Traducir es un oficio complejo, más cuando los autores recurren a estimulantes para aumentar su creatividad. Baudelaire, Lautréamont, Jean Cocteau, Thomas de Quincey (con el opio) y toda una generación de escritores norteamericanos de principios del siglo XX recurrieron a la bebida para invitar a las musas. También hubo muchos mediocres que creyeron que en el alcohol encontrarían el genio que no poseían, en ese caso, lo único que hizo la bebida fue empujarlos al abismo.
William Faulkner, premio Nobel de Literatura y el inspirador más cercano al Realismo mágico latinoamericano, es autor de una obra que abunda en frases barrocas, haciendo uso de expresiones propias del Deep South. Cuenta que su traductor al francés, Maurice Coindreau, cuando analizaba Absalon Absalon consultó al autor sobre una expresión que utilizó. Faulkner fue muy sincero en su respuesta: “No tengo la más mínima idea de que quise decir”. A continuación, explicó que solía escribir de noche con un bourbon a su alcance, razón por la cual no siempre podía decir al día siguiente qué había hecho la noche anterior.
Los artistas suelen exagerar sobre el origen de sus fuentes de inspiración. Una persona que escribe 20 o 30 novelas debe avocarse con constancia a la tarea, más allá de algún exceso ocasional. El mito del “sexo, drogas y Rock and Roll” suelen ser licencias poéticas, o exageraciones propias de la autopromoción. Sin embargo, a los lectores les atrae más la imagen de un salvaje desquiciado realizando una obra de arte, que un meticuloso y obsesivo autor abocado a su trabajo como un escriba medieval.
Con mayor o menor propensión, Faulkner tenía sus preferencias y el trago que más le gustaba se llamaba Mint Julep, que, según algunos fue el primer drink original de Estados Unidos, cuyos barmen se habían criado en la mística del Dry Martini, el Bloody Mary o el Scotch on the rocks.
El tal Mint Julep ya se servía en tiempos de la Independencia que, al parecer, no fue solo ideológica sino de paladares.
Los colonos que emigraron a Estados Unidos en 1700 se encontraron con que el sueño americano era posible, pero sin el whisky que ellos conocían. Tristemente comprobaron que a la cebada no crecía bien en las tierras soñadas. Probaron con centeno, pero el resultado no fue el deseado. Casi sin quererlo y por prueba y error, surgió el whisky de maíz, especialmente en el condado de Bourbon.
El bourbon debe ser por ley más del 51 % maíz (la mayoría emplea alrededor del 70 %) y el resto puede ser centeno, cebada malteada, o trigo (que le da un toque elegante y más suave). Por ser una bebida más áspera que las de malta, se aceptó mundialmente beberlo on the rocks (con hielo) para suavizar su paso por la garganta. Su intensa impronta está dada por las barricas en las que eran trasladados por los ríos Ohio y Mississippi.
Si bien la fórmula original era bourbon con cuatro hojas de menta machacadas delicadamente, con azúcar, también existen variables de Mint Julep que incluyen gin, cognac y hasta champagne.
Otra de las bebidas preferidas de Faulkner era el ponche caliente, que llamaba Hot toddy -aunque esta expresión para nosotros tenga connotaciones más inocentes-. Este drink estaba reservado para las noches frías, o cuando un amigo se quejaba de cualquier dolencia, porque William creía, y todo el mundo lo sabe, que “No hay nada que un buen Bourbon no pueda curar”.