El 6 de agosto de 1890 se utiliza por primera vez la silla eléctrica en Estados Unidos. William Kemmler es ejecutado en la prisión Auburn, en el estado de Nueva York.
Aquel método moderno para que el condenado padeciera menos que con la horca, demostró con el paso de los años que no ahorraba sufrimientos. El Tribunal Supremo de Nebraska lo dictaminó: la electrocución ‘inflige intenso dolor y sufrimiento agonizante’
‘Quemar el cuerpo del prisionero es una parte inherente de la electrocución’. ‘Es frecuente que los testigos vean salir humo de la cabeza o de las piernas del reo. Pero es un signo de una sociedad civilizada que castiguemos la crueldad sin practicarla’.
El mes de febrero del 2008, 128 años después de una longeva trayectoria como método para ajusticiar a los condenados a muerte, la silla empezaba a tener los días contados. El Tribunal de Nebraska, decidía por seis votos contra uno, que ‘existía evidencia’ de que electrocutar a los reos infligía ‘inmenso dolor y sufrimiento agonizante’. Lo que suponía un ‘castigo cruel e inusual’, por lo que era prohibido por la octava enmienda de la Constitución de Estados Unidos.
La historia de este método punitivo se remonta al 6 de agosto de 1890. Ese día William Kemmler, acusado de asesinar a su amante con un hacha, se convirtió en el primer condenado a muerte ejecutado en la silla eléctrica. Una máquina de ajusticiar inventada por un empleado de Thomas A. Edison, Harold P. Brown, contratado para desarrollar un sistema de electrocución para ejecutar reos fue el artífice.
El ‘fichaje’ de Brown, ingeniero eléctrico, obedecía a la búsqueda en 1886 de un sistema alternativo, más humano del que se venía utilizando hasta entonces, la horca.
Brown desarrolló un sistema basado en la corriente alterna, que según su criterio era más adecuado para las ejecuciones que la corriente continua.
El ‘práctico invento’ fue retratado fidedignamente por la prensa de la época que se refirió al ajusticiamiento de Kemler en los siguientes términos: ‘era un espectáculo horrible, mucho peor que el ahorcamiento’. Y es que el artilugio distaba mucho de ser perfecto, ya que entre la primera y la segunda descarga, durante el minuto que tardaba en recargarse el generador se podía oír gemir al reo, quemado y todavía vivo.
Su nefasto debut no impidió que tan solo nueve años después, Martha Place, corriera la misma suerte en la prisión de Sing Sing, convirtiéndose en la primera de las veintiséis mujeres ajusticiadas en la silla eléctrica.
A partir de entonces por su eficiencia, la silla pasó a ser el método preferido hasta mediados del siglo XIX. En 1949, su utilización cayó en desgracia, y ningún estado decidió adoptarla. La causa fue el ajusticiamiento del reo Willie Francis que conmocionó a la opinión pública. La silla había sido mal instalada, presuntamente por un ayudante ebrio, y los gritos de Francis: ‘¡Paren!, ¡Déjenme respirar!’, distaron mucho de ajustarse a la muerte digna que el método prometía.
La trayectoria de la ‘silla de la muerte’ desde entonces ha sido tortuosa:
– En 1944, se ejecuta a George Junius Stinney, un adolescente afroamericano de Carolina del Sur, acusado de haber asesinado a dos niñas blancas. El presunto homicida contaba solo 14 años, por lo que se convierte en el ser humano más joven en ser ejecutado de la historia de Estados Unidos.
– En 1966, Estados Unidos prohibe las ejecuciones. Diez años después se reintroduce la pena de muerte pero con la inyección letal.
– En 1999, 34 de los 38 estados donde existía la pena de muerte legislan que solo podía ejecutarse por inyección.
– En el 2002, Nebraska, era el único estado que mantenía la silla eléctrica, aunque en otros estados el condenado posía seleccionarla ‘a la carta’ como método para acceder a la otra vida.
– En 2008, Brandon Hendrick, en Virginia hace historia al convertirse en el último preso ejecutado en la silla.
Balance final:
4.461 seres humanos han sido ejecutados en la silla eléctrica
. Nueva York, con 685 es el primer estado, y Dakota de Sur, con uno, el último.