Ya es definitivo: el 15 de diciembre la central nuclear de Chernóbil, donde en 1986 se produjo el peor accidente en la historia de la utilización pacífica del átomo, dejará de funcionar para siempre. El presidente Leonid Kuchma ha elegido la visita de Bill Clinton para anunciar el cierre, con el que Ucrania cumplirá por fin la promesa contraída con Europa y el mundo entero de eliminar el peligro de que la tragedia pueda repetirse. Clinton, por su parte, anunció que dará 78 millones de dólares (unos 14.000 millones de pesetas) para ayudar a reforzar la seguridad en la central ucrania.
El 26 de marzo de 1986 explotó el reactor número cuatro de la central nuclear ucrania de Chernóbil. La radiactividad liberada como consecuencia de la mayor tragedia nuclear civil de la historia alcanzó, según cálculos de los especialistas, niveles 100 veces más altos que los registrados después del estallido de las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Las víctimas inmediatas de la explosión fueron relativamente pocas: 32 personas. Pero Chernóbil ha continuado matando silenciosamente: ya son miles las personas que han perecido a consecuencia de aquel terrible accidente.El reciente informe de la ONU sobre Chernóbil constata que la contaminación se extendió en un área de 155.000 kilómetros cuadrados, repartidos entre Bielorrusia, Ucrania y Rusia. Ya se han registrado 11.000 casos de cáncer de tiroides -causado por la radiación-, cifra que puede dispararse en los próximos años. En total, unos siete millones de personas se han visto afectadas por la tragedia de 1986. Según el informe de la ONU, tampoco ha funcionado el plan diseñado en 1997 por la comunidad internacional para reconstruir la zona y que recogía más de 60 proyectos de asistencia y desarrollo. Sólo nueve de esas iniciativas se han puesto en marcha y del dinero prometido por los donantes -unos 14.500 millones de pesetas- sólo se han recibido unos 300.
A partir del año del desastre, la comunidad mundial comenzó a pedir el cierre de Chernóbil y, en general, el de todas las centrales que utilizan ese tipo de reactores, considerados poco fiables. La historia subsiguiente de la central ucrania -un rosario de pequeñas averías- demuestra cuán peligrosos son esos reactores. De los tres que continuaron funcionando después de la tragedia, el número dos dejó de funcionar en 1991, tras un incendio. El número uno fue desconectado cinco años más tarde, en cumplimento de un acuerdo alcanzado con el grupo de países más industrializados del mundo, el G-7.
El memorándum firmado en diciembre de 1995 entre Ucrania, por una parte, y Alemania, Canadá, EE UU, Francia, Reino Unido, Italia y Japón, por otra, establecía que Kiev se comprometía a cerrar Chernóbil antes del año 2000, y el G-7, a brindarle una ayuda de 3.100 millones dólares. Occidente debía financiar la construcción de dos reactores de nuevo tipo en las centrales de Jmelnitski y Rovno y un nuevo sarcófago para cubrir el reactor número cuatro. Como no todo el dinero prometido llegó, debido a una iniciativa de Alemania que logró congelar parte de las ayudas ya que verdes y socialdemócratas se oponían a las centrales de reemplazo, Ucrania siguió explotando Chernóbil, argumentando que no podía cerrarla hasta no construir reactores que compensaran la pérdida de energía eléctrica que ella generaba.
El reactor número tres, que todavía continúa dando electricidad y que será detenido para siempre en diciembre próximo, ha pasado la mayor parte de los últimos dos años parado, en reparaciones. El problema es que se formaban unas microfisuras en el sistema de refrigeración que, aunque según los especialistas no representaban un serio peligro, obligaban a detenerlo con frecuencia. Después de nueve meses de reparaciones, el reactor número tres fue puesto en funcionamiento en mayo de 1998, pero ya al mes tuvo que ser detenido debido a una fuga en el sistema de refrigeración. Y el año pasado fue un continuo encender y apagar el reactor.
“Éste es un momento de esperanza, y un momento en el que recordamos a aquellos que han sufrido a consecuencia del accidente ocurrido allí”, en Chernóbil, dijo Clinton después de las conversaciones que mantuvo con Kuchma en el palacio Mariinski de Kiev. Las conversaciones entre ambos presidentes, que duraron cerca de seis horas, estuvieron centradas precisamente en el problema de Chernóbil.