Mulas en vuelo

¿No es algo inocente un pañal para niños? Indudablemente sí. Hoy en día, hay bandas de narcotraficantes que utilizan bebés para transportar droga, insertando globitos de cocaína líquida dentro de los pañales. Fácil de transportar, dificilísimo de detactar. Esto tiene su parte negativa (para los narcos, obviamente): si bien la coca es muy soluble, el proceso de cristalización necesario para hacerla vendible representa un costo adicional bastante importante. Las personas con discapacidad motriz son bienvenidas: en los caños de las sillas de ruedas y en sus forros también se esconde la coca.

Los ejemplos de artilugios para transportar droga son innumerables e insólitos: se esconde cocaína en las fundas de las guitarras, bajo la sotana de un falso cura, en el estómago de los perros, en cajas de flores, en el interior de cigarros, en caramelos y galletas rellenas, en cuadros, en pieles curtidas, en estatuillas religiosas, en libros infantiles, en troncos de madera, en pescado congelado, en prótesis mamarias, en partidas de madera para parquet, en cargamentos de maníes, debajo del pelo en un peinado de copa, entre granos de café, en latas de palmitos, de espárragos, de garbanzos, dentro de globos de cotillón, en alfombras, etc etc.

En la isla de Curazao, en el Caribe, hay una escuela de mulas. Los aspirantes a mulas viajan desde muchos lugares, y allí los narcotraficantes les enseñan cómo empaquetar y tragar las bolitas sin hacerse daño, utilizando su propio estómago como depósito de droga para las travesías aéreas.

Durante las primeras fases del adiestramiento practican tragando uvas, trozos de zanahoria o de plátano; luego lo hacen con preservativos (condones) llenos de azúcar en polvo. Cuando faltan dos semanas para el viaje programado, la mula debe iniciar una dieta que regule su ciclo digestivo, con un menú más bien ligero.

Se tarda bastante en hacer bajar las bolitas de droga hasta el estómago. Hay que caminar, palparse el abdomen, ayudarlas tomando yogur o incluso vaselina. Para expulsar las bolitas (de un tamaño similar al de las cápsulas que contienen las sorpresas de los huevitos Kinder tan conocidos) hay que consumir fruta y verdura.

Una mula principiante logra ingerir 30 o 40 bolitas, un experto llega hasta 120 (¡!); el record actual es el de un hombre que fue detenido en el aeropuerto Amsterdam-Schipol en 2009, quien ingirió 218 bolitas que contenían en total 2,2 kg de cocaína.

Cada bolita contiene entre 5 y 10 gramos de cocaína. Si se rompe aunque sea una sola de las bolitas durante el vuelo, la mula morirá de sobredosis en medio de un dolor agudo. Si ls bolitas quedan intactas y la mula logra llegar a su destino, aquella cocaína que fue pagada a algo más de 3.000 euros el kilo en el lugar del embarque, se venderá entre 40.000 y 60.000 euros el kilo, según el país europeo donde se comercie. Una vez en la calle, el precio es muy variable pero puede ir desde los 60 hasta los 150 euros el gramo (¡!); el precio de la coca en la calle es hoy más bajo que hace 15 años.

Las mulas tienen que seguir reglas estrictas: antes de tragarse las bolitas toman fármacos antieméticos, anticolinérgicos y antidiarreicos (para evitar vomitar, movimientos peristálticos intestinales y evacuación intestinal), y durante el vuelo no pueden consumir otra cosa que no sea leche, jugo y arroz. La mayor parte de los transportes resultan exitosos, ya que las bolitas “modernas” son muy resistentes a los jugos gástricos, hasta el punto que para abrirlas al llegar a destino es necesario cortarlas con un cuchillo. Hace año se usaban preservativos, pero esos materiales ya están en desuso.

Las bolitas deben ser expulsadas antes de las 36 horas después de ser deglutidas. De lograrlo, se dice que la mula ha “coronado”, es decir, ha completado exitosamente el traslado de la droga. El término proviene del juego de damas, en el que el peón que llega al extremo opuesto del tablero es coronado, dejando de ser peón para convertirse en “dama”.

Quien hace de mula tiene que ser, ante todo, buen actor. Un turista es ideal. Mejor no tener sobrepeso, ya que demasiadas cápsulas de droga distienden (“hinchan”) el abdomen y llaman la atención de los guardias en los aeropuertos; de hecho, los primeros en ser detenidos suelen ser hombres gordos que viajan solos.

El pago se efectúa exclusivamente una vez efectuada la entrega; los “honorarios” son más que variados y dependen tanto de la cantidad de candidatos en cada momneto hasta de las necesidades de las mulas. Hay quienes pagan alrededor de 500 dólares más algún viático, una compra de valor o un obsequio importante; la mayoría cobra alrededor de los 1.500 dólares, y si el viaje es a Europa y se transporta mucha cantidad de bolitas el pago puede llegar hasta 5.500 dólares. Las mulas que transportan drogas por tierra reciben un pago que no supera los 1.000 dólares. Pero su historia es otra, suelen ser las mulas-hormiga.

Europa necesita coca, y nunca parece ser suficiente. Hasta el año 2000 la coca llegaba a las capas altas de la sociedad, pero ahora la cocaína llega a todos; los narcotraficantes han bajado su precio y así han inundado el mercado europeo. Según el Observatorio Europeo de Drogas y Toxicomanía, el número de consumidores de cocaína se ha duplicado entre 2002 y 2006. Ahora el mercado se ha estabilizado, tiene sus consumidores y sus hábitos. El alma del comercio de la coca no es la publicidad, es el hábito, la creación de la necesidad de consumir, tan asentada en la conciencia que ya ni siquiera se considera necesidad.

Y un transporte no exitoso que culmine con la mula detenida es algo dramático para la mula y apenas un “pase a pérdida” del cargamento para los narcos.

“Negocios son negocios, se gana y se pierde”, dicen.

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