Tras la máscara de Fernando VII

El 13 de febrero Belgrano solicitó al Triunvirato autorización para que las tropas a su cargo usaran la escarapela celeste y blanca de la Sociedad Patriótica como emblema, en vez de la escarapela roja empleada hasta entonces (y que será más adelante emblema popular de los federales).

El 18 el Triunvirato accedió a la propuesta y cuando Belgrano, que estaba en Rosario instalando baterías costeras, se enteró de la aprobación de su pedido decidió utilizar los mismos colores para bandera de su ejército. El 27 de febrero en vez de la española izó la nueva enseña sobre la batería Independencia, compañera de otra llamada Libertad que había instalado días antes. La jura de esta bandera por las tropas (y el nombre de las baterías) motivó la ira de Triunvirato. Este aún procuraba mantener los lazos con España y cuatro meses antes, el 20 de octubre de 1811, había reconocido “la unidad indivisible de la nación española de la cual forman parte integrante las provincias del Río de la Plata”, comprometiéndose además a enviar recursos pecuniarios a España.

Rivadavia, como Secretario de Guerra, le envió a Belgrano una nota reprendiéndolo. En ella le aconsejaba: “Haga pasar como un rasgo de entusiasmo el suceso de la bandera blanca y celeste enarbolada, ocultándola disimuladamente”. Pero mientras Rivadavia le escribía esto, Belgrano, ignorante del revuelo causado, había marchado con sus tropas y bandera hacia Jujuy para reemplazar a Pueyrredón al frente del Ejército del Norte, el cual estaba desmoralizado y en malas condiciones después de la serie de derrotas sufridas.

Para animar a esas decaídas fuerzas, el 25 de mayo Belgrano nuevamente hizo que las tropas juraran la bandera cerca de Jujuy sobre el río Juramento. El acto provocó gran entusiasmo ya que tener bandera era tener patria propia. Recién después Belgrano recibió la primera nota recriminatoria de Rivadavia y luego una segunda donde este le decía: “El gobierno no hace más que dejar a la prudencia de V.S. la reparación de tamaño desorden, pero debe igualmente prevenirle que ésta será la última vez que sacrificará hasta tal punto los respetos de autoridad y los intereses de la nación que preside”. El tener bandera propia era símbolo de independencia, y los gobernantes de turno no estaban dispuestos a ser ejecutados como culpables de lesa majestad si fracasaba la revolución.

Existía entre las autoridades un terror y pánico a la posible represión de los españoles que sabían ser brutales cuando era menester imponerse. Aún está fresca en la memoria la represión a los insubordinados en Alto Perú durante el año 1809. Alvear había dispuesto un plan de defensa en caso de una invasión española. De hecho la toma de Montevideo, en 1814, fue muy celebradaen Buenos Aires porque privó a la flota española de un buen lugar de desembarco. España buscó otras colonias para recuperar y fue así como el ejército español se dirigió a Venezuela donde le hicieron la vida imposible a Bolívar.

Cuando en 1814 Fernando VII reasume la conducción de su reino, a pesar de su actitud sumisa ante Napoleón, se dedica a reconquistar sus dominios, fuentes de enormes ingresos para la corona…

Sublevación de Fontezuelas

Como forma de afianzar el centralismo porteño y su propio prestigio Alvear decidió, siguiendo las directivas de la Logia, actuar contra los pueblos libres. Para detener el avance del federalismo ordenó que un ejército mandado por el general Xavier de Viana marchara con Córdoba, última provincia que se había pasado al bando de Artigas.

Pero al llegar a la posta de Fontezuelas, cerca de Pergamino, la vanguardia de ese ejército se sublevó a instancias de dos oficiales artiguistas que cuestionaron los motivos para atacar a quienes, como ellos, defendían la libertad.

