Mozart y Salieri: la historia y la leyenda

Sobre textos de Pushkin se han escrito más de un centenar de óperas. La síntesis feliz entre la influencia francesa y la shakespeariana, de una parte, con el rico acervo popular de otra (con su característica mezcla entre lo realista y lo sobrenatural) constituyeron el modelo de la literatura romántica rusa, y de ahí su éxito de cara a la producción de un operismo autóctono. Modelo en el que la idealización del pasado corre pareja con lo legendario y en el que la presencia de personajes históricos es un dispositivo formal de cara al establecimiento de un determinado tipo de verosímil literario: ejemplo especialmente cualificado, el constituido por Mozart y Salieri.

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Salieri pone veneno en el vaso de Mozart. Grabado de Mijaíl Vrúbel en 1884.

Salieri pone veneno en el vaso de Mozart. Grabado de Mijaíl Vrúbel en 1884.

El mecenas del ‘Réquiem’

Toda la historia carece de base documental: la realidad es que el Réquiem había sido encargado por Franz von Walsegg (1763-1827), un conde melómano y excéntrico que adquiría numerosas obras, raspaba el nombre del compositor correspondiente y escribía luego el suyo en la partitura con el propósito de hacerla pasar por hija de su numen en las ejecuciones privadas que realizaba en su castillo de Stuppach.

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Cuando Mozart decide establecerse en Viena en 1781, Salieri (que le llevaba seis años) ya era compositor de corte y director de la ópera italiana como sucesor del fallecido Florian Gassmann. Era uno de los cargos musicales más importantes (y mejor pagados) en la Europa de la época.

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Retrato póstumo de Mozart (1819)

Retrato póstumo de Mozart (1819)

El primer gran encargo

Al año siguiente de su establecimiento en Viena, gracias al conde Rosenberg, intendente de los teatros imperiales, y a Gottlieb Stephanie, director del National Singspiel, Mozart tuvo su primer encargo importante: Die Entführung aus dem Serail.

Al parecer, Mozart había tenido un encontronazo con Salieri ya en 1781, cuando éste fue elegido en su lugar como profesor de canto y de piano de la princesa Isabel de Wurtemberg. La elección de Salieri era perfectamente lógica: era un profesor prestigiosísimo y muy asentado profesionalmente que, años después, sería maestro de jóvenes como Beethoven, Schubert y Liszt (que nos han dejado sinceros elogios de su capacidad), así como de Franz Xaver, el hijo más pequeño de Mozart, cuyas excepcionales condiciones no se cansaba de alabar.

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Las pretendidas insidias adjudicadas a Salieri tienen poco fundamento: meses atrás, él, Mozart y otro músico apellidado Cornetti (probablemente, Alessandro Cornetti, profesor de canto activo en Viena) habían compuesto al alimón una cantata titulada Per la ricuperata salute di Ofelia (el nombre de la protagonista femenina de La grotta di Trofonio), con texto de Da Ponte, para celebrar que Nancy Storace, que luego sería la primera Susanna (y con quien Mozart mantuvo, al parecer, un romance en los años de su estancia en Viena), hubiese superado una afección de origen depresivo que la había dejado totalmente áfona en el verano de 1784 y que le duró casi cuatro meses.

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Mozart habría podido hacer carrera trasladándose a Praga, pero su obsesión era triunfar en la capital del imperio. Sabemos que, en los últimos meses de 1791, un grupo de nobles pertenecientes a la Dieta Bohemia (algo así como el Gobierno autónomo, constituido por masones en su mayoría) había llegado a un acuerdo para subvencionar a Mozart con una sustanciosa anualidad si decidía trasladarse a Praga y trabajar allí con total libertad (como Beethoven en Viena unos años más tarde), pero Mozart no quería instalarse en una capital de provincia y su prematura muerte impidió que la idea fuese más allá de un mero proyecto.

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Fotograma de la película

Fotograma de la película ‘Amadeus’ (1984).

En film Amadeus sólo resulta memorable la escena en que Mozart, en su lecho de muerte, describe ante Salieri la música que está componiendo para el Réquiem mientras se escuchan los fragmentos de las partes vocales e instrumentales al conjuro de sus palabras como en una suerte de plano subjetivo de registro sonoro.

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