Prólogo inútil
Estoy cansado de andar
con los versos bien peinados
y quiero hoy alborotarlos
al viento verlos flotar.
Fuerte viento impresionista
que en la torre del poeta
ha clavado la veleta
en dirección imprevista.
Viento que sopló este día
y tal vez no sople más;
vuelo alocado y fugaz
hacia la barroquería.
El alma la dejo en casa
y vengo a hacer el payaso
con mi vestido de raso
y mis volados de gasa.
Bajo mi sombrilla roja,
entre luces y oropeles,
al son de mis cascabeles
danzaré en la cuerda floja.
.
El árbol de la ciencia
Yo vivía en el vago
país de la leyenda,
entre dorados héroes
y diáfanas doncellas.
De una verdad celeste
mi alma estaba llena,
como un prado de aromas
cuando es la primavera.
Pero una mala noche
traspuse las fronteras,
buscando las oscuras
verdades de la tierra.
Al ángel de la guarda
que me siguió en la senda,
lo ahuyenté con mis dudas
como a un perro con piedras.
Las ramas sin aromas
del árbol de la ciencia
hoy en mi frente triste
ponen su sombra negra.
Y fatigo mis manos
Partiendo nueces huecas.
.
Del otro cielo
Ésta es mi copa y la rompo.
Éste mi caballo y lo suelto.
Decid a mis amigos que he muerto.
Que el vino derramado de mi copa
lo beban mi enemigo y mi perro,
y sobre las cenizas de mi casa
dancen ebrios.
Yo con mi propia sed quiero embriagarme
hasta ser una estatua de fuego
Decid a mis amigos que he muerto.
Que mi caballo pase
bajo el arco de rosas y laureles
con otro caballero.
Decid a mis amigos que he muerto,
que he muerto y soy dichoso
de otra dicha que baja de otro cielo.
.
Yo quisiera una sombra
Yo quisiera una sombra que no fuera la mía,
la de una antigua espada, la de un fino cristal,
la del pájaro en vuelo o la nube borrosa.
Una sombra, otra sombra, para verla pasar.
Otra voz que no fuera esta voz que traduce
hace más de treinta años el rumor de mi mar,
una voz de campanas o de ríos llorosos…
Otra voz de otro acento para oírla cantar.
Y quisiera los sueños que no soñaré nunca,
la angustia que mi alma no sentirá jamás,
el terror de las fieras en la selva sombría,
la alegría radiosa de la alondra solar.
De ese desconocido que ha cruzado la plaza
los recuerdos más tristes quisiera recordar.
Llenarme de otras vidas, otra luz, otras muertes…
¡No ser este hombre solo frente a la eternidad!
.
Epitafio para un poeta
No le faltaron excusas
para ser pobre y valiente.
Supo vivir claramente.
Amó a su amor y a la Musas.
Yace aquí como ha vivido,
en soledad decorosa.
Su gloria cabe en la rosa
que ninguno le ha traído.
.
Búsqueda
Aquí perdió el caballo la herradura.
Aquí el camino de la muerte empieza.
Pocos árboles grises. Y la hondura
de la tarde, y el viento, y la tristeza.
Después hallaron el puñal caído
en el polvo amarillo, el cabo roto.
Después leguas sin nada. Y el remoto
viento moviendo el pajonal sin ruido.
Por fin el cuerpo helado
– pobre relieve gris en verde suelo -,
el renegrido pelo
a la frente pegado.
Y sobre el campo la quietud del cielo.
Y el viento que pasaba… y el pasado.
.
Estela
No pongais en mi estela funeraria
mi nombre ni las fechas de mi vida,
ni la piadosa frase dirigida
a salvar mi memoria literaria.
Que en la palabra ajena no se agrave
la confusión creada por la mía,
que el mundo incierto que en mi voz vivía
el tiempo borre y el silencio lave.
Si hay un Dios que me quiere como espero,
yo que por no saber tanto he mentido
quiero aguardar mi eternidad dormido
bajo un mármol por mudo verdadero.