El comandante de la vanguardia, coronel Ignacio Alvarez Thomas (que tenía 28 años ,era sobrino de Manuel Belgrano y le decían el capón por su voz aflautada) no quiso quedar descolocado y se plegó a la sublevación como manera de poder controlar y aprovechar el movimiento a su favor. El resto del ejército hizo causa común con los sublevados, el general Viana fue detenido, y Alvarez Thomas, convertido en jefe aparente de un movimiento no iniciado por él, intimó al Cabildo para que destituyera a Alvear, proclamando: “Cuando un pueblo valiente, generoso y lleno de virtudes se ve ajado, oprimido y degradado por la pequeña facción de hombres inmorales y corrompidos que en la actualidad componen y son los agentes del gobierno que representa el general Alvear, es un deber sagrado de sus hijos hacer todos los esfuerzos que demanden las circunstancias para librar a sus hermanos y compatriotas de los horrores que sufren”. Poco tiempo después este falso jefe revolucionario mostrará su duplicidad porque raras veces la conducta de un hombre estuvo más apartada de sus declaraciones que en caso de Alvarez Thomas.

Caída de Alvear

Al enterarse de la sublevación de Fontezuelas la Logia decidió sacrificar a Alvear para poder seguir controlando los acontecimientos ocultamente. Después de largas discusiones Alvear aceptó renunciar como Director Supremo ante la asamblea, pero no quiso abandonar la jefatura militar y trató en vano de mantenerse utilizando el terror. El 26 de Marzo mientras se celebraba el domingo de Pascua en la Catedral, hizo colgar en la Plaza de Mayor el cadáver del capitán Joaquín Ubeda, fusilado sumariamente por hablar mal del gobierno y presunto conato de subversión.

Herrera, Monteagudo,y Valentín Gómez , entre otros , fueron desterrados o sometidos a prisión. Monteagudo logró fugar a Río de Janeiro donde se encontró con Carlos María de Alvear y Manuel José García, ambos bajo la protección de lord Strangford. De allí continuó viaje primero a Inglaterra y luego a Francia llevando correspondencia para Rivadavia.

En Buenos Aires, luego de la revolución, se izó , en el Fuerte, la bandera celeste y blanca de Belgrano. Lo relata Juan Manuel Gorriti: “Ese mismo día, 17 de abril, amaneció puesta en el asta de la Fortaleza la bandera de la patria, celeste y blanca; primera vez que en ella se puso, pues hasta entonces no se ponía otra sino la española; cuya bandera la hizo poner el comandante de la Fortaleza que el día antes fue nombrado por Soler para su cuidado y defensa: el coronel Don Antonio Luis Beruti, con la que se entusiasmó sobremanera el pueblo en su defensa, y desde ese día no se pone otra sino la de la patria”.

Luego de la caída de Alvear, Artigas le escribió a San Martín el 22 de abril de 1815, lleno de esperanzas, diciéndole: “El pueblo enérgico ha depuesto a los tiranos y recuperado su libertad… Esforcémonos por consecuencia enlazando a los pueblos íntimamente y depositando en ellos aquella confianza que haga respetables sus derechos y virtudes”. Pensaba, inocentemente, que había terminado la guerra civil. Pero su exhortación no encontró la respuesta buscada. San Martín y los demás logistas seguían siendo partidarios de la monarquía y contrarios al federalismo republicano. Pero aunque los logistas criollos, los diplomáticos y los comerciantes británicos se confabularon en contra de Artigas, el pueblo siguió compartiendo el sueño del gran caudillo y derramando su sangre por convertirlo en realidad.

Por esta razón, Rivadavia había reprendido severamente a Belgrano cuando este presentó la enseña patria. Curiosamente, mientras ondeaba la enseña que él había creado, Belgrano viajaba con Rivadavia y Sarratea al viejo continente a buscar un monarca para estas tierras en lineamiento con las ideas dominantes en la época después del Congreso de Viena.

La comisión estuvo a poco de lograr su cometido trayendo un príncipe español como Rey del Río de la Plata, pero una vez más, aparece en escena Napoleón. Gracias a su invasión de España había dado la oportunidad a los criollos para liberarse del yugo español y ahora con su retorno y el comienzo de los Cien Días daba por tierra el proyecto monárquico de llevar un Borbón a América.

A este reconocimiento a Napoleón podríamos agregar las intenciones de algunos de sus seguidores de traerlo a América para reorganizar su imperio, pero esa es una historia que dejaremos para otra oportunidad.

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