Poemas de Conrado Nalé Roxlo

Prólogo inútil

Estoy cansado de andar

con los versos bien peinados

y quiero hoy alborotarlos

al viento verlos flotar.

Fuerte viento impresionista

que en la torre del poeta

ha clavado la veleta

en dirección imprevista.

Viento que sopló este día

y tal vez no sople más;

vuelo alocado y fugaz

hacia la barroquería.

El alma la dejo en casa

y vengo a hacer el payaso

con mi vestido de raso

y mis volados de gasa.

Bajo mi sombrilla roja,

entre luces y oropeles,

al son de mis cascabeles

danzaré en la cuerda floja.

.

El árbol de la ciencia

Yo vivía en el vago

país de la leyenda,

entre dorados héroes

y diáfanas doncellas.

De una verdad celeste

mi alma estaba llena,

como un prado de aromas

cuando es la primavera.

Pero una mala noche

traspuse las fronteras,

buscando las oscuras

verdades de la tierra.

Al ángel de la guarda

que me siguió en la senda,

lo ahuyenté con mis dudas

como a un perro con piedras.

Las ramas sin aromas

del árbol de la ciencia

hoy en mi frente triste

ponen su sombra negra.

Y fatigo mis manos

Partiendo nueces huecas.

.

Del otro cielo

Ésta es mi copa y la rompo.

Éste mi caballo y lo suelto.

Decid a mis amigos que he muerto.

Que el vino derramado de mi copa

lo beban mi enemigo y mi perro,

y sobre las cenizas de mi casa

dancen ebrios.

Yo con mi propia sed quiero embriagarme

hasta ser una estatua de fuego

Decid a mis amigos que he muerto.

Que mi caballo pase

bajo el arco de rosas y laureles

con otro caballero.

Decid a mis amigos que he muerto,

que he muerto y soy dichoso

de otra dicha que baja de otro cielo.

.

Yo quisiera una sombra

Yo quisiera una sombra que no fuera la mía,

la de una antigua espada, la de un fino cristal,

la del pájaro en vuelo o la nube borrosa.

Una sombra, otra sombra, para verla pasar.

Otra voz que no fuera esta voz que traduce

hace más de treinta años el rumor de mi mar,

una voz de campanas o de ríos llorosos…

Otra voz de otro acento para oírla cantar.

Y quisiera los sueños que no soñaré nunca,

la angustia que mi alma no sentirá jamás,

el terror de las fieras en la selva sombría,

la alegría radiosa de la alondra solar.

De ese desconocido que ha cruzado la plaza

los recuerdos más tristes quisiera recordar.

Llenarme de otras vidas, otra luz, otras muertes…

¡No ser este hombre solo frente a la eternidad!

.

Epitafio para un poeta

No le faltaron excusas

para ser pobre y valiente.

Supo vivir claramente.

Amó a su amor y a la Musas.

Yace aquí como ha vivido,

en soledad decorosa.

Su gloria cabe en la rosa

que ninguno le ha traído.

.

Búsqueda

Aquí perdió el caballo la herradura.

Aquí el camino de la muerte empieza.

Pocos árboles grises. Y la hondura

de la tarde, y el viento, y la tristeza.

Después hallaron el puñal caído

en el polvo amarillo, el cabo roto.

Después leguas sin nada. Y el remoto

viento moviendo el pajonal sin ruido.

Por fin el cuerpo helado

– pobre relieve gris en verde suelo -,

el renegrido pelo

a la frente pegado.

Y sobre el campo la quietud del cielo.

Y el viento que pasaba… y el pasado.

.

Estela

No pongais en mi estela funeraria

mi nombre ni las fechas de mi vida,

ni la piadosa frase dirigida

a salvar mi memoria literaria.

Que en la palabra ajena no se agrave

la confusión creada por la mía,

que el mundo incierto que en mi voz vivía

el tiempo borre y el silencio lave.

Si hay un Dios que me quiere como espero,

yo que por no saber tanto he mentido

quiero aguardar mi eternidad dormido

bajo un mármol por mudo verdadero.

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