En el caso de Robert Schumann, distintos autores han propuesto diagnósticos dispares, que van de un cuadro depresivo a un delirio esquizofrénico pasando por el deterioro propio de una neurosífilis. Nuevos elementos avalan esta última teoría, rechazada por los primeros biógrafos del compositor dado el estigma vergonzoso que conlleva, más cuando la sobrevivió su esposa, Clara Schumann (Wieck de soltera), una concertista muy famosa en su tiempo.
Al parecer, Schumann contrajo sífilis en 1831, año en el que mantuvo una relación con una joven a la que llamaba Christel. En ese año reportó episodios de dolor insoportables que fueron tratados por su amigo Glock, por entonces estudiante de medicina. Sin hacer una descripción de la enfermedad, que atribuye a una “descuido”, Schumann escribió en su diario una curiosa frase: “solo la culpa atrae a Némesis”. La figura Némesis, la diosa de la justicia retributiva, se repetirá en sus delirios durante los días finales de su enfermedad.
¿Fue la sífilis la causa de sus males? Algunos autores discuten el diagnostico basándose en el hecho que ni Clara ni sus hijos parecen hacer padecido la enfermedad. Como dijimos, Schumann pudo haber contraído la afección en 1831 y el matrimonio con Clara recién se consumó nueve años más tarde, cuando las lesiones mucocutaneas -que son la vía de diseminación- habían desaparecido.
Una característica que Schumann compartió con otros músicos víctimas de la neurosífilis (como Schubert y Wolf), era la alternancia de épocas de creatividad frenética con momentos de abulia. Por ejemplo, en 1840 compuso 150 canciones pero ninguna al año siguiente. Después de un periodo de actividad moderada, en 1849 compuso otros 100 lieders en pocos meses. Nunca volvió a tener otro rapto de inspiración.
En 1850, Clara y Robert se mudaron a Düsseldorf donde fueron recibidos con cálido entusiasmo por la sociedad local. Sin embargo, la actitud indolente del compositor que conducía la orquesta local, le granjeó la antipatía de la comunidad. Para 1852 su estado de salud se había deteriorado a punto tal de verse obligado a resignar el puesto de director de orquesta.
Entonces comenzó a sufrir alucinaciones auditivas. A raíz de estos sonidos que lo perseguían compuso las “Variaciones Fantasma”. Sostenía que estos sonidos le eran enviados por un ángel, pero pronto descubrió que esta música celestial se convertía en sonidos horrendos propios de un demonio. Estos se hicieron más frecuentes y llegaron a atormentarlo. Su conducta se volvió errática, dormía mal y a deshoras. A veces se levantaba a las dos de la mañana para vestirse y salir de la casa sin rumbo conocido. Clara, temiendo lo peor, decidió internarlo. Schumann no se resistió porque estaba convencido que volvería curado a su casa, pero al día siguiente trató de suicidarse arrojándose al Rhin.
A raíz de esta autoagresión fue internado en la clínica del Dr. Richarz en Bonn-Endenich. La historia clínica de Schumann fue recientemente publicada después de ciento cincuenta años de especulaciones. La descripción de los síntomas inducen a sostener el diagnóstico de neurosífilis. Su conducta se torna errática y paranoide. Como piensa que lo están envenenando, come mal y esto acentúa su deterioro. Aun puede recibir a amigos como Brahms (que estaba secretamente enamorado de Clara) y mantiene con ellos una conversación. Pero para marzo de 1855 solo dice incoherencias. Después de esa fecha afirma que los demonios lo persiguen para asesinarlo. Ya no puede tocar el piano. Alterna periodos de excitación con momentos de calma, aunque pasa noches enteras sin dormir.
Robert murió el 29 de julio de 1856 por la madrugada, pocos minutos antes de que Clara pudiese llegar para despedirse de su marido.
A Schumann le tomó veintidós años de latencia de la enfermedad para la manifestación de la neurosífilis. Las alucinaciones acústicas y reacciones paranoides con megalomanía eran las características propia del estado final de la enfermedad. En los momentos finales sufrió convulsiones al tiempo que su cuadro clínico se complicó con una neumonía. La historia clínica señala varios períodos de dificultad en el habla, conductas estereotipadas (como la de jugar al dominó todo el día) y alteraciones en los reflejos pupilares, propios de la sífilis (llamado de Argyll Robertson por el médico escoces que lo describió), cuidadosamente consignadas por los médicos.
Muerto su marido, Clara quedó a cargo de los ocho hijos del matrimonio. A pesar de los acercamientos de Brahms, éste nunca le declaró su amor. “Hay dos cosas a las que no me atrevería: al matrimonio y a componer una opera” decía Brahms y el hombre fue fiel a su palabra: ni boda ni opera.
Clara había sido educada por su padre Friedrick Wieck para ser una niña prodigio. El matrimonio con Schumann, a quien Wieck aborrecía, dificultó la carrera de la joven, que vio interrumpidas sus presentaciones por los frecuentes embarazos. Cuando se vio obligada retomar su actividad de concertista por la enfermedad de Robert, Clara comenzó a quejarse de dolores crónicos en su brazo derecho que fueron creciendo en intensidad y frecuencia. Nunca se pudo establecer la base orgánica de la dolencia ¿era acaso un cuadro psicosomático causado por las desafortunadas experiencias que le había tocado vivir? ¿Era reuma o acaso una reacción neurótica ante las nuevas demandas técnicas que exigían las obras para piano de compositores como Brahms?
Este problema de dolor crónico suele atormentar a muchos interpretes. De 2.212 músicos indagados, en 1988, de 48 orquestas americanas, el 76% manifestó tener serios problemas que afectaban sus ejecuciones. Casi la mitad de ellos refería tener dolores musculares.
Clara había recibido de su padre no solo una formación técnica sino humanística. Wieck no forzó a la niña con ejercicios fatigosos. Clara solo practicaba tres horas por día mientras otros virtuosos pasaban doce horas encerrados frente al piano.
La situación de necesidad a la que la llevó la enfermedad y muerte de Robert, presionaron a la interprete ocasionando el cuadro de dolor crónico que la obligó a abandonar por un tiempo su impresionante carrera, al ser entonces la única concertista mujer que frecuentaba los escenarios de Europa. Fue ella quien estrenó el concierto de piano de Brahms.
Afortunadamente, la interprete fue tratada por un equipo multidisciplinarios que descreyó del diagnóstico de reumatismo y la trató como una sobre estimulación muscular (que hoy llamamos Síndrome Miofascial por sobreuso). El equipo del Dr. Von Esmarch de la ciudad de Kiel atacó la sintomatología con masajes, duchas, largas conversaciones -que actuaban como psicoterapia-, ejercicios físicos y la obligaron a seguir tocando el piano, a pesar de que otros facultativos recomendaban reposo. Después de dieciocho meses, Clara inició su exitosa carrera aunque dejó de ejecutar las obras técnicamente demandantes de su amigo Brahms.