“Es posible que en el cielo ni siquiera haya música, por lo tanto gocemos de ella todo lo posible mientras estemos aquí abajo”. Con esta frase terminaba una carta del compositor Pyotr Ilich Chaikovski a su mecenas y amiga Nadezhda von Meck fechada 1887, cinco años antes de la extraña muerte del célebre músico.
Su abrupto final se ha prestado a teorías y suposiciones que no siempre tienen un asidero documental. Es de suponer que una situación donde está en juego la reputación de un célebre y popular compositor por a sus preferencias sexuales en tiempos donde imperaba la hipocresía, se prestaba a fabulaciones y exageraciones.
Hace varios años atrás el tema inspiró dos películas casi coetáneas pero de distinto origen que representaban las dos hipótesis que se barajaban sobre del caso. La versión soviética de Igor Vasilyevich Talankin pintaba a un Chaikovski académico, sólido, brillantes y algo aburrido que accidentalmente bebe agua contaminada por el vibrión colérico y abandonaba este mundo en una bañera (costumbre terapéutica que se usaban en la época preantibiótica). La otra versión, la de Ken Russell (llamada The music lovers o en castellano La otra cara del amor) nos muestra a un genio atormentado, preocupado por ocultar su condición homosexual a punto tal de embarcarse en un desastroso matrimonio y suicidarse para evitar el escándalo.
He aquí el dilema: ¿muerte por gérmenes o por mano propia? La homosexualidad de Pyotr Ilich Chaikovski era bastante conocida en los medios que frecuentaba junto a su hermano Modest -quien compartía las mismas inclinaciones-. Muchas de sus composiciones están inspiradas en los lazos amorosos que lo unieron a varios jóvenes por los que sintió una innegable atracción. Cuando compuso La sexta sinfonía se inspiró en su sobrino Bob Davydov y mientras escribió Romeo y Julieta vivía un secreto romance con su amigo Sergey Kireev.
Para el tiempo de su muerte Pyotr Ilyich mantenía una relación con el hijo del conde Stenbock-Fermor, quien había prometido hacer pública esta situación. Vale aclarar que la sociedad rusa del siglo XIX, si bien rígida para nuestros cánones, no lo era tanto como la inglesa (que condenó a Oscar Wilde por perseverar en sus afectos).
Chaikovski había tratado por todos los medios de mantener en secreto sus inclinaciones sexuales y después de un romance con una soprano italiana, se casó con Antonina Miliukova en 1877, matrimonio que resultó en un completo fracaso porque entonces el compositor se hallaba enamorado del joven y agraciado Kostek quien inspiró su bellísimo Concierto para violín. Como vemos, el corazón de Pyotr Ilich era muy voluble.
Aquellos que abonan la teoría suicida, también argumentan que poco antes del desenlace había llegado a su fin el mecenazgo de la Sra. von Meck, después de una larga relación epistolar, con algo de amor platónicos entre sus líneas, ya que la benefactora (que todos los años le hacía llegar puntualmente 6.000 rublos) jamás conoció personalmente al compositor. Este detalle financiero convirtió a Chaikovski en el único músico ruso que podía dedicarse full time a componer y a viajar por Europa y Rusia, un hecho no menor en su carrera. Hay quienes quieren ver en esta abrupta finalización el desencanto de la señora von Meck al entrarse de las preferencias sexuales de su protegidos. Sin embargo, para el tiempo que los rublos dejaron de llegar al bolsillo de Chaikovski , éste tenía una posición económica desahogada, había adquirido su casa de Klim (hoy convertida en museo) y fue honrado con un título de Doctor Honoris Causal de la Universidad de Cambridge (junto a Grieg, Saint-Saëns, Bruch y Boito). De todas maneras, el fin de esta amistad no dejó de amargar su espíritu sensible; en su diario escribió “la posible felicidad que el destino hubiese podido todavía reservarme, estará envenenado para siempre”.
