En España, a principios de los años 30 del siglo pasado, una clase proletaria exigía su prevalencia frente a una clase acomodada que era reticente a abandonar sus prerrogativas; las diferencias no encontraron puntos de acuerdo y en este ambiente se dieron las elecciones de 1936 en que los grupos de ideología socialista salieron ganadores y se hicieron del control del país ibero, en lo que se llamó “La Segunda República”.
En este ambiente el ejército dirigido por Francisco Franco se unió a los perdedores y surgió una guerra civil que dividió a los españoles.
En ese tiempo Alemania se estaba reconstruyendo militarmente y este escenario fue una oportunidad para ensayar las técnicas bélicas que derivaban de las últimas tecnologías armamentistas, entre las cuales estaban los bombardeos masivos a las ciudades, en los que se afectaba gravemente a la sociedad civil.
Los niños fueron muy posiblemente las principales víctimas de esta guerra, pues además de los daños causados por los bombardeos a ciudades que provocaban muertes y lesiones a los infantes y sus padres, debe agregarse el que ambos bandos buscaban el adoctrinamiento ideológico de los niños que eran sacudidos en su educación por las ideas de los grupos que tuvieron el control del territorio en el cual vivían.
Fue común en ambos bandos la explotación propagandística de las crueles imágenes del sufrimiento de los niños buscando el desprestigio de la parte contraria.
Para 1937 muchas ciudades españolas sufrieron una fuerte ofensiva que causó graves daños y dejó a muchos niños huérfanos o alejados de sus padres. Esta situación provocó el surgimiento a nivel internacional de un movimiento para apoyar a estos huérfanos y desplazados. Así, países como Francia, Suiza, Bélgica, Dinamarca, Rusia y México abrieron sus puertas para que niños en riesgo fuesen a radicar en su territorio, en tanto continuaba el conflicto bélico en España y con la posibilidad de repatriarlos cuando las condiciones de tranquilidad y paz volvieran a dicho país.
En el caso específico de México, el entonces presidente Lázaro Cárdenas, de ideas socialistas, le llevaban a apoyar a los republicanos de España, lo que abrió las puertas de ese país para recibir, primero, a los infantes y, posteriormente, a aquellos refugiados españoles que tuvieron que exiliarse de su patria con motivo del gobierno franquista.
En lo que concierne a los niños, Amalia Solórzano, esposa de Cárdenas, creó un “Comité de ayuda a los niños del pueblo español” y fue así como alrededor de 450 niños, muchos de ellos de Madrid y Barcelona, salieron de España embarcados en el buque Mexique, que llegó el puerto de Veracruz en junio de 1937. De ahí fueron trasladados a la ciudad de Morelia, en Michoacán, donde se les instaló en dos edificios adaptados para para ser utilizados como internado y escuela.
El primer director de este colegio fue Lamberto Moreno, de quien luego se descubrió tenía tendencias hispanofóbicas, lo que motivó maltrato a los niños y fue la muerte accidental por electrocución de uno de ellos la circunstancia que a la postre provocó la sustitución del director por Paulo Nava, quien ante su incapacidad, fue sustituido en poco tiempo por Roberto Reyes Pérez.
Como se puede observar, existía una situación caótica en el internado, pero además la instrucción socialista que recibían los niños fue provocando divisiones entre ellos y rechazo a los que tenían una formación derechista y católica, por lo que la vida no debe haber sido fácil dentro de las paredes de ese internado.
Para 1939, 167 niños habían dejado el refugio, algunos reclamados por parientes que vivían en México, otros por adopción y otros que se habían fugado del internado.
En abril de ese mismo año la Guerra Civil en España había concluido y Francisco Franco había asumido el poder, pero el gobierno de Cárdenas, que apoyó a la parte contraria, decidió romper relaciones diplomáticas con el país europeo, lo que dificultó la repatriación de los menores, situación que se agravó unos meses después cuando estalló la Segunda Guerra Mundial.
En 1940 Manuel Ávila Camacho asumió la Presidencia de México, quien recortó el presupuesto a la escuela de los niños expatriados y, con el tiempo, cuando ya sólo quedaban 60 jóvenes, el colegio se cerró y estos fueron echados a la calle, donde tuvieron que buscar su supervivencia como pudieron, pues la educación que habían recibido no les había preparado lo suficiente para desenvolverse con éxito en la sociedad en que habían sido inmersos siendo niños, cuatro años antes.
Con el paso de los años estos niños se convirtieron en hombres de provecho para México y otros países a los que emigraron y formaron una organización denominada “Mutualidad España-México”, la que el 3 de junio de 1987 realizó una ceremonia en la que celebraron sus 50 años de arribo a México y agradecieron post mortem al presidente Cárdenas por haberlos recibido en ese país.
No fueron los únicos que el conflicto bélico en España llevó a México. Se calcula que entre 1939 y 1942, cerca de 30,000 refugiados llegaron a ese país, muchos de ellos empresarios, intelectuales, artesanos especializados y otros que contribuyeron en buena medida para el desarrollo de la nación que les cobijó.
Con aprecio recuerdo libros que consulté en la universidad, que fueron escritos por maestros de universidades españolas que encontraron en tierra azteca refugio a la persecución que habían sido objeto en su propia patria. Mucho ganó México con esta diáspora y también mucho perdió España por un conflicto de grupos que no supieron reconciliar sus diferencias.
Texto extraído de aquí