Douglas MacArthur: “Los viejos soldados no mueren, sólo se desvanecen”

La vida del general Douglas MacArthur es larga y compleja, pero puede resumirse en una frase: fue el militar más condecorado de los Estados Unidos.

Aprendió a cabalgar y disparar antes que leer o escribir, y acompañó a su padre, héroe de la Guerra Civil de los Estados Unidos por los fortines del Lejano Oeste persiguiendo la sombra de Gerónimo. Arthur MacArthur llegó a ser gobernador de las Filipinas, cuando era un dominio norteamericano después de haberlas perdido España junto a Cuba y Puerto Rico.

Douglas entró a West Point con el mejor promedio y egresó como el primero de su promoción, uno de los pocos casos dentro de la Academia (el otro había sido el general Robert Lee). También ganó un bien merecido prestigio de arrogante y valiente.

Junto al general Pershing persiguió a Pancho Villa por el norte de México junto a otros jóvenes tenientes llamados George Patton y Dwight D. Eisenhower, para vengar la por entonces única invasión extranjera que había pisado suelo estadounidense.

Fue miembro del Estado Mayor en Francia, donde recibió no menos de 10 condecoraciones. Los franceses lo llamaban el “D’Artagnan americano”, por su osadía en el campo de batalla que lindaba con lo temerario. No usaba casco ni máscara antigás.

Después de ser intendente de West Point, tuvo una controvertida actuación cuando dispersó una manifestación de excombatientes que reclamaban trabajo, a bayoneta calada.

Ferviente defensor del concepto de tener un ejército fuerte dispuesto a enfrentarse en cualquier escenario bélico, se opuso a los recortes del presupuesto propuesto por Roosevelt en el contexto del New Deal.

El presidente, para alejar del escenario político a un personaje de tanto peso, lo envió como supervisor del ejército de Filipinas, país que hasta poco tiempo antes era dependiente de Estados Unidos.

MacArthur conocía muy bien al archipiélago porque su padre había sido gobernador, y el general había pasado su infancia allí. Entre los miembros de su Estado Mayor estaba su amigo Dwight Eisenhower. En 1937 se retiró del ejército americano y fue nombrado Mariscal de Filipinas.

Después del Pearl Harbor, el presidente Roosevelt lo convocó a servicio activo. Por más que existieran diferencias, el presidente no podía prescindir de sus conocimientos y contactos en la región.

Sin embargo, los japoneses atacaron al archipiélago mientras las fuerzas estadounidenses estaban en inferioridad de condiciones y MacArthur fue conminado a abandonar las Filipinas, a pesar de sus protestas. Fue entonces que pronunció su promesa “I shall return” (volveré), antes de huir en lanchas torpederas en condiciones cinematográficas, a Australia.

Desde allí organizó el contraataque y la reconquista de las islas para cumplir su promesa. A uno de sus generales le dijo “Bob (Eichelberger), quiero que tomes Buna, o no vuelvas vivo…”.

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El general estadounidense Douglas MacArthur, embarcado en el USS Phoenix, en 1944, durante la Segunda Guerra Mundial.
El general estadounidense Douglas MacArthur, embarcado en el USS Phoenix, en 1944, durante la Segunda Guerra Mundial.

 

El 20 de octubre de 1944, desembarcó en el golfo de Leyte, las fotos (también era un estratega mediático) lo muestran con sus lentes de aviador (que se convertirían en un clásico) y su inseparable pipa.

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El 2 de septiembre de 1945 Mac Arthur condujo el destino de un Japón destruido. Preservó al Emperador, por quien tantos hombres y mujeres habían sacrificado su vida y de esta forma, legitimó la ocupación. También juzgó las atrocidades cometidas por soldados japoneses (que incluían torturas, violaciones, ejecuciones sumarias, guerras bacteriológicas y todo tipo de vejaciones).

De los 4.000 juzgados, 920 fueron ejecutados, el resto sufrió prisión. Entre los ajusticiados estaba el general Tomoyuki Yamashita, el responsable de la toma de Filipinas y los excesos cometidos en el archipiélago.

Esta actitud de preservar la figura del emperador a expensas de la condena de sus subordinados fue muy criticada pero terminó siendo un modelo exitoso. Gran parte del proceso de reconstrucción industrial del Japón y la instauración de una democracia duradera con una nueva constitución, se debe a MacArthur.

Sin embargo, esta intención de usar el ejemplo de Japón como potencia económica a fin de frenar el avance del comunismo en Asia, también fue criticada en Estados Unidos, que veía surgir a sus enemigos en la guerra como competidores económicos en la postguerra.

Aún no había llegado el momento cúlmine de su ya notable carrera: la guerra de Corea. Cuando el régimen comunista invadió el sur de la península, MacArthur fue nombrado comandante de las fuerzas internacionales que primero frenaron el avance y luego organizan la invasión del norte de la isla a través de una peligrosa operación anfibia en Incheon.

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General Douglas MacArthur
General Douglas MacArthur

 

Las fuerzas combinadas hicieron un incontenible avance hasta llegar a la frontera con China. MacArthur o “Dig Doug” -como le decían sus soldados por su indicación de cavar trincheras- calculó que China no entraría en el conflicto, pero lo hizo, desplegando un millón de hombres en la estrecha frontera establecida por el río Yalu.

Mientras el presidente Harry Truman prefería una guerra limitada, MacArthur quería extender la guerra contra China, al igual que Patton, en las antípodas, quería avanzar contra Rusia. Los dos antiguos camaradas -y muchos oficiales norteamericanos- creían inevitable una nueva contienda mundial y sostenían que este era el momento del enfrentamiento mientras China y Rusia aún sufrían la devastación por la Segunda Guerra Mundial.

Truman relevó a “Dig Doug” del mando y el general volvió a Estados Unidos como un héroe, aclamado por multitudes y, durante su discurso en el Congreso, fue interrumpido por 30 ovaciones dentro del recinto. Fue en este discurso de despedida, cuando pronunció estas palabras que erróneamente se le atribuyen: “Los viejos soldados nunca mueren, sólo se desvanecen”.

En realidad esta frase pertenece a un escritor español llamado José Mallorquí, autor de 250 libros, quien creó un personaje llamado El Coyote, un justiciero español que lucha contra los invasores norteamericanos en California. De hecho, esta frase (o una muy semejante) está inscripta en el Panteón de los guerreros del Paraguay del cementerio de la Recoleta.

Mac Arthur pensó en dedicarse a la política, pero era demasiado frontal. Apoyó la gestión de Eisenhower de quien fue consejero. Fue presidente de una compañía de computadoras y en 1961 volvió a Filipinas para ser condecorado. Se reunió con el presidente John F. Kennedy, a quien le dio dos consejos: Lo de Bahía de Cochinos (en Cuba) había sido un disparate que no debía repetirse y que evitara el despliegue en Vietnam.

Pasó sus últimos años viviendo en Nueva York, más precisamente en una suite del hotel Waldorf Astoria hasta que, siguiendo esa frase que inmortalizó, se desvaneció el 5 de abril de 1964.

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