Sadí de Buen Lozano

El doctor Sadí de Buen Lozano perteneció a una familia de eminentes científicos que seguían las corrientes liberales y racionalistas del siglo XIX. Su padre fue el profesor Odón de Buen y del Cos, nacido en la provincia de Zaragoza en 1863, catedrático de Biología de la Facultad de Ciencias en Barcelona hasta 1911, año en que la familia se trasladó a Madrid, en donde fundó y fue primer director del Instituto Español de Oceanografía.

Tuvo que exiliarse como consecuencia de la Guerra Civil (1936-1939) a México, en donde continuó su labor docente hasta su muerte en 1945. Sus hijos Rafael (1891-1966), catedrático de la Universidad de Madrid, y Fernando (1895-1962), de la de Barcelona, se exiliaron al terminar la Guerra Civil por haber servido a la República, yendo Rafael sucesivamente a Nicaragua, Costa Rica, México y Guatemala y Fernando a Chile, países en los que continuaron su docencia hasta su fallecimiento en 1966 y 1962, respectivamente. Otro hermano fue Demófilo de Buen, catedrático de Derecho Civil en Sevilla y Salamanca. Así opinaba de su padre el ilustre oftalmólogo mexicano el doctor Sadí de Buen López de Heredia: “Mi padre era un hombre de extraordinaria bondad, siempre justo en sus decisiones y respetuoso de las opiniones ajenas. Por eso era antimilitarista y anticlerical. Nunca nos llevó a presenciar un desfile militar ni a una procesión religiosa. Era librepensador, pero exigía a sus compañeros, a veces irrespetuosos con la Iglesia, el mayor respeto a las creencias religiosas y al templo, por lo cual era contrario a las corridas de toros y a la barbarie del boxeo”.

Doctor en Medicina por la Universidad Central en 1914, ingresó enseguida como médico del Servicio de Parasitología del Instituto de Higiene de Alfonso XIII, en el que llegó a ser jefe. Fue catedrático auxiliar de Parasitología. Sadí de Buen Lozano casó con Bertha López de Heredia, de cuyo matrimonio nació en San Sebastián (Guipúzcoa) el 27 de agosto de 1921 el que sería el doctor Sadí de Buen López de Heredia.

Sadí de Buen Lozano se convirtió enseguida en una de las primeras figuras de la medicina española.

A partir de 1917 introdujo en España los estudios de parasitología (trabajando con el doctor Gustavo Pittaluga en la Universidad de Madrid). Desde 1920 se dedicó por entero a la lucha antipalúdica. El paludismo o malaria era uno de los principales problemas sanitarios de nuestro país; afectaba en una enorme extensión del territorio a muchos cientos de miles de personas que, si no fallecían como consecuencia de la enfermedad, tenían que soportar crónicamente una anemia debilitante. Para luchar contra la endemia palúdica se creó por Real Decreto de 14 de junio de 1924 una comisión central, presidida por el subsecretario, formando parte de la misma el doctor De Buen y actuando con equipos especializados que ya a partir de 1923 habían operado en Cáceres, especialmente en Navalmoral de la Mata, en donde se levantó un instituto antipalúdico, dotado de laboratorios y de un insectario que permitía estudiar a los mosquitos Anopheles, principales transmisores del paludismo; ese instituto fue dirigido por el doctor De Buen, quien le dio un enorme prestigio y al que acudían expertos españoles y especialmente extranjeros para formarse en Paludología, entre ellos el profesor Sella, jefe de la sección de Paludismo de la Oficina Regional de Ginebra, en la Sociedad de Naciones, y la delegada de la Cruz Roja Internacional, la enfermera Marcosanti. El prestigio alcanzado por De Buen determinó que en 1925 acudiera al instituto en visita oficial la Comisión Internacional del Comité de Higiene de la Sociedad de Naciones, de la que formaban parte los ilustres parasitólogos de fama mundial Nocht, Brumpt, Ottolegui, Pittaluga, Reynaudi, Swellengrebel, Anigstein y Sfarcic. Con este motivo, el gran sanitario Cortezo, bajo el seudónimo Decio Carlán, insinuó que se habían producido irregularidades en el percibo de dietas y honorarios, a lo que acudió el doctor Sadí de Buen defendiendo como nuevo Gran Capitán su gestión sanitaria y la de su compañero Emilio Luengo, conminándolo “a que si su deseo le lleva a continuar arremetiendo contra la Comisión, se entere antes bien de las cosas, lea los trabajos publicados, compute los gastos verificados, etc., teniendo derecho a exigirle que antes de repetir que se gastan dietas sin producir trabajo, lo demuestre”. De Buen aclimató en España la Gambusia affinis, pez larvicida procedente de Estados Unidos. Fue nombrado, junto con el doctor Bardají, representante de España en el primer Congreso Internacional de Paludismo celebrado en 1925 en Roma.

Descubrió el agente de la fiebre recurrente hispanoafricana diferente del de la europea, hoy llamado Borrelia recurrente, enfermedad transmitida por la garrapata del cerdo. Por otra parte, realizó numerosos estudios sobre la lepra. Con ocasión del magno acontecimiento del Primer Congreso Nacional de Sanidad bajo el alto patrocinio del presidente de la República a cargo de los miembros del Cuerpo Médico de Sanidad Nacional celebrado en 1934, el doctor De Buen tuvo una brillantísima actuación, como lo demuestran sus ponencias.

Debido a su gran prestigio fue nombrado inspector general de los hospitales de la Cruz Roja.

Llegó a Córdoba el 13 de julio de 1936 en viaje oficial como inspector general de instituciones sanitarias; el día 14 se desplazó a Peñarroya y Fuenteovejuna en compañía del doctor Benzo y fue detenido el 22 de julio en el Hotel España, tal vez por tener un cargo de nombramiento gubernamental, por los antecedentes librepensadores de su familia, por envidias profesionales o por creer que era un enlace entre las milicias marxistas.

Cuando supo el doctor De Buen que iba a ser fusilado, entregó al directivo de la prisión, Eusebio Cañas, sus pertenencias personales y su dinero, con la súplica de que pagara los gastos del hotel. El 2 de septiembre de 1936 fue atado codo con codo con un gitano; Sadí animó a éste, que no cesaba de llorar, a sobreponerse y a morir como un hombre; al producirse la descarga, Sadí cayó ileso porque todos los impactos fueron para el gitano, teniendo que pedir el tiro de gracia.

Entre sus numerosos premios hay que destacar el prestigioso Laveran. Fue académico correspondiente de la Real Academia Nacional de Medicina.

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