Última enfermedad y muerte de don José Batlle y Ordóñez

I

La patobiografía ha cobrado en los últimos años un auge y dedicación creciente(1). Ha aportado al conocimiento de personalidades relevantes una valiosa vertiente que logra delimitar una presencia tanto física como psíquica y ética(2). Creemos que esta reseña de la última enfermedad y circunstancias de la muerte del gran estadista enriquecen, más allá del discurso y la anécdota, la imponente figura humana de José Batlle y Ordóñez (1856-1929)(3).

II

Atento a prestar particular atención a la afección que incidió en José Batlle y Ordóñez, hemos trazado un relato juntando todos los detalles referentes a su última enfermedad y muerte e integrando a ello su pensamiento, su ideología filosófica o metafísica.

La bibliografía sobre su última enfermedad y muerte es asombrosamente escasa, poco conocida. En uno de los más completos estudios sobre su personalidad, el de Giudici y González Conzi(4), así como el de Vanger(5) (aunque este se detiene en la segunda presidencia), no hay ninguna referencia.

Prácticamente todo lo que sabemos de su enfermedad y su precipitada evolución fatal es a través de tres invalorables relatos, todos ellos de una veracidad rica en hechos y circunstancias. El primero es el testimonio de Domingo Arena(6), su dilecto amigo, colaborador e interlocutor, aunque teniendo este último ideas filosóficas distintas. El segundo, el de la religiosa que lo atendió en sus últimos días, rico en datos llenos de admiración, respeto y afectoa. El tercero, una larga carta que su sobrino Luis Batlle Berres le escribe a su hermano José, entonces en Francia, maravilloso relato lleno de sentimiento de dolor y admiración por su tíob .(anexo)

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a Quintana E. Habla la monja que asistió a Don Pepe en sus últimas horas: Batlle era un hombre de sonrisa plena. Jaque 1986; 3(132):13.

b Batlle Berres L. Carta enviada a su hermano José (Pepe) el 28 de noviembre de 1928, entonces en La Rochelle, Francia, 12 carillas, MMSS, FC, que me facilitó Jorge Batlle Ibáñez. Lo adjuntamos en anexo.

III

Tenía Batlle preocupación por la higiene general y personal y prescindencia de la medicina formal y de los médicos. Ponía particular atención en la pureza de los alimentos (a la “manipulación” de ellos), no admitía que los que comía fueran hollados por otras manos ni por las que se le ofrecía a otros comensales. Comía con mucho apetito pero con gran prolijidad y atención. Gustó siempre del aire puro, paseos por la costa y por su quinta(6).

Su primera vocación no fue la política. Su afán era de una sabiduría universal con especial interés en la cosmología y astronomía. Contemplar el cielo, constelaciones, etcétera. Tuvo un telescopio y planeaba hacer construir un gran angular. Gustaba de contemplar el infinito… que le inspiraba lo desconocido, la inminencia del ser, del Creador del sentir del neokantismo de Krause(6). Cuenta Arena, que una tarde, mientras paseaban por la quinta, llegó hasta él una magnífica mariposa para pararse sobre su mano tendida, lo que le hizo abrigar la esperanza de que la extraña y romántica visita pudiese ser un mensaje de su hija partida meses antes(6).

IV

Su espiritualismo era evidente y profundo, pero repudiaba las posiciones doctrinarias de las religiones escolásticas regidas por dogmas. Por ello atacó tanto a la religión católica así como estudió críticamente la Biblia.

No vemos fuera de lugar hacer referencia a la ideología o mejor dicho filosofía y metafísica de Batlle. Erróneamente tildado de positivista fue ello bien negado y demostrado por Arturo Ardao(7). Sus ideas lo ligan a negar las religiones y sus dogmas haciendo una acerba crítica al cristianismo así como a la Biblia. Parte de una convicción sólidamente espiritualista: el Creador es una esencia que contiene en sí el universo, orden y sentido de lo real y existente, la intuición de Dios que condiciona tanto a la naturaleza como al hombre, una ideología muy cercana al panteísmo, la vigencia del ente, el ser que se llamó panenteísmo, el alma es ab aeternum, desarrolla el concepto Menschheitsbund, la unión interna de la humanidad. Es, además, afín casi concreto a la filosofía que se llamó neokantismo propuesta por Karl Christian Krause (1781-1832), que cundió con especial vigor en España en la segunda mitad del siglo XIX como krausismo, y desarrolló el concepto de Menschheitbund, la unión íntima de la humanidad que se confunde con Dios(8). En más de una ocasión, Batlle se sintió afín a aquél, siendo su libro favorito en filosofía del derecho el de Krause-Ahrens(9).

V

Su salud fue excelente hasta que comenzó a sufrir de dolores abdominales, dificultades urinarias con reiterados episodios infecciosos, es decir un prostatismo con infección urinaria. Todo ello retaceaba su energía y actividad, ante las cuales no quería renunciar. No consta quién lo asistió en ese período, había muerto el 6 de julio de 1928 su médico de cabecera, Américo Ricaldoni (1867-1928). Pero lo había consultado a Luis A. Surraco (1882-1970) como urólogo ya de extendido renombre. Éste sin lugar a duda consideró la necesidad de operarlo, una prostatectomía, pero dada la corpulencia de Batlle consideró necesario antes someterlo a un riguroso régimen de comidas a fin de reducir significativamente su peso(6). Lo que cumplió con rigor, cuidando que se le diera todo lo prescripto, lo que comía con placer y no permitía que se lo retacearan(6).

