Miguel Hernández, el poeta que murió con los ojos abiertos: estos son los versos que resumen supoesía de guerra

No llegó a cumplir los 32 años. Miguel Hernández murió joven y a consecuencia de una tuberculosis en el penal de Alicante. Su lucha por la defensa de la República le llevó a la muerte hace 76 años.

“Cantando espero a la muerte,

que hay ruiseñores que cantan

encima de los fusiles

y en medio de las batallas”

(Vientos del pueblo me llevan)

Pero fue un 30 de octubre, cuando nació el poeta. Lector empedernido desde niño, cuentan que su padre le pegaba cada vez que le veía leer por la noche.

Trabajando en el campo, en su Orihuela natal, comenzó a escribir. Su infancia en Alicante y sus raíces impregnarían luego gran parte de su obra. “Miguel era tan campesino que llevaba un aura de tierra en torno a él”, afirmaba su gran amigo Pablo Neruda.

“Pintada, no vacía:

pintada está mi casa

del color de las grandes

pasiones y desgracias”.

(Canción última)

En plena Guerra Civil fue encarcelado y condenado a muerte. Una pena que gracias a sus amigos y a sus admiradores dentro del bando nacional fue conmutada por 30 años de cárcel. Un período en el que sufrió por su mujer, perdió a uno de sus hijos y enfermó.

“Cuerpos que nacen vencidos,

vencidos y grises mueren:

vienen con la edad de un siglo,

y son viejos cuando vienen”

(Llamo a la juventud)

Al paso de los años, sus amigos le pidieron que se arrepintiese, que renegase de su defensa por la República. Pero nunca aceptó lo que para él era una humillación y prefirió seguir fiel a sus ideas hasta el final de sus días.

“Que mi voz suba a los montes

y baje a la tierra y truene,

eso pide mi garganta

desde ahora y desde siempre”

(Sentado sobre los muertos)

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