Orozco: el Goya mexicano

De muy chico conoció los grabados de José Guadalupe Posadas, los cuales lo llevaron a interesarse por la pintura. Las primeras lecciones de color las obtuvo observando a Posadas trabajar en la tienda de Vanegas Arroyo cuando regresaba de la escuela y más tarde en la Academia de Bellas Artes de San Carlos donde tomó clases nocturnas de dibujo.

En 1897 lo enviaron a estudiar a la Escuela Nacional de Agricultura en San Jacinto, y aunque a José no le interesaba en lo más mínimo esa carrera, logró ganar dinero dibujando mapas topográficos que luego destinó a cortejar a Margarita Valladares, quien años después sería su esposa y madre de sus tres hijos.

Su primera exposición pública fue en 1916 en la librería Biblos de la Ciudad de México. Estuvo constituida por un centenar de pinturas, acuarelas y dibujos que, con el título de “La casa de las Lágrimas“, estaban consagradas a las prostitutas y revelaban una originalidad en la concepción, una exploración de lo “desemejante” que no exceptuaba la compasión y optaba, decisivamente, por la crítica social.

Para 1922 se unió a Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Rufino Tamayo y otros artistas para iniciar el movimiento muralista mexicano, que tan gran predicamento internacional llegó a tener y que llenó de monumentales obras las ciudades del país y de varias otras del mundo. De tendencia anti malinchista, didáctica y popular, el movimiento pretendía poner en práctica la concepción del “arte en la calle” que los pintores defendían, poniéndolo al servicio de una ideología claramente izquierdista.

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Mural en la Baker Library, Dartmouth College

Mural en la Baker Library, Dartmouth College

Durante los siguientes años viajó por los Estados Unidos donde realizó tres murales importantes. En Nueva York, ciudad que visitaba por segunda vez, se dedicó a trabajar y exhibir sus obras. Realizó dibujos sobre escenas de la Revolución y una serie de óleos: “Queenboro Bridge“, “The Curbz“, “Winter” y “The Subway“, que mostraban el carácter deshumanizado y maquitrista de la gran urbe.

A su regreso a México, previo paso por Europa (se inspiró en Roma, se perdió en París y odió Londres), José Clemente realizó, frente al mural de Rivera “El Hombre en la encrucijada” en el Palacio de Bellas Artes, el gran tablero rectangular “Katharsis”: una sangrienta representación del conflicto moderno entre el hombre contemporáneo y el caótico mundo mecanizado que lo rodea y al mismo tiempo lo oprime.

Orozco fue un artista que eligió el “compromiso político”, un artista cuyos temas referentes a la Revolución reflejan, con atribulado brío y extraordinaria destreza, la tragedia y el heroísmo que llenan la historia mexicana, pero que dan fe de una notable penetración cuando capta los tipos culturales o retrata el gran mosaico étnico de su país.

Murió congruente y soberbio siendo sepultado en la Rotonda de las Personas Ilustres en la ciudad de México dejando infinidad de producciones plásticas y varios pares de OBRAS monumentales.

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