Nació el 13 de mayo de 1883 en Troyes, en el noroeste francés, zona de la campiña, ciudad que contiene numerosas reliquias, monumentos y edificios históricos. Su padre era ingeniero industrial y dueño de una empresa textil. Ya desde su infancia demostró inclinación hacia el dibujo, por lo que sus padres le encomendaron a un escultor que perfeccionara sus naturales aptitudes. A los 15 años viajó a París para continuar con sus estudios y en 1904 ingresó en la Escuela de Bellas Artes. Allí se especializó en la aguada, una técnica que la aplicaría en la mayoría de sus obras, que a lo largo de su vida se calcula que fueron unas 250.
En 1910 expuso en Granada y allí conoció al retratista asturiano Francisco Villar. Con él se casó e instaló en Buenos Aires. Ese mismo año contrajeron enlace y fueron a vivir en pleno centro -Avenida de Mayo 1156-. Juntos emprendieron su primer trabajo, la decoración mural del emblemático Club Español, ubicado a escasos metros de su residencia, con paisajes de Granada que sufrieron luego modificaciones en la década del sesenta, criticadas por algunos artistas.
Además de pintor, Francisco Villar, era funcionario del Ministerio de Agricultura, lo que le permitía a la pareja un buen pasar económico. Léonie Matthis inició así una etapa en la que se consagró a pintar una serie de cuadros sobre la ciudad de Buenos Aires que luego expuso con éxito en la Galería Witcomb, al mismo tiempo que formaba un hogar en el que sus hijos tuvieron una presencia destacada -tuvieron ocho-. La consolidación del hogar de los Villar Matthis se dio con la adquisición de una casona en Turdera, localidad de Lavallol, unos veinte kilómetros al sur de Buenos Aires, con grandes ventanales, rodeada de un parque arbolado y ubicada a ocho cuadras de la estación.
En 1919, Matthis obtuvo el primer premio único para extranjeros en el Salón Nacional. En la década de 1920 comenzó una línea de pinturas históricas, característica por sus series (Buenos Aires colonial, Buenos Aires antiguo y moderno, Evocaciones del pasado, Salta y Jujuy, Escenas coloniales de Buenos Aires, Reconstrucción de las Misiones Jesuíticas de San Ignacio Miní, Viaje al país de los Incas, Nueve cuadros sobre la Beata María Antonia de la Paz Figueroa, San Francisco Solano). En su primera exposición de motivos históricos celebrada en 1928, Léonie retrató la vida porteña en las décadas siguientes a la independencia argentina, ilustró las casas bajas, las calles de tierra, los comerciantes ambulantes e inició luego un estudio sobre la Plaza de Mayo y el edificio del Cabildo.
Para la concreción de sus cuadros históricos recurrió al asesoramiento de intelectuales, como los historiadores Ricardo Levene y Enrique Udaondo, el escritor Leopoldo Lugones, Mario Buschiazzo, el sacerdote Guillermo Furlong asesoró a Leonie en la descripción de la edificación de las misiones Jesuitas, entre otros. También recogió información en museos, archivos y colecciones, revisando libros de historia y relatos de viajeros.
Su vida fue asombrosamente activa. Su numerosa familia no le impidió realizar una tarea docente que alternó con sus viajes al norte. Dictó clases y conferencias en Perú, Bolivia, Jujuy y Salta.
“Nuestro oficio es todo de silencio y reflexión, nuestros cuadros hablan por nosotros. El objetivo de mi vida ha sido la reconstrucción y evocación del pasado por medio de la pintura. Pero para hacerlo es necesario el estudio y la investigación. Todo esto requiere años de trabajo y una constancia enorme; además debe formarse el gusto e intensificar su cultura por medio de detenidas visitas a los museos y de recogidas contemplaciones delante de las obras maestras”
En 1936 con motivo del IV Centenario de la Fundación de Buenos Aires produjo la primera serie de trece grandes cuadros titulada “Historia de la Patria a través de la Plaza de Mayo” por encargo de Oscar Carbone y María Luisa del Pino. La serie se expuso ese año en la Farmacia Franco Inglesa. En la década del sesenta, en una subasta pública, la adquiere el Museo de la Ciudad de Buenos Aires Brigadier Cornelio Saavedra, donde permanece expuesta.
En sus últimos años hizo varias ilustraciones sobre la antigua Jerusalén, que no pudo concluir. Murió el 31 de julio de 1952. Curiosamente no hubo flores en su sepelio. El 26 de julio había muerto Eva Perón y en los días subsiguientes no se pudieron conseguir.
He visto muestras de esta artista que me ha fascinado. En el día de ayer fui hasta Turdera; quería caminar la calle que lleva su nombre y comprobé con gran desencanto que ahora se llama Luján, aunque en alguna casa vi su nombre junto al número. Hablando con gente del lugar, me contaron que, aunque los vecinos habían firmado para que su casa (Juan B. Justo y Germán Kurth) fuese declarada Monumento Histórico Nacional, el plena pandemia y calladamente la demolieron. Así se aprecia y conserva nuestro patrimonio cultural. Vergonzoso.