Tamara de Lempicka nació en 1898 en el seno de una familia acaudalada de origen polaco. Paseando con su abuela por Italia descubrió su pasión por el arte. Cinco años después, en San Petersburgo, se casó con un abogado, Tadeusz Lempicka, de quien adoptó el apellido y con quien tuvo una hija, a la que llamaron Kizette. Pareja conflictiva y dispar, ambos buscaron en distintos amantes la pasión que se había extinguido entre ellos.
Durante su estadía en Italia, a mediados de la década del ´20, Tamara vivió una tormentosa relación con el poeta Gabriele d´Annunzio. Este había invitado a la bella polaca a su palacio del Vittoriale con la confesa intención de seducirla mientras ella pintaba su retrato. Ninguno de los dos concretó su cometido, pero al menos Tamara conservó durante años un enorme topacio que el poeta le regaló como último intento para vencer la resistencia del artista.
Finalizada esta tortuosa relación, Tamara se dirigió a París, donde se dedicó a pintar mujeres. Entre estas obras se encuentra “La bella Rafaela”, que el Sunday Times Magazine llamó “uno de los desnudos más memorables del siglo”. Kizette, cuenta que su madre conoció a Rafaela por las calles de París. Su extraordinaria belleza le llamó la atención y sin tapujos la abordó: “Mademoiselle, yo soy pintora ¿estaría dispuesta a posar para mi?”. Rafaela asombrada por la proposición, apenas dudó. “Sí, ¿por qué no?”, contestó y juntas se dirigieron al estudio, donde le pidió que se desnudara.
La relación entre Rafaela y Tamara duró más de un año, tiempo en el cual la artista, la retrató en tres oportunidades. Curiosamente, Rafaela se casó con un vecino de Tamara que solía contemplarla desde su habitación.
En otra ocasión, en un teatro, Tamara abordó a una mujer cuyo perfil le fascinó: “¿Posaría usted para mí…?”, le preguntó, para añadir inmediatamente: “¿desnuda?”. La señora aceptó sin vacilar y durante semanas posó para Tamara. Después desapareció para siempre no sin antes despedirse con un “yo conocía y admiraba tus cuadros”. Tamara jamás supo la identidad de esta mujer.
Mientras tanto, la relación con su marido Tadeusz se deterioraba rápidamente. Él era el débil, el fracasado, el idiota que no supo ni pudo interpretar sus deseos. En 1928, después de años de soportar mutuas infidelidades, se separaron. Tamara jamás terminó el retrato de Tadeusz que hoy se exhibe en el Centro Pompidou con su mano izquierda, sin pintar.
Texto extraído del libro Desnudo de Mujer de Omar López Mato (Olmo Ediciones)