Junto con Bakunin y Kropotkin, es el principal impulsor del anarquismo y el que popularizó ese término. Aunque, por su connotación peyorativa, Pierre-Joseph Proudhon prefirió el nombre de “mutualismo” para designar a su doctrina. Pensaba que la propiedad era un robo, aunque años después matizó esa postura. Anticipándose al Manifiesto comunista, Proudhon expuso la teoría de la expropiación. El núcleo de ideario era el desamparo de los humildes y la lucha por dotarles de dignidad y libertad. “El obrero civilizado que da sus brazos por un pedazo de pan, que construye un palacio para dormir en una cuadra, que fabrica las más finas telas para llevar harapos, que produce de todo para carecer de todo, no es libre”.
Creía que la libertad por sí misma, la que proclamaban los seguidores del liberalismo, no bastaba si no iba unida a la justicia social. Al contrario que Adam Smith, se pronunció contra la libertad absoluta de comercio.
Célebre discurso. En un famoso parlamento enfrentó radicalmente a la burguesía con la masa de trabajadores, afirmando que “el proletariado realizará un nuevo orden, por encima de la ley establecida, y procederá a una liquidación de la burguesía”. En aquel momento, Proudhon asumió una postura beligerante contra el sistema capitalista. “Pertenezco al partido del trabajo contra el capital”, afirmó. En la cárcel escribió La idea general de la revolución y movió los hilos para crear una alianza del proletariado con las clases medias para derrocar a Luis Napoleón, emperador de Francia.
Propuesta envenenada. Esa idea le costó las críticas de muchos socialistas, que le reprocharon la contradicción de establecer lazos con la burguesía cuando años antes había defendido la contraposición radical del proletariado con las clases medias. Su libro Sobre la Justicia en la Revolución y en la Iglesia, en el que atacó con ferocidad a la religión y al Estado, le valió una nueva condena. Una amnistía le permitió volver al país. En 1863 publicó una de sus obras fundamentales, El principio federativo, en la que desarrolla su idea de federalismo integral. Proponía descentralizar el poder político, disgregar el Estado en comunas y poner la tierra y los instrumentos de producción en manos de los trabajadores. Otra obra importante suya es De la capacidad política de la clase obrera, que influyó mucho en los ideólogos que fundaron la Primera Internacional.
Experto en soberanías. Fue uno de los primeros en distinguir entre soberanía política y soberanía económica, afirmando que aquélla es ficticia cuando se carece de ésta. Aunque se sirvió de un discurso radical, Proudhon era un hombre inclinado a la negociación y a la reconciliación. “No pido la supresión ni la destrucción de nadie. Que la discusión sea libre y mis adversarios se defiendan. Yo hago la guerra a las ideas viejas, no a los hombres viejos”. El creador del anarquismo, o mutualismo, creía en la evolución pacífica, no en la revolución ni en el empleo de la fuerza.
Anticlerical y admirador de la Biblia
Proudhon nació en Besanzón (Francia). Su familia era humilde. Desde su infancia se ganó la vida cuidando vacas y trabajando como tonelero, hasta que aprendió el oficio de tipógrafo, lo que le abrió las puertas a otras actividades relacionadas con el ámbito político e intelectual.
Fue un autodidacta ejemplar. Con mucho esfuerzo logró adquirir diversas habilidades, conocimientos y cultura. Su militancia anarquista le condujo varias veces a la cárcel. Era un feroz anticlerical y un confeso masón. En su obra abundan los ataques a la Iglesia.
En uno de sus más encendidos discursos llegó a afirmar que “Dios es el mal”, para gran escándalo de las clases pudientes francesas. Sin embargo, en los últimos años de su vida admitió que el libro que más le había influido era la Biblia. Creía que existía un nexo de unión entre la obra de Jesucristo y el mutualismo. “Hace dieciocho siglos, la revolución se llamaba el Evangelio, la Buena Nueva (…) El cristianismo creó el derecho de gentes, la fraternidad de las naciones”, afirmó Proudhon.
Texto de F. Cohnen / S. M.