Mary Quant, la diseñadora de una pequeña gran idea

Diseñó brillantes impermeables de plástico, transformó delantales grises en minúsculos vestidos e inspirada en el pop art, el op art, y los viajes del hombre al espacio, inventó estilos arriesgados y llenos de color. Pero lo máximo fue la mini, que saltó a la fama cuando apareció en una tapa de la revista Vogue, en 1964, que sigue vigente y reeditada asoma, cada tanto, en las pasarelas de moda de todo el mundo.

Nacida el 11 de febrero de 1934 en Londres, Mary Quant cumple hoy 86 años. Comenzó su carrera a mediados de la década del 50, cuando abrió Bazaar, una tienda en King’s Road y convirtió sus vidrieras en postales fashion. Al principio revendía ropa de otros diseñadores, pero cuando se cansó de buscar lo que quería sin encontrarlo, empezó a ofrecer sus propios diseños.

Así, enseguida, su boutique se convirtió en un éxito: “Cerraba el negocio muy tarde. La gente hacía cola para entrar”, contó Quant. Puso de moda la minifalda, las medias panty de colores, los suéteres de canalé, los hot pants y los cinturones a la cadera. Sus diseños pegaron fuerte en los años 60, y representaron fielmente la moda británica del swinging London.

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De controvertido a popular

Diseñaba con materiales económicos y coloridos, y sobresalía entre los estilistas caros y populares del establishment inglés: lo suyo era pura provocación. Tanta, que hasta la Iglesia puso el grito en el cielo frente a su minúsculo diseño. Fue un escándalo. Pero todas las famosas, divas y modelos de la época (Twiggy, Brigitte Bardot, Nancy Sinatra, Pattie Boyd, Jean Srimpton y otras) la usaron, y el controvertido diseño pasó a ser popular. Lo más interesante es que cuando su mini era moneda corriente, Quant decidió decretar su muerte. Corría 1968 y bajó otro mandato: la maxifalda, que llegaba a los tobillos, pero la mini nunca más desapareció.

Sus diseños cruzaron todas las fronteras, fue discutida y aprobada cien veces. Quant tuvo mucho éxito en los Estados Unidos, donde trabajó para la cadena J. C. Penney, y también irrumpió con fuerza en Japón.

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Es una de las pocas diseñadoras británicas condecorada por la reina Isabel II. En 1966 recibió la Orden del Imperio Británico (un grado superior del que la soberana entregó a los Beatles), y la recibió, por supuesto, en minifalda. También trabajó en vestuarios de películas como Georgy Girl (1966) y Two for the road (1967). Ese año aseguró : “El buen gusto ha muerto. Lo vulgar tiene vida”.

Hace unos años su empresa fue comprada por un grupo japonés, y hoy todos sus conceptos de color se traducen en boutiques (Londres, Nueva York y Tokio), con maquillaje, paraguas, bolsos y accesorios. También, en sus libros Color by Quant, The ultimate make-up, Blown Away, Quant by Quant y otros.

“Crecí haciendo mis propios diseños porque no me gustaba la ropa como estaba dada. Ese es todo mi secreto”, explicó alguna vez.

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