“Ni ebrio ni dormido”

El 5 de diciembre de 1810 el secretario de la Primera Junta, Mariano Moreno, pasó frente al Cuartel de las Temporalidades, donde los oficiales del Regimiento de Patricios celebraban la primera gran victoria de las tropas patrias en Suipacha. El jefe de este regimiento era Cornelio Saavedra, el presidente de la Junta con quien Moreno había tenido repetidas diferencias a lo largo de esos primeros meses de gobierno. Cuando Moreno pretendió entrar al recinto, un centinela le negó el paso. Don Mariano tomó esta prohibición como una ofensa personal, aunque la actitud del centinela – cuyo nombre se ha perdido en la penumbra de los tiempos –, era la correcta, ya que Moreno no se había dado a conocer (era don Mariano el secretario de guerra de dicha junta).

A las pocas horas llegó a los oídos del susceptible secretario el rumor de que en esa recepción, se le había ofrecido una corona a Saavedra. Efectivamente así había sido, pero el responsable de dicho ofrecimiento era un oficial llamado Atanasio Duarte, que esa noche (y según las malas lenguas, frecuentemente) había bebido en exceso. Los efluvios del alcohol lo habían empujado a ofrecer una corona de dulces a don Cornelio y después a su esposa Saturnina, que estos, obviamente, rechazaron, como relató el mismo Saavedra en una carta que le escribió a Feliciano Chiclana – por entonces auditor del ejército del norte –. Sin embargo, el mal estaba hecho.

Saavedra era el jefe del grupo más conservador, que había chocado en repetidas oportunidades con la vehemencia jacobina de Moreno, quien había pedido, pocos meses antes, la ejecución del ex virrey Cisneros, a la que Saavedra se opuso firmemente. Era esta la oportunidad de mostrar su poder dentro de la Junta, y a tal fin Moreno hizo aprobar a los demás miembros de la Junta un decreto redactado por él mismo, suprimiendo honores y escolta al presidente de la Junta, Saavedra. Sin protestar, fue Saavedra el primero en firmar el decreto.

En dicho decreto se establecía que se tributaran honores solamente a la Junta reunida en pleno para actos oficiales, y que las esposas de los miembros de la Junta no tendrían prerrogativa alguna. En cuanto al oficial, Atanasio Duarte, quien con este brindis “había ofendido la probidad del presidente y atacó los derechos de la patria”, por estar embriagado se le perdonaba la vida, pero se lo condenaba al exilio porque ningún habitante, “ni ebrio ni dormido”, debía tener expresiones contra la libertad de su país. Mariano Moreno sostenía que si un pueblo desea ser libre debe observar “el sagrado dogma de la igualdad”.

Dicho reglamento constaba de 16 artículos para evitar cualquier malentendido porque el tema implicaba que esta coronación era un desafío a Fernando VII, el monarca español, tras cuya máscara se ocultaba el movimiento revolucionario. De allí la prisión al pobre Duarte…

Según afirmara Tomás Guido, Mariano Moreno estaba firmando su propia condena.

Mucho tiempo ha transcurrido desde entonces, pero la expresión persiste, aunque no así el espíritu;…ebrios y dormidos han coronado a reyezuelos con la re-re-reelección, principio que lesiona al mismo concepto de democracia, basada en la alternancia. Ya lo había dicho George Washington cuando rechazó la tercera presidencia. “Luché toda mi vida contra la monarquía y si acepto este nombramiento solo traicionaría mi lucha”, dijo el primer presidente norteamericano. No debemos sacrificar el esfuerzo de estos hombres que pelearon por la República y la democracia por la ambición desmedida de unos pocos. Ni ebrios ni dormidos.

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