Aunque no constan explícitamente los frecuentes episodios de obstrucción urinaria e infección que alteraron durante un buen tiempo su fuerte salud. Así lo expresa su dilecto sobrino Luis en carta a su hermano:

Tú sabes que él estaba rumiando hace tiempo su operación porque para él ya no era vida la que estaba haciendo. Su enfermedad le iba minando ese espíritu y al final, antes de operado, todo su pensamiento estaba concentrado en sus malesc. (anexo)

Cumplió estrictamente dicho régimen, al punto de perder 20 kilos.

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c Batlle Berres L. Carta enviada a su hermano José (Pepe) el 28 de noviembre de 1928, entonces en La Rochelle, Francia, 12 carillas, MMSS, FC, que me facilitó Jorge Batlle Ibáñez. Lo adjuntamos en anexo.

VI

Los amigos fueron partidarios de llamar a una consulta, pero confió enteramente en Luis Surraco:

Pero Batlle se mostró irreductible. Surraco, me decía, es una autoridad. Me ha asistido con una generosidad y una dedicación ejemplares. Está haciendo por mí todo lo que le dice su ciencia y su experiencia. No seré yo quien le dé el disgusto de darle muestras de la menor desconfianza, máxime, desde que se la tengo completa. Iré, pues, donde me lleve, suceda lo que suceda, sin pensar en otro concurso.

Se resuelve la operación esperando sólo que cediera la fiebre y disipar el temor a que el mal degenerara. Bruscamente decidió. Se le indicó digitalina.

Contaba a menudo que un gran especialista en París le había dicho que podía dormir tranquilo “sur les deux oreilles”. Recordaba también que Ricaldoni después de “una alarma” le había abrazado diciéndole que no tenía nada.

Antes de intervenir, Surraco le confesó a Arena que era un caso serio, pues tenía “un corazón viejo” y que lo operaba porque Batlle lo exigía y la reciente infección lo indicaba(6).

VII

Luego de cumplido el adelgazamiento decide su internación el 18 de setiembre de 1929(6). Ese día, después de una cena frugal, sin preparar nada, se despide de la familia como para un paseo. Desde su quinta en Piedras Blancas toma el automóvil rumbo al Hospital Italiano. Lo acompaña su hijo Rafael, Mendieta (un moreno, su fiel asistente) y, por supuesto, Arena:

Dominados por su serenidad, íbamos sin preocupación aparente, hablando de trivialidades. Cuando enfrentamos a la capillita de Maroñas, sobre Cuchilla Grande, Batlle le dijo jovialmente a su hijo: “¡Este Arena, es a ratos tan absurdo, que es capaz de haberle pedido a esa virgen que me ayude!”. Me había adivinado parcialmente el pensamiento, porque, precisamente, en ese instante lo estaba recomendando mentalmente a mi pobre mujer, que es la santa de mi devoción(6).

Arena era espiritualista, se comunicaba con los espíritus, en especial con su mujer fallecida años antes, según me ha comunicado oportunamente Jorge Batlle.

Entran al hospital por la puerta chica sobre bulevar Artigas. Los recibe el ingeniero Luis Andreoni, la hermana Evelina, de la congregación capuchina, y dos enfermeros. Se le conduce a la habitación asignada. Permanece un rato de pie, mirando las paredes y los enseres como los de alguna celda. Luego resuelve acostarse, por lo que lo dejan solo.

En estudio y observación durante 24 horas es examinado por César Bordini Pose (1887-1950), internista de larga actuación, profesor de Clínica Médica; Alberto Galeano (1879-1950), actuó en la esfera del Ministerio de Salud Pública y como director del Hospital Pasteur, y Hernán Artucio (1888-1968), actuó sobre todo como Jefe de Servicio de Clínica Médica en el Hospital Militar Central, eminente clínico general. Hay ciertas discrepancias sobre cuál fue la habitación que ocupó Batlle. En el casi subsuelo, entrando por bulevar Artigas, una versión dice que fue la última del corredor a la derecha. Otra, la más verosímil, la que oí al Prof. Dr. Jorge Lockhart, señala que es la que se encuentra a la izquierda al entrar (ahora hay un mostrador de administración), como se ha dicho, tiene un mostrador que da a un reducido patio con unas palmeras. Lo encontraron bien.

VIII

El día 20 por la mañana se realizó la primera operación (la talla vesical que será la única) que realiza Surraco, dura sólo 15 minutos. Surraco no encuentra nada de temer y es optimista. Reacciona muy bien:

Al día siguiente ya había empezado su franca mejoría, pues no había hecho nada de fiebre, su riñón funcionaba bien y su espíritu estaba renovado.

Pasó molesto tres o cuatro días, efecto de los purgantes que se le habían indicado(6).

