Los entramados de la política en el año de la Independencia

En ese entonces el norte del país estaba solamente protegido por las milicias de Güemes, después que las fuerzas de Rondeau fueran destruidas en Sipe Sipe. A esta amenaza se sumaba el ejército de Morillo, preparado para la reconquista del Virreinato del Río de la Plata. Desviado hacia Venezuela, después de llegar la flota española a las Canarias, a principios de 1816 Morillo había reconquistado Venezuela y Colombia. El ejército español se imponía a sangre y fuego, obligando a Bolívar a emprender un nuevo exilio.

A poco de iniciado el Congreso, el Ejército del Norte se rebeló y apresó al general Belgrano, que hacia poco había vuelto de su periplo europeo en busca de un monarca para reinar sobre estas tierras. Dadas las críticas circunstancias, el director Álvarez Thomas, sobrino de Belgrano, se vio obligado a renunciar.

Fue entonces cuando los diputados en Tucumán eligieron a Juan Martín de Pueyrredón -uno de los delegados- a fin de hacerse cargo del Gobierno central. Al mismo tiempo que se declaraba la independencia, Bernardino Rivadavia mantenía un diálogo con los ministros de la Corona para que el antiguo Virreinato pudiese ser reincorporado al imperio. Sin embargo, las tratativas no prosperaron y Don Bernardino fue expulsado del territorio español. Ni se imaginaba que sus coterráneos habían declarado la Independencia.

A pesar de este panorama funesto, y gracias a la presión que ejercía José de San Martín para llevar adelante su empresa continental, los congresistas dejaron caer la máscara de Fernando VII y proclamaron investirse “del alto carácter de Nación libre e independiente”.

Como corrían rumores de una inminente invasión portuguesa, ya que el nuevo monarca Juan VI, casado con Carlota, hermana de Fernando, había incrementado el vínculo entre los Borbones y los Braganzas haciendo que sus hermanas se casasen con sus cuñados –Fernando y Carlos–, el 19 de julio los congresales agregaron al acta de independencia que dicha declaración se extendía a “toda otra dominación extranjera” pues se temía que algunos dirigentes, temerosos de las represalias españolas, se uniesen al dominio lusitano.

En esta época, el general Lecor avanzaba con 8.000 soldados sobre la Ciudad de Montevideo. Si bien Artigas pidió ayuda a Pueyrredón, éste se desentendió del apoyo reclamado por los orientales, a la vez que reiniciaba las hostilidades con Santa Fe, como ya habíamos señalado.

El 25 de julio, después de que los congresales hiciesen la aclaración sobre la dominación extranjera, se convocó a una jura de la Independencia, que se realizó en el predio donde se había librado la batalla de Tucumán, donde juraron 5 mil milicianos. Con el mismo espíritu se reunieron en Córdoba, San Martín y Pueyrredón, y entre el 12 y el 24 de julio trazaron el plan que luego llevaría al ejército de los Andes a Chile.

Cuando se analiza la evolución de los acontecimientos en la América hispana, es esencial entender cuál era el pensamiento de los ingleses, verdaderos árbitros de las políticas en las naciones que luchaban por su independencia. Sin el apoyo en armas y hombres experimentados en la lucha, el proceso de independización de las ex colonias hubiese sido mucho más largo y difícil.

Parte de los documentos que permiten entender la postura inglesa es la nota que Henry Chamberlain le envió al ministro Canning desde Río de Janeiro, donde relata que la intención de la corte lusitana era “apropiarse de todas las provincias que constituían al antiguo Virreinato de Buenos Aires mediante un entendimiento secreto con las personas al frente de los gobiernos locales, y anexarlas al Reino de Brasil”.

El verdadero objetivo de los preparativos militares de los lusitanos era frustrar la resistencia artiguista, un plan concertado y convenido durante las negociaciones matrimoniales entre los Braganzas y los Borbones a fin de afianzar sus dominios en América.

En la nota, Chamberlain expresaba que las ex colonias no estaban en condiciones de alcanzar la Independencia por sus propios medios, razón por la cual estaba seguro que se arrojarían a los brazos del Rey de Portugal. Sin embargo, la perspicacia de Chamberlain lo consideraba a Artigas como una amenaza para desarticular el plan de Juan VI, acaudillando a las clases más humildes que odiaban a los portugueses.

Las palabras de Chamberlain fueron premonitorias. Pueyrredón no apoyó a Artigas en su lucha contra los portugueses, y éste rebeló a las provincias del Protectorado contra la autoridad del Directorio. El federalismo republicano, promovido por Artigas, surgió como oposición al centralismo porteño, similar a una monarquía parlamentaria. Por así decirlo, estas pequeñas desinteligencias desembocaron en la anarquía del año 20’, y en el fracaso de la organización del país, que a pesar de ser uno de los primeros en separarse de España, es el que más tardó en acordar una Constitución.

Esta nota también fue publicada en http://espectaculos.clarin.com/opinion/entramados-politica-ano-independencia_0_2wSyldFXK.html

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