Hasta mediados del siglo XX se propugnaba la afirmación de los médicos que lo habían atendido, los doctores Lev y Vasily Berterson, quienes también se desempeñaban como facultativos de la familia real.
Según Modest Chaikovski , hermano del músico, éste contrajo cólera mientras cenaba en el restaurante “Leiner” de San Petersburgo el 31 de octubre de 1893, lugar donde había asistido a celebrar el estreno de su Sexta Sinfonía, bien llamada Patética, como el fin de nuestro compositor.
La muerte de Chaikovski suscitó una serie de rumores y sospechas que obligaron a los doctores Berterson a publicar un comunicado, donde daban a conocer los detalles de los últimos momentos de Pyotr Ilich. En el mismo decían haber sido llamados en consulta el 2 de noviembre, por ser Vasily muy allegado a la familia del compositor, alarmados por la sintomatología que presentaba (vale recordar que la madre de Chaikovski había fallecido de cólera cuando el compositor era apenas un niño). Rápidamente reconocieron los signos de la enfermedad y la gravedad del caso. Tomaron las medidas del caso que calmaron los dolores del compositor. La sintomatología cedió al cabo de las horas y aunque el artista dijo sentirse mejor, era evidente la falla renal que complicaba esta afección. Como toda gastroenteritis, se produce un cuadro de deshidratación que de prolongarse lleva a una insuficiencia renal (falta de filtrado de la orina por hipotensión arterial).
En una época sin diuréticos (para forzar la filtración renal) se intentaba paliar el cuadro mediante un baño de inmersión caliente. Chaikovski estaba desalentado y pidió que lo dejaran en paz. “Me da lo mismo si no mejoro” dijo el músico, pero los médicos prefirieron jugar su última carta. Pyotr Ilich murió sumergido en la tina.
A pesar de los esfuerzos de los hermanos Berterson para salvar al compositor, su actuación fue muy criticada porque aún en esos días anteriores a los antibióticos, la enfermedad solo llevaba a la muerte a los casos más graves y en personas con mal estado general -que no era el caso de Chaikovski -.
Todo hubiese quedado en agua de borraja sino fuera por un artículo de la musicóloga rusa Alexandra Orlova publicado en 1981 donde afirma haber tenido acceso a archivos en la casa museo del compositor que a la claras demuestran como Pyotr Ilyich debió “suicidarse” siguiendo el dictamen de un presunto “tribunal de honor” por sus tendencias homosexuales. Al parecer, el conde Stenbock Ferman estaba dispuesto a denunciar la liason que lo unía con su hijo (reproduciendo el escándalo iniciado por el marqués de Queensberry al denunciar la relación de su hijo con Oscar Wilde).
Desde entonces mucho se ha escrito sobre el tema. ¿Acaso Pyotr Ilich se sentía culpable por su homosexualidad? El desastrosos matrimonio con Antonia Miliukova solo duró dos meses porque el artista se sentía emocionalmente bloqueado, malestar que le impedía componer. El musicólogo Roland John Wiley afirmó que el compositor había asumido su sexualidad sin culpas y después de su fracaso matrimonial había logrado cierto equilibrio emocional. Eso sí, Pyotr Ilich estaba consciente de que revelar su orientación sería desastroso para su reputación, aunque bien conocía la tolerancia de la familia real ya que Serguei, el hermano del Zar, también era conocido por sus inclinaciones homosexuales.
¿Hubiesen estas relaciones desencadenado un escándalo como en la rígida sociedad victoriana? En opinión del que suscribe, lo veo poco probable. La muerte de personajes célebres que fallecen en el ápice de su fama, invariablemente van acompañados de fantasías que no siempre exaltan el prestigio del artista.
Si alguna vez va a Moscú hágase un tiempo para visitar el cementerio de Tikhvin y deje una flor sobre la tumba de Pyotr Ilich Chaikovski, el músico que gracias a su hipersensibilidad creó algunos de los momentos más sublimes de la historia de la música.