Continúa Arena:

Al verle reaccionar tan rápidamente, a las pocas horas ya era dueño de sí y conversaba con naturalidad, yo empecé a pensar y decir que sacarle la próstata a aquel coloso, sería como sacarle una muela a un hombre corriente. ¡Su formidable aspecto me engañó hasta el fin, como el árbol centenario robusto y lozano, que recién cuando lo abate la borrasca se ve que está herido en el corazón!

Esa misma mañana está incorporado en la cama. Redacta el mismo y con Arena el artículo para El Día:

Desde el primer momento hizo entrar en la pieza a los amigos con quienes mantenía trato habitual, conversando tal vez más de lo debido. Es claro que nunca permitió que nadie le diera la mano. No lo había consentido nunca sano, y estando en cama enfermo, mucho menos, pues al revés de lo que sucede generalmente, se creía en el caso de extremar su pulcritud.

Pocos accedían a él:

Fue su preocupación constante, no ofrecer ninguno de los aspectos desagradables fruto de las circunstancias. De manera que cuando sentía la necesidad de algo que pudiera presentar aquel carácter, aunque fuera en la forma más leve, cuidaba de quedarse solo, y para alcanzarlo buscaba rodeos que no rozaran el motivo: o el aire estaba viciado, o deseaba quedarse a oscuras, su otra excusa equivalente. Y cuando volvía a llamar, aunque fuese el más íntimo, era necesario que entendiese que el ambiente estaba saneado, y si fuese posible con un vago perfume grato.

Cultivó dos nuevas amistades:

Aparte de las hermanas, de los practicantes y de los enfermeros, se hizo en el hospital de dos amistades nuevas, la del señor Andreoni, a quien había tratado poco, cuya intimidad fue un recreo para su espíritu, hablándome de él como de un caballero del Renacimiento italiano trasplantado a nuestro medio con todas sus virtudes, y la del doctor Bordoni Pose, que le satisfacía totalmente tanto por su saber como por su trato, al punto de querer hacer de él y de lo suyos el sustituto del irreemplazable Ricaldoni.

IX

Se preocupó por los otros pacientes del hospital, si gozaban del mismo trato.

Es de especial interés su relación con las hermanas religiosas que lo atendían:

Sus relaciones con las religiosas, sobre todo con la hermana Evelina, que era la que estaba más a su alcance, fueron cordialísimas, perfectas. Aquellas, y ello bastaba para que contaran con todo su respeto y su mayor consideración. Porque con las mujeres, fuere cual fuere su condición, fue siempre de una finura extrema: las pocas que llegaban hasta él, eran recibidas y ceremoniadas, aunque sobriamente, con la distinción con que lo habría hecho un caballero de los tiempos galantes. Dentro de esas normas, pues, las hermanas nunca le sorprendieron un mal gesto, un movimiento de mal humor, y hasta cuidaban de disimularles sufrimientos, para no producirle malestar. Acataba sin protesta sus prescripciones.

La hermana Evelina tenía la orden de hacerle tomar leche:

A un tranquilo y respetuosos desacato asistí yo. La hermana tenía la indicación de hacerle tomar leche y Batlle entendía que no debía tomarla: estaba seguro que le iba a hacer daño, dijera lo que dijera el médico, que no estaba dentro de él para juzgar del malestar que en aquel momento podía provocarle cualquier alimento. Se trabó una lucha serena pero obstinada. La hermana invocaba su deber: él su estado. Durante más de una hora la hermana abordó vaso en mano, y él se resistió enérgicamente. A las cansadas, para no parecer grosero, tomó el vaso, se lo llevó a los labios pero no tomó. Aquello amenazaba no tener término, hasta que intervine yo, que conocía al paciente, para hacerle comprender a la excelente señora, que habiendo dicho áquel que no, como consecuencia de una meditada deliberación, solo un milagro podía hacerlo cambiar de propósito. Y como el milagro no se produjo, la leche no se tomó!(6).

La dieta láctea –exclusiva o no– era de práctica corriente en el tratamiento de la insuficiencia cardíaca junto a la digital y al reposo absoluto como veremos más adelante.

Sentía particular simpatía por dicha hermana Evelina al punto que la encontraba:

Inteligente, bondadosa y agraciada. Veía tal vez en ella, una excelente madre de familia fracasada por culpa de su religión, y ello aumentaba si fuere posible, su encono anti-religioso. ¿Que aquella había tenido una vocación irresistible al cuidado de enfermos? Pero, ¿acaso los deberes familiares eran incompatibles con aquellos generosos sentimientos? Este estado de espíritu, lo llevaba a ratos, a hablarle con una gran discreción en la que ni por asomo pudiese aparecer la falta de respeto(6).

