El disco se grabó entre junio de 1972 y enero de 1973, el ingeniero de sonido fue Alan Parsons y la tapa y arte gráfico del mismo fue de Hipgnosis, la empresa fundada por Storm Thorgeson y Aubrey Powell que también haría tapas de discos de Genesis, Zappa, Led Zeppelin y otros grandes grupos de rock. Todas las letras de las canciones fueron escritas por Roger Waters (bajista y letrista), mientras que la composición musical fue compartida, discutida y elaborada grupalmente.
Alentados por el éxito de “Atom Heart Mother” y de “Meddle”, Pink Floyd decidió realizar un álbum temático. Por inapelable decisión de Roger, el tema en cuestión sería la locura o, como se decía entonces, la alienación. Esa propuesta generó problemas de relación con Rick Wright (tecladista), ya que Rick entendió que detrás de ese tema estaba la sombra de Syd Barrett (cantante, guitarrista, compositor y miembro fundador de Pink Floyd, que había “dejado” la banda -más bien “lo dejaron”- y casi literalmente), que padecía de esquizofrenia además de algunas adicciones que hicieron imposible su continuidad en el grupo. Rick argumentó que la elección del tema alrededor del cual giraría el disco le parecía “de mal gusto”.
Y claro que había señales al respecto, como cuando Roger escribe en “Brain Damage” que “el loco está en el césped, después en la sala, luego en su cabeza, y que alguien está dentro de su cerebro, pero que no se trata de él mismo…”.
Otra discusión se abrió entre Roger y Rick cuando descubrieron que el nombre “The Dark Side of The Moon” ya había sido usado justo un año antes por los Medicine Head, un grupo nada trascendente del que no se habló mucho más. Roger, que estaba orgulloso del título que él había elegido, decidió ignorar la noticia, mientras que Rick, con su habitual escrupulosidad, sostenía que había que buscar otro título, y propuso “Eclipse”. Hubo que llegar a una votación: Roger y David Gilmour (guitarrista, quien entró a la banda luego de la salida de Barrett) eran partidarios de “Dark Side”, mientras que Rick y Nick Mason (baterista) votaron por “Eclipse”. Llegados a este punto, Roger, calmado pero firme, y ya claramente posicionado como líder de la banda en esos momentos, le dice a Nick: “¿Sabes cuántos bateristas como tú puedo encontrar?” Resultado: siguiente votación, tres a uno a favor de “Dark Side”.
“The Dark Side of The Moon” fue una puesta al día de las ansiedades que aquejaban a la sociedad británica a comienzos de los años setenta. Alienación y locura (“Speak to me”, “Brain damage”), paranoia (“On the run”), codicia (“Money”), desidia (“Breathe”, “Time”), violencia y agresión (“Us and them”); las preocupaciones de Waters encarnadas en canciones que iban dejando la psicodelia para adentrarse en climas cercanos a lo dantesco. Y es que “The Dark Side of The Moon” fue el álbum en el cual Roger Waters se “apropió” decididamente de Pink Floyd, como portavoz de esa especie de cosmovisión personal que comenzaba a desarrollar. Los créditos musicales eran compartidos, pero por primera vez el bajista tenía el control absoluto de la lírica floydeana.
Varias pistas, sobre todo “Us and Them” y “Time”, son reconocibles por la habilidad que muestran Richard Wright y David Gilmour a la hora de armonizar sus respectivas voces. Alan Parsons perfeccionó el uso de técnicas de estudio como el “doubletracking” de las voces y de las guitarras, y usó multipistas vocales que permitían a Gilmour armonizarse consigo mismo. También utilizó efectos especiales en voces e instrumentos y el desplazamiento de sonidos entre canales (muy audible en la mezcla cuadrafónica de “On the Run”, en la que el sonido de un órgano Hammond B3 gira rápidamente alrededor del oyente).
¿Y los agudos de Clare Torry en “The Great Gig in the Sky”? Alan Parsons relata que, en la grabación, el lenguaje corporal y gestual de Clare hacía pensar en un estado especial de excitación que ella misma iba retroalimentando. ClareTorry era una cantante sesionista y compositora que trabajaba habitualmente en los estudios Abbey Road. Parsons la había oído en algunos álbumes pop y la invitó al estudio para cantar en “The Great Gig in the Sky”. Los miembros de la banda le explicaron el concepto que había detrás del álbum, pero fueron incapaces de explicarle lo que debía hacer exactamente. Gilmour estaba a cargo de la sesión, y en unas pocas tomas breves, un domingo por la noche, Clare improvisó una melodía sin letra para acompañar el emotivo solo de piano de Richard Wright. Al terminar la sesión, Clare se acercó y se disculpó con Parsons y con Rick por “haberse dejado llevar”… “Pero ¡bendita mujer! ¡Tú serás el éxito de este disco!” contestó Parsons. “Ella, sonrojándose, balbuceó algo confuso acerca de una sensación de posesión, luego se cubrió los ojos con la mano y se fue.”
Con “The Dark Side of The Moon”, Pink Floyd abandonaba la psicodelia que los había visto crecer para acercarse a una especie de pop progresivo que no contaba con demasiados precedentes. Buscaban una manera de sacudirse la camisa de fuerza de Syd Barrett, pero también de cultivar una identidad propia dentro del más que competitivo mundo musical de aquellos años.
Porque, hay que decirlo, esta especie de veta progresiva que inauguraban con “Meddle” y “The Dark Side of The Moon” se parecía poco y nada a la de los grupos progresivos sinfónicos. “El Lado Oscuro de La Luna” era un disco de canciones, pero podía escucharse perfectamente como una obra integral. Era una estructura a gran escala que ligaba ideas, temas y motivos que se transformaban continuamente, pero con una matriz reconocible.
Hay “un antes y un después” de “The Side of The Moon”, una obra que trascendió la época y el género musical al que pertenece. O sea, un clásico. Como dice Waters, en la última frase del último de los diez temas del disco: “…and everything under the sun is in tune, but the sun is eclipsed by the moon…”
Así sea.