Pensar el poder

Michel Foucault, el posmodernista francés, ha tenido una influencia decisiva en la configuración de una nueva comprensión del poder, transportando el análisis de los actores que usan el poder como instrumento de coerción, e incluso de las discretas estructuras en que operan sobre esos actores, hacia la idea de que “El poder está en todas partes”. El poder para Foucault es lo que nos hace lo que somos, operando en un nivel muy diferente al de otras teorías.

Su trabajo marca un alejamiento radical de los modos anteriores de concebir el poder y no se puede integrar fácilmente con ideas anteriores, ya que el poder es difuso en lugar de concentrado, encarnado y ejecutado en lugar de poseído, discursivo en lugar de puramente coercitivo, y constituye agentes en lugar de ser desplegado por ellos.

Foucault es uno de los pocos escritores sobre el poder que reconocen que el poder no es solo una cosa negativa, coercitiva o represiva que nos obliga a hacer cosas contra nuestros deseos, sino que también puede ser una fuerza necesaria, productiva y positiva en la sociedad.

El poder es también una fuente importante de disciplina social y conformidad. Al desviar la atención del ejercicio de poder “soberano” y “episódico”, tradicionalmente centrado en los estados feudales para obligar a sus súbditos, Foucault señaló un nuevo tipo de “poder disciplinario” que podría observarse en los sistemas administrativos y servicios sociales que se crearon en la Europa del siglo XVIII, como cárceles, escuelas y hospitales psiquiátricos. Sus sistemas de vigilancia y evaluación ya no requerían fuerza o violencia, ya que las personas aprendían a disciplinarse y comportarse de la manera esperada.

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A Foucault le fascinaban los mecanismos de vigilancia de las prisiones, la disciplina escolar, los sistemas para la administración y el control de las poblaciones y la promoción de normas sobre la conducta corporal, incluido el sexo. Estudió psicología, medicina y criminología y sus roles como cuerpos de conocimiento que definen las normas de conducta y desviación. Los cuerpos físicos están subyugados y se comportan de cierta manera, como un microcosmos de control social de la población en general, a través de lo que él llamó “bio-poder”. La disciplina y la bioenergía crean una “práctica discursiva” o un cuerpo de conocimiento y comportamiento que define lo que es normal, aceptable, desviado, etc., pero es una práctica discursiva que, sin embargo, está en constante cambio.

Un punto clave sobre el enfoque de poder de Foucault es que trasciende la política y ve el poder como un fenómeno cotidiano, socializado y encarnado. Esta es la razón por la cual las luchas de poder centradas en el estado, incluidas las revoluciones, no siempre conducen a un cambio en el orden social. Para algunos, el concepto de poder de Foucault es tan esquivo y retirado de la estructura que parece haber poco margen para la acción práctica. Pero ha sido muy influyente al señalar las formas en que las normas pueden estar tan integradas como para estar más allá de nuestra percepción, lo que nos obliga a disciplinarnos sin ninguna coerción voluntaria de los demás.

Foucault fue un activo comentarista social y político que vio un papel para lo que llamó el “intelectual orgánico”. Sus ideas sobre la acción estaban, como las de Hayward, relacionadas con nuestras capacidades para reconocer y cuestionar las normas y restricciones socializadas.

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