Muy propio de la época era el anticlericalismo y la protesta social de fines de siglo XIX. Podemos compararla a la del eminente primer profesor de Clínica de Niños de París, Jules Parrot (1830-1883). Este igualmente inspirado y convencido anticlerical y de profunda convicción de igualdad social rompiendo privilegios a fin de asegurar la salud y la vida de los desvalidos, no dejaba en sus visitas diarias a las salas de infantes (mortalidad de 70%-80%) de proferir expresiones de protesta frente a la estructura social que no ponía fin a tanta injusticia. Tenía el profesor Parrot una monja que lo acompañaba en sus visitas y anotaba las medicinas, que lo quería y lo admiraba con decidido fervor. En una de esas ocasiones se le oyó decir con un dejo de tristeza y melancolía: “Me preocupa mucho Mr. Parrot pues cuando muera va a ir sin lugar a duda al Paraíso, pero tengo gran temor a que allí se aburra por no encontrar a quien acusar y culpar(10)”.

A ello seguía un largo y exaltado discurso contra la religión y sus dogmas, bregando por la igualdad y justicia frente a diferentes doctrinas y dogmatismos que van contra la libertad, sobre todo haciendo énfasis en la crítica de la Biblia, intolerancia que lo llegaba a exaltarse(6).

X

Se levantaba a un sillón. Le llevaban la comida de su casa que redactaba a lápiz y dentro del régimen autorizado por su médico.

Al tercer día, después de operado, sufre el primer accidente:

Al pasar al cuarto de baño, quiere hacerlo solo, sintió un pequeño desvanecimiento, que se hizo más intenso porque hizo esfuerzo sobrehumano para llegar a la cama, a la que llegó ayudado por Mendietad .(anexo)

Acuden de inmediato su hijo César y Melchor Pacheco (1884-1961), pariente político de Batlle, distinguido ginecólogo de larga actuación, que se encontraban en un cuarto próximo. Al dirigirse Arena a su habitación, este le transmitió una inesperada novedad:

La víspera, repentinamente, estando solo con Mendieta, mientras intentaba cambiar de postura en la cama, se había desvanecido. Advertido en el acto corrió hasta él y lo encontró inmóvil y sin pulso. Sin perder un segundo, buscó lo necesario para hacer la inyección estimulante que se imponía. Pero cuando estuvo junto al paciente, disponiéndose a proceder, aquel abrió los ojos y dominando instantáneamente la situación, lo detuvo con un gesto imperioso, que no admitió réplica, diciéndole: “¡A mí no se me hace nada!”. Y no se le pudo hacer nada. El formidable hombre había reaccionado de por sí, en un instante, armado de todo su indomable carácter.

Al verlo ya repuesto:

Lo encontré con bastante fatiga, pero sereno de espíritu. Le estaba impedido hablar, pero no fue posible impedirle que me contara lo que le había sucedido. Según los médicos el percance se debió a un exceso de movimiento.¡Y no le advirtieron que no debía moverse! Los médicos, agregó, dentro de su vieja tesis, olvidan de hacer a los enfermos indicaciones indispensables, distraídos por su exceso de trabajo. Me garantía, que si era cierto lo que le dijeron, no había peligro de que el accidente se repitiese, pues se disponía a inmovilizarse todo lo que fuera…

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d Batlle Berres L. Carta enviada a su hermano José (Pepe) el 28 de noviembre de 1928, entonces en La Rochelle, Francia, 12 carillas, MMSS, FC, que me facilitó Jorge Batlle Ibáñez. Lo adjuntamos en anexo.

Con franca alegría y entusiasmo presa de asombro:

Con alegría interior que le iluminaba el rostro y lo llevaba al arrobamiento, empezó a describirme el síncope. ¡No podía imaginarme nada más suave, más dulce, más arrebatador! ¡Era como un lento hundimiento, en el supremo éxtasis! Si alguien se hubiese interpuesto, para sacarlo de aquel estado, lo hubiese apartado con energía. ¡Llegar a la muerte así sería una delicia!(6).

Cabe recordar aquí lo que narra Livingstone (1813-1873) en su viaje al interior de África. Caminaba frente a su expedición en lo más intrincado de la selva y al atravesar una quebrada ve que desde una barranca, justo frente a él, un enorme león se le abalanzó. Sintió la muerte tan eminente como segura al tiempo que lo embargó una paz interior y un placer indescriptible como nunca había sentido, que de ninguna manera hubiera hecho algo para evitarlo. Esto, por suerte o por desgracia, lo logra uno de sus asistentes que de un certero tiro abatió a la fiera (¿las endorfinas?)(11).

Ante este episodio hubo junta médica:

El corazón había fallado. Era una advertencia grave.

En nueva consulta al día siguiente:

Ya el corazón había vuelto a ser de un muchacho de 30 años. Habíamos salvado la petisa* .

XI

Así lo refiere su sobrino Luis:

Al cabo de 10 a 12 días se empezó a levantar.

El régimen para adelgazar desde antes de operarlo, como había rebajado algunos veinte, esta convalescencia se hizo un poco larga.

Volvió a guardar cama y empieza a alimentase mejor, aunque le retaceaban el alimento:

Tío se debilitó demasiado y cuando pedía seis papas le daban una… el exceso de cuidado y el exceso de precauciones a lo que conspiró contra tío(6).

