los estudiosos de esas disciplinas en el conocimiento de los autores ingleses del Derecho Público, interesándolos particularmente por el Derecho marítimo interno de la Gran Bretaña.
En ese mismo año, formó parte de la Junta de teólogos, canonistas y juristas que debieron asesorar al gobierno en la cuestión de patronato eclesiástico. Produjo su dictamen que se agregó al Memorial Ajustado y Apéndice, que sobresale por los valiosos datos históricos que presenta sobre la Iglesia.
Cuando Rosas ascendió al poder, Alsina se vio de inmediato perseguido por sus sicarios, y tomado preso fue transportado al pontón “Sarandí”, desde Paraná, por el gobernador de Entre Ríos, general Echagüe, con una barra de grillos. Desde aquella prisión flotante Alsina logró escaparse en 1835, después de diversas peripecias, acompañado de su esposa y de su hijo Adolfo, en la forma dramática que relatan los autores del Diccionario Biográfico Nacional, señores Carlos Molina Arrotea, Servando García y Apolinario C. Casabal. Expatriado en Montevideo con otros emigrados argentinos le cupo parte importante en la dirección de los sucesos como miembro de la “Comisión Argentina”, cuyo principal propósito era el de derrocar la tiranía impuesta en el país. Existen varios folletos escritos por el doctor Alsina, uno sobre el fusilamiento de Camila O’Gorman, su defensa en el proceso criminal de los Yáñez, y otro sobre Chilavert, que acrecentaron su reputación.
En 1846, escribió además las “Notas” a la primera edición de Facundo o Civilización o Barbarie, con valiosas observaciones, sosteniendo la tesis de que en Buenos Aires no se conoció el terror hasta el advenimiento de Rosas.
En Montevideo se consagró a la lucha contra la tiranía de Rosas. Como periodista, lo combatió desde El Moderador, El Nacional, Revista Oficial, El Grito Argentino y El Comercio del Plata, de cuyo diario asumió su dirección cuando fue asesinado el doctor Florencio Varela, continuando esa labor hasta la victoria de Caseros.
Después de Caseros, volvió a Buenos Aires, el 8 de febrero de 1852.
Don Vicente López y Planes, designado gobernador de Buenos Aires, lo nombró ministro de gobierno, cargo en el que se destacó por la importante obra que realizó. Hizo la restitución de los bienes confiscados por Rosas a sus dueños, reinstaló la Sociedad de Beneficencia, erigió en Facultad la Escuela de Medicina, y prestó especial interés a la instrucción pública. La actitud del general Urquiza después del Acuerdo de San Nicolás, colocó a Alsina frente a aquel, que asumió el gobierno de Buenos Aires ilegalmente, cuando renunció Vicente López. Entonces Urquiza ordenó la prisión y destierro de varios políticos, entre ellos el doctor Alsina.
Luego encabezó la Revolución del 11 de septiembre contra Urquiza, y una vez producida, el gobernador Pinto lo designó ministro de gobierno e instrucción pública.
El 30 de octubre de 1852, fue elegido gobernador de Buenos Aires, pero pronto tuvo que resignar el cargo por el levantamiento de armas que contaba con el apoyo de Urquiza.
En 1853, desempeñó sucesivamente los cargos de Vocal y Presidente de la Cámara de Justicia. Es el autor de las principales reformas en el régimen judicial imperante. Basta recordar su intervención principal en la Asamblea Legislativa, que sancionó la Constitución del Estado de Buenos Aires, en 1854, en la parte referente al Poder Judicial.
En 1855, al ser elegido gobernador el doctor Pastor Obligado, lo nombró ministro de gobierno y relaciones exteriores, desempeñando ese cargo hasta mayo de 1856, en que dimitió.
El 3 de mayo de 1857, después de reñidísimas elecciones, fue nombrado segundo gobernador constitucional de la Provincia de Buenos Aires. Durante su administración fueron trasladados de Cádiz a esta ciudad, y recibidos con gran pompa los restos de Rivadavia.
Después de la batalla de Cepeda, renunció al cargo por imposición de la Asamblea, integrada con los diputados y senadores (8 de noviembre de 1859), y por mediación de Francisco Solano López, se firmaba el 11 de noviembre, el Pacto de San José de Flores, por el que Buenos Aires se incorporaba a la Confederación Argentina.
En 1860, fue miembro de la Convención Nacional que debía revisar la Carta Orgánica de 1853.
Elevado al gobierno de Buenos Aires, el general Mitre, lo nombró ministro, pero éste se excusó de aceptar.
En 1861, fue elegido senador por Buenos Aires al Congreso de Paraná dónde llevó la representación con el doctor Rufino de Elizalde, pero haciendo causa común con los diputados por la misma, que habían sido rechazados, no se incorporaron a aquella Asamblea. Entonces se le designó asesor de gobierno, cargo que ya había desempeñado con reconocida competencia.
Después de la batalla de Pavón, ocupó una banca de senador al Congreso Nacional instalado en Buenos Aires, habiendo rehusado la presidencia de la Suprema Corte de Justicia cuando fue creada por el general Mitre, en 1862.
En el mismo año, el gobierno le encomendó al doctor Alsina, la redacción de un proyecto de Código Rural, que ejecutó satisfactoriamente, después de un prolijo estudio de la materia, en la que era muy versado, ya que había consultado los antecedentes patrios y extranjeros. Son valiosas las observaciones que formula el doctor Alsina, en la nota del 8 de abril de 1865, con la que presentaba su proyecto de Código que, sometido a la Legislatura, fue aprobado con ligeras variantes.
Su último cargo fue el senador al Congreso Nacional, ejerciendo la presidencia provisoria desde aquel año hasta 1868 inclusive, elegido por unanimidad de votos. Tuvo la suerte de presidir el 16 de junio de 1868, la asamblea general que proclamaba electos a presidente y vicepresidente de la Nación, a Domingo Faustino Sarmiento y Adolfo Alsina, su hijo único.
Después de anunciar a la Asamblea el resultado de la elección, y de proclamar a Sarmiento, el doctor Alsina se sintió tan conmovido que no pudo hacer lo mismo con su hijo Adolfo, cediendo el sitial a su reemplazante, el vicepresidente del cuerpo, doctor Ángel Elías. Momento después pronunció breves palabras para cerrar la sesión, formulando votos para que el pueblo de la Nación apoyase en masa al nuevo gobierno que se aclamaba. En sus últimas palabras, manifestó que no volvería a presenciar otra elección presidencial, como en efecto ocurrió, pues falleció en Buenos Aires, el 6 de septiembre de 1869.
En la sesión del Senado del día siguiente, el senador Mitre anunció la muerte del “más ilustre y más venerable de los miembros del Senado argentino”, y propuso medidas para honrar su memoria, que fueron unánimemente aprobadas.
En sus exequias hablaron el presidente Sarmiento y el general Mitre, en nombre del Senado, y su retrato por indicación de José Mármol, que había compartido con él, el ostracismo, fue colocado en un sitio preferente en la humilde Sala de Sesiones del primitivo Congreso.
En el cementerio de la Recoleta se levantó un monumento a su memoria, erigido por ley de la Legislatura de Buenos Aires, e inaugurado el 5 de abril de 1875. Sobre el mármol reza este justo epitafio: “Al ciudadano Valentín Alsina, modelo de virtud cívica, la provincia de Buenos Aires, consagra este recuerdo”. En el acto de la inauguración hablaron el presidente doctor Nicolás Avellaneda, el gobernador de la provincia y otros oradores haciendo resaltar la personalidad del doctor Alsina.