¿Por qué es inmortal la reina Victoria?

La reina Victoria (1819-1901) nunca ha pasado de moda. El estatus de icono ya lo disfrutó en vida, gracias en parte a un reinado extenso (63 años, aunque durante un decenio, con un duelo interminable tras la muerte de su esposo, perdió popularidad) y a una hegemonía, la del Imperio británico, en su momento más álgido. Su fama ha ido siempre ligada, de hecho, a la atracción que ejerce en los británicos la idea imperial. La que fuera emperatriz de la India conoció la cima del poderío mundial de Gran Bretaña.

En lugar de atenuarse con el paso de los años, la fascinación por Victoria y el Imperio se ha transformado en una perenne nostalgia. Lo vemos ahora con el brexit, que es, en cierto modo, una reacción no solo a la crisis de 2008, sino también a la dificultad de encajar la pérdida de relevancia de las islas británicas a nivel global.

El cine se ha ocupado largamente de ese particular glamur cursi de la realeza británica, y Victoria, en especial, ha recibido sus atenciones en los últimos años. Como “abuela de Europa”, se vio en la piel de Judi Dench en Su Majestad Mrs. Brown (1997) y en La reina Victoria y Abdul (2017), y su juventud tenía los rasgos de Emily Blunt en La reina Victoria (2009). Pero es el canal ITV el que ha arrasado hasta ahora con las tres temporadas de la serie Victoria (aquí en Movistar), con el morbo añadido de que sus protagonistas, Jenna Coleman (Victoria) y Tom Hughes (Alberto), se hicieron pareja en la serie. La seducción del personaje crece, aunque también se aleja, en aras de la narrativa, de la historia real, como pasa con cualquier mito.

Con el bicentenario de su nacimiento, el 24 de mayo, da comienzo una sucesión de exposiciones y actos en lugares íntimamente vinculados con la reina, como Kensington Palace (donde nació y vivió de niña), el Victoria and Albert Museum (creado por ella como Museo de Manufacturas), el palacio de Buckingham (residencia real) o la Osborne House, en la isla de Wight (donde pasaba los veranos).

Te contamos algunas curiosidades de una soberana que ha dado nombre a una era:

Reina improbable

Al nacer era la quinta en la línea de sucesión al trono de su tío, Guillermo IV, pero la muerte de su padre y los hermanos de este la convirtieron en reina a los 18 años.

Una infancia infeliz

De niña recibió una dura educación por influencia de un consejero de su madre (su padre, el duque de Kent, murió cuando Victoria tenía poco más de un año). La sobreprotección fue pasmosa. Llegó hasta el punto de no permitírsele bajar una escalera sin que algún sirviente la tomara de la mano. Tuvo que compartir dormitorio con su madre porque no debía estar a solas en ningún momento.

Pequeña gran mujer

Su aya había preparado sales pensando que Victoria se desmayaría al conocer la noticia de la muerte del rey (y, por tanto, de su sucesión), pero no hicieron falta. Eso sí, para la reunión con su consejo horas después, tuvo que sentarse sobre una tarima para que se la viera (medía 1,50 m).

El discurso de la reina

Hablaba inglés, francés, italiano y latín. Pero su lengua materna era el alemán, y tuvo que eliminar el acento germano en su inglés con preparadores.

Con este, sí

Le horrorizaba la idea del matrimonio, porque un marido podía intentar restringir sus poderes, pero cambió de idea al ver a su atractivo primo Alberto en una visita de este a Inglaterra en 1839. Como era la reina, tuvo que proponer el matrimonio ella.

Vaya fiestón

Cambió para siempre las bodas reales en Gran Bretaña. Hasta entonces se celebraban en privado, y la tradición dictaba que debía lucir ropajes de Estado de color carmesí. Victoria organizó una lujosa boda pública con desfile y vistió de blanco. Lo grandioso del espectáculo la hizo tremendamente popular.

Un postre muy sólido

También el pastel de bodas rompió esquemas. Pesaba 136 kilos, medía 2,75 m de circunferencia y 40 cm de altura y hacían falta cuatro personas para transportarlo.

Superviviente

Victoria sufrió al menos seis intentos de asesinato (el primero, en 1840, mientras estaba embarazada de cuatro meses de su primer hijo). También fue acosada por varios hombres. Uno de ellos se coló en palacio y robó su ropa interior.

A por todas

Sometida de niña a una alimentación estricta, de mayor decidió no privarse de nada. En especial, de dulces. En la década de 1840, un médico indicaba que la reina estaba “como un tonel”. Fue por entonces cuando optó por liberarse del corsé. En un país en el que las damas entendían el apetito (y el exceso de peso) como algo de escaso gusto y decoro, Victoria hacía lo que le venía en gana.

Fiel para siempre

Su depresión tras la muerte de Alberto con solo 42 años fue enorme. Hizo que prepararan la ropa para él cada mañana hasta su propia muerte cuarenta años después.

Un linaje extenso

Conocida como la “abuela de Europa”, Victoria tuvo nueve hijos y 42 nietos, que pasaron a formar parte de las familias reales de todo el continente.

Prohibido el negro

Victoria no solo innovó en su boda; también en su funeral. Rechazó el tradicional embalsamamiento, la vigilia y el color negro de duelo. Quiso un funeral blanco, con un desfile militar y con su ataúd sobre un carruaje tirado por ponis blancos.

Para el más allá

Su amor eterno por Alberto no significó que no sintiera también algo especial por su sirviente John Brown (1826-83). En instrucciones secretas, vetadas a la familia, Victoria indicó que quería ser enterrada con el anillo de la madre de Brown, una fotografía del escocés, un mechón del pelo de este y su pañuelo.

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