Vuelve a la normalidad su energía. Se repone totalmente, hablando mucho, pero tosía con frecuencia, con franca disnea, haciendo como siempre las reiteradas aspiraciones de mentol(12). La aspiración de mentol se hacía mediante una boquilla de plástico a lo que se le ha dotado en su interior con un algodón impregnado en mentol. Se aspiraba por un extremo como fumando y así penetraba en su vía respiratoria esa esencia. Esta práctica produce una succión de frío, de refrescante (cigarrillos de mentol)(10). Vuelve a la política. Lo rodea la familia siempre anhelando amplios espacios en su relación:

En los últimos días, Batlle que no tenía más perspectiva para su mirada que un limitado patio que alcanzaba desde su cama, sentía la obsesión de la silenciosa tristeza en que aquel permanentemente estaba sumido. ¡Qué ambiente tan simple y a la vez tan desolante! Se decía, sin desviar la vista durante largos ratos. Tal vez imaginase aquel estrecho cuadrangular, apenas animado por una palmera, como un receptáculo de angustias invisibles, emanadas de los cientos de sufrientes que poblaban la gran casa! e .(anexo)

Aunque muy recuperado solo ansiaba volver a su hogar, pero como este distaba mucho tiempo para hacer la segunda operación, se reservó un departamento en el Parque Hotel, donde esperaría el plazo de dos o tres meses para hacer dicha segunda operación, la prostatectomía:

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e Batlle Berres L. Carta enviada a su hermano José (Pepe) el 28 de noviembre de 1928, entonces en La Rochelle, Francia, 12 carillas, MMSS, FC, que me facilitó Jorge Batlle Ibáñez. Lo adjuntamos en anexo.

Ya comía bien, se fortificaba día a día, se le había dado de alta, se había dispuesto su sala para el próximo martes, se había contratado esa misma mañana del domingo un departamento en el Parque Hotel y él hacía proyectos sobre lo que iba a ser su agradable estadía en el Hotel…(6)

Aquella mañana del domingo 20 de octubre estaba animoso. Conversó con su sobrino Luis y Arena:

La conversación giró sobre nosotros (Batlle Berres), sobre todo sobre papá (Luis fallecido en 1908). Es curioso y agradable que las últimas palabras de tío hayan sido sobre nuestro viejo(6).

Lo encuentran tan bien que Luis se retira cerca de las 12. Arena, siempre a su lado, también lo encontró tan bien que se fue a las 12 de la mañana en vez de retirarse a la 1 de la tarde como solía hacer. Fue a almorzar a lo de un hermano. Al sentarse a la mesa, suena el teléfono para anunciarle que Batlle no estaba bien. Llega al hospital donde lo recibe el doctor Carlos Stajano que le da la triste noticia. Un segundo episodio.

Al quedar solo con Mendieta, Batlle le dice de pronto:

Recuésteme un poco que estoy algo mareadof.(anexo)

Lo que el moreno, al verlo desvanecido, al punto avisó, llamó a la hermana Evelina con timbre estridente como solía hacerlo Batlle, y acudieron su hijo César, que estaba en el cuarto de al lado, Surraco y Artucio. Alguien avisa a Arena. La hermana Evelina intenta reaccionarlo rezando y mirando atentamente, Surraco le dice:

No la oye, hermana, está muerto,

A lo que ésta replica:

Sí me oye.

Y Batlle la mira con una sonrisa y le dice:

¡Ah, hermana!

Fueron según ella sus últimas palabras(13).

Artucio fue el primero que constató el fallecimiento, para lo cual lo destapó a fin de examinarlo y le llamó poderosamente la atención el tamaño de las caderas y muslos de Batlle. Según me comunicó su hijo y colega, Hernán Artucio, al respecto de esta interesante observación, cabe hacer algunas observaciones. Batlle era un hombre enorme, más de 1,90 con seguridad. En las numerosas fotos que nos han llegado llama la atención varias cosas. En primer término constatar ese tamaño. Luego el ser retratado siempre con levita larga (nunca saco), sobretodo, (el sobretodo de Batlle). Es que en muy numerosas fotos, siempre con levita o sobretodo, lleva su mano derecha para apoyarla en la cadera, como asentada en ella. Muchas otras fotos muestran también sus amplias caderas, como la de cuando es presidente de la República. Podríamos inferir que fuera portador de una linfoadipodistrofia tipo trofodema congénito de Nonne-Milroy-Muge o una lipodistrofia parcial de Barraquer y Simon. Su hijo Lorenzo (el gordo Lorenzo) tenía un tipo morfológico muy similar. El síndrome de Nonne-Milroy-Muge es de herencia dominante, el otro es en general esporádico(6).

XII

¡Batlle había muerto! ¡Se lo había llevado un segundo síncope! ¡La sensación suave, dulce, voluptuosa del anterior, que él habría defendido si la hubiese visto en peligro! ¡Había tenido la muerte deseada, la sin duda merecida, la que en su insobrepujable altruismo, anhelara para todos los vivientes como justificación del Creador!†

Poco se puede agregar a esta detallada descripción de la última enfermedad y muerte del gran estadista.

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f Batlle Berres L. Carta enviada a su hermano José (Pepe) el 28 de noviembre de 1928, entonces en La Rochelle, Francia, 12 carillas, MMSS, FC, que me facilitó Jorge Batlle Ibáñez. Lo adjuntamos en anexo.

XIII

La hermana Evelina y la Superiora fueron las únicas personas que en el velatorio de Batlle rezaron de rodillas ante su féretro.

Así expresa con cariño su admirada y su admiradora, hermana Evelina:

Y todas estas cosas y otras más del mismo género, las decía Batlle tan suavemente, tan finamente, que la hermana (Evelina), sin admitirlas y hasta contradiciéndolas no acertaba a incomodarle, ni a desprenderse de su bondadosa sonrisa. Tal debió catalogarlo dentro de su criterio, como un buen pecador culto y espiritual, que cuando sobrevino inesperadamente su muerte, lo lloró con verdadero desconsuelo, y más tarde en compañía de su Superiora, fue a rezarle de cuerpo presente… sus últimas devociones*.

XIV

Ante su inesperada y súbita muerte la familia, hijos y sobrinos quedaron destrozados:

¡Pobre tío! ¡Pobre de nosotros! Puedes imaginarte todo el dolor que nos produce este hecho estúpido y absurdo, imaginando e inesperado. Así como tú nunca pensaste en su muerte, ninguno de nosotros tampoco pensó nunca, ni siquiera…g (anexo)

XV

Hombre de 73 años que desde tiempo atrás estaba afectado de un progresivo prostatismo, con persistente infección urinaria, lo que puso de manifiesto una afectación cardíaca luego de la intervención quirúrgica (la talla vesical) que se manifiesta como disnea persistente y tos refleja de obstrucción broncoalveolar. Ello, la clara manifestación de un tromboembolismo del que un primer coágulo sorteó y un segundo masivo dio cuenta de su vida.

El tratamiento médico indicado era el propio de esa época para un paciente con sobrepeso (dieta que fue efectiva), disciplina, reposo absoluto, al que se le achacó no haber sido lo suficientemente severo para evitar lo ocurrido y la indicación láctea (dieta de leche para los cardíacos) que se prodigó hasta los años 1940-1950.

En Batlle se dan dos componentes de preeminencia en su lucha ideológica, por cierto necesaria, siempre complementarias. Batlle, hombre de Estado, luchaba por su Partido y el más exigido bien del país y de su pueblo.

XVI

Pero hemos tratado de exponer en este relato de su última enfermedad otro Batlle, el de un hombre eminente, ampliamente reconocido y admirado en su sobrepujante energía y carácter, inflexible en sus determinaciones pero también destacando su sobrio giro aflorante de sensibilidad y afecto, su bondad, que supo sentir ante sus allegados, en particular con su sonrisa que iluminaba su semblante como bien dijo sor Evelina:

Batlle era un hombre de sonrisa plena.

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g Batlle Berres L. Carta enviada a su hermano José (Pepe) el 28 de noviembre de 1928, entonces en La Rochelle, Francia, 12 carillas, MMSS, FC, que me facilitó Jorge Batlle Ibáñez. Lo adjuntamos en anexo.

Summary

The present article describes the last disease and death of important statesman José Batlle y Ordoñez, from 18 September through 20 October 1929.

The account is based on three important documents, two of which scarcely made public and the third unpublished.

Résumé

Dans cet article, on décrit la dernière maladie et le décès du grand homme d’Etat uruguayen, M. José Batlle y Ordóñez, du 18 septembre au 20 octobre 1929.

Le récit est basé sur trois documents d’importance, dont deux très peu diffusés et donc très peu connus, et l’autre inédit.

Resumo

Neste artigo faz-se a descrição da última doença e da morte do importante estadista uruguaio José Batlle y Ordóñez, no período de 18 de setembro a 20 de outubro de 1929. Está baseado em três documentos importantes, dois deles pouco conhecidos e um terceiro documento inédito.

Bibliografía

1. Pickering G. Reactive Maladies. London: Springfield, 2003: 185 p.

2. Graig Venter J. A life decoded. London: Viking, 2007: 275 p.

3. Weatherall DJ. Who killed Cockrobin? The limitations of pathobiography. Lancet 2008; 372: 108-9.

4. Guidici RB, González Conzi E. Batlle y el batllismo. Montevideo: El Día, 1928: 515 p.

5. Vanger MI. José Batlle y Ordóñez of Uruguay. The creator of his time, 1902-1907. Cambridge: Harvard University Press, 1963. v.1

6. Arena D. Batlle: recuerdos, anécdotas, reflexiones.

7. Ardao A. Espiritualismo y positivismo en el Uruguay. México: Fondo de Cultura Económica, 1950: 100-11.

8. von Leonhardi H. Karl Christian Friedrich Krause’s leben und lehre. Berlín: Springfield, 1902: 274 p.

9. Arhens H. Curso de derecho natural.

10. Mañé Garzón F. Clínica viva, historia, humanismo, ciencia. Montevideo: Universidad del Trabajo del Uruguay, 2006: 122-32.

11. Finger CJ. David Livingstone: explorer and prophet. London: Cambridge University Press, 1928: 271 p.

12. Goodman L, Gilman A, Brunton L, Lazo J, Parker K. Goodman & Gilman.

13. Jablonski S. Jablonski’s dictionary of syndromes and eponymic diseases.

2a. ed. Malabar, FL: Krieger, 1991: 54-437.

-ANEXO

Carta de Luis Batlle Berres a su hermano José (Pepe)*

entonces en La Rochelle, Francia (F.A. At. de Jorge Batlle Ibáñez,

12 de enero de 2009)

Carilla 1

Noviembre 28, 1929

Querido Pepe:

Hace mucho tiempo que hago esfuerzos para escribirte pero el tema es tan triste, tan disparatado, que siempre encuentro algún pretexto para postergar mis líneas. Hoy, al recibir tu carta, he visto que has tenido más valor que yo, es más aún, he creído encontrar un justo y mudo reproche en tus líneas, ya que de pensar que estando Uds. solos un rato de conversación conmigo sobre tío, les había producido un gran alivio.

¡Pobre tío! ¡Pobre de nosotros! Puedes imaginarte todo el dolor que nos produce este hecho estúpido y absurdo, inimaginado e inesperado. Así como tú nunca pensaste en su muerte, ninguno de nosotros tampoco pensó nunca, ni siquiera.

Carilla 2

en su estadía en el Hospital que fue larga pero sin alternativas de peligro. Y todos vivían en la mayor tranquilidad, seguros del éxito, cuando una mañana en menos de un minuto, sin que valieran de nada los recursos de los médicos que estaban a su lado, se fue, dejándonos a todos locos de dolor.

Tú sabes que él estaba rumiando desde hace tiempo con su operación, pues para él ya no era vida la que estaba haciendo. Su enfermedad le iba minando su espíritu y al final, antes de operarse, todo su pensamiento estaba concentrado en sus males. Además era tan pudoroso, tan recatado, que si mal se le afirmaba también por la clase de órganos atacados y por los métodos curativos. Así fue a la operación lleno de entusiasmo y de confianza. Esta fue muy rápida y no le ocasionó sufrimiento alguno.

Carilla 3

Entre entrar y salir de la sala operatoria no tardó más de 25 minutos. Al día siguiente ya había entrado en franca mejoría, pues no había hecho nada de fiebre, su riñón funcionaba bien y su espíritu estaba renovado. Estaba lindo, muy lindo. Un régimen equivocado de purgantes le hizo pasar molesto los 3 o 4 días subsiguientes, pero sin que ello implicara gravedad alguna, así, hasta que al cabo de 10 o 12 días se empezó a levantar. Como había rebajado algunos veinte kilos para ir a la operación y otros cuantos con motivo de la operación y régimen alimenticio, la convalescencia se hizo un poco larga. Fue al tercer día de levantado que sufrió su primer accidente serio. El adelgazamiento lo había dejado un poco débil y al pasar al cuarto de baño y querer hacerlo solo sintió un pequeño desvanecimiento, que se hizo más intenso porque hizo esfuerzos sobrehumanos para llegar a la cama, a la que llegó acompañado por un negrito sirviente

Carilla 4

llamado Mendieta y un enfermero, los que viéndolo desvanecido pidieron auxilio. Cerca del cuarto estaba César y Melchor(1) y cuando este pretendió darle una inyección de aceite se irguió sobre la cama y con su dedo en alto le dijo ¡No, no! Pronto llegaron los médicos y considerando el accidente de gravedad, aunque ya se había restablecido, hicieron su consulta. El corazón había fallado, era una advertencia grave. La opinión médica fue de reserva. Esto pasaba a las ocho de la noche y dijeron que volverían a la mañana siguiente para observarlo nuevamente y bien si el corazón no se había mejorado había que considerar el caso como de extrema gravedad. A la mañana siguiente, a la vuelta de los médicos, ya el corazón de tío había vuelto a ser de un muchacho de 30 años! Habíamos salvado la petisa! De nuevo

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las esperanzas!, más de nuevo la seguridad absoluta del éxito. El mismo dijo que si la muerte era lo que había sufrido resultada muy agradable, pero que estaba seguro que de un accidente así no moriría jamás. Que se cuidaría y que no volvería a hacer sonseras. Volvió a quedar en cama sin poder levantarse, se le cambió el régimen de comida y empezó a alimentarse mejor. Yo creo que aquí ha estado la gran pisada de Surraco, tío se debilitó demasiado y cuando pedía seis papas le daban una. El exceso de cuidados, el exceso de precauciones es lo que ha conspirado contra el tío. Ya comía bien, se fortificaba día a día, se le había dado de alta, se había dispuesto su salida para el próximo martes, se había contratado esa misma mañana del domingo, un departamento en el Parque Hotel, y él hacía mil proyectos sobre lo que iba a ser su agradable estadía en el Hotel, se disponía a levantar por primera vez después del

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accidente, todos nos habíamos despedido para ir a almorzar a nuestras respectivas casas. Yo estuve hasta las doce. Quedando solo con Mendieta cuando en eso le dice al negrito: Recuésteme un poco que estoy algo mareado, y el negrito lo echó para atrás y asustándose corrió a la puerta encontrando del otro lado de ella a Surraco y —— que llegan hasta tío encontrándolo ya muerto. De nada valieron todos los auxilios que le prestaron. De nada, de nada. Tío nos había dejado.

¿Decirte cómo cayó la noticia? Te lo puedes imaginar. Nos llamaron del Hospital y nos encontramos con ese absurdo con esa locura!

Lo llevamos a la quinta y por la noche a El Día, a la mañana siguiente al Palacio Legislativo, al otro día al cementerio dejándolo en la rotonda y al otro día lo pusimos en compañía de Ana y de tía!

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¡Qué decirte de los homenajes! Una apoteosis auténtica, fabulosa, al punto que el propio diario El País en la mañana del martes antes del entierro, publicó un suelto llamando la atención a “sus correligionarios de que podían dejarse llevar por el dolor y que había que pensar que Batlle había sido revestido por el partido de muchos y muchos años. La expansión de batllismo que sintió el país fue así tan inmensa que pasó todos los límites imaginarios. El entierro fue interminable. Doscientas mil personas en la calle, acongojados, llorosos. El pueblo quitó los caballos de la cureña y la arrastró hasta el cementerio y al llegar allí subió con ella los escalones de entrada y la llevó hasta lo que era la iglesia, haciéndola pasar por encima de los escalones, hasta depositarla en el centro de la rotonda. Antes de despedirse el público que había entrado al cementerio lanzó un estruendoroso:

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¡Viva Batlle! como si hubiese sido un juramento se despidió con un prolongado ¡Adiós Batlle!, ¡Adiós Batlle!

A la mañana siguiente fuimos hermanos, primos, hijos todos de tío, a depositarlo con tía y con Ana, y desde ese día vivimos sin él, y como te imaginarás con el más profundo de los dolores. Tío ha sido para nosotros un padre, que se había compuesto no solo nuestro afecto sino toda nuestra admiración, porque como tú lo conociste y sentiste era un hombre infinitamente grande, infinitamente bueno, tío sabía cuándo un afecto que era imposible hacerlo renacer en nadie, por lo que nadie puede reunir sus condiciones, sus virtudes.

La policía se vio en la necesidad de retirar la gente por la fuerza del cementerio y muchas eran las personas que quedaron durante toda la noche en la puerta. Así se repiten uno y otro día las manifestaciones de afecto para con tío y todavía a más de

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un mes de su muerte son muchos las personas que lloran al hablar de él. Su memoria se irá agigantando día a día y para mí no hay duda que pronto se transformará en un ídolo nacional. Su recuerdo no se podía esfumar con el tiempo sino que sus virtudes de gran ciudadano irán siendo apreciadas por todo el país.

Hasta cinco minutos antes de morir estuvo en compañía de Arena, y la conversación giró sobre nosotros y sobre todo sobre Papá. Es curioso y agradable que las últimas palabras de tío hayan sido para nuestro viejo. Esta es una nueva prueba del gran afecto de tío. Es tal vez una suprema pensar de la providencia para con nosotros, haciendo que tío nos deje

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No tranzo, no negocio, trabajo y ofrezco calidad, responsabilidad y ética.

como único legajo el saber recordado a Papá y a nuestra casa, hasta pocos minutos antes de morir.

Ahora todos estamos en el trabajo. César ha tomado con empeño la Dirección de El Día. Lorenzo se dedica a las máquinas y Rafael a la chacra. Todo parece viven alegres, estúpidamente normalizado. Ya que un desastre como el que hemos sufrido, nos debió haber aniquilado más, Marcos trabaja, a mi manera también trabajo, todos trabajan, todos viven. El resto de la familia toda bien, chicos y grandes.

Dices en tu carta que te hayas enfermo. Pero es que acaso no haces régimen? El hígado es dócil al régimen y tú tienes que hacerlo, pues renueva que detrás de ti ya hay una familia larga que depende de ti. ¡No has aprovechado tu estadía en esa Francia, para ver algún

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gran médico en París? Resuélvete a consultar alguna eminencia y trata de componerte o remendarte, que los remiendo cuando se hacen bien dan larga, muy larga vida. Espero que tomes en cuenta mi consejo y que te resuelvas de una vez a componerte.

Lydia muy bien? Extraña mucho. Los desearíamos ver de nuevo entre nosotros, pero no para hacer la vida retraída que hizo sino para vivir la vida de familia.

¿Y tus nenitos, Pepe, lindos, lindos y la Gorda ha de ser una señorita. Le hablas de nosotros. Y la más chica, es rica, es gordita? Había venido mejor un varón, pensar que muy seguramente la nenita no ha venido mal. Tres hijitas! Un magnífico trío. Ahora el hombre y basta! Ya son bastantes!

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Voy a cortar esta que se hace larga y muy deshilvanada. Te he contado las cosas un poco taquigráficamente. No he podido continuar el párrafo con cuidado y me he apurado a esperar el pensamiento y he pasado a otro, sin releerme, porque entonces no sabría escribirte.

Muchos saludos para todos los tuyos, de todos los de la casa y reciban los saludos de los tres hermanos y un fuerte abrazo de

Luis

Mis saludos afectuosos a tu suegra, en una próxima te hablaré de mi gente, que en estos instantes están en Colonia Suiza, tomando aire de campo.

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