Los Argerich

Sin embargo, el primer médico de esta familia fue el catalán Francisco de Argerich, afincado en el Río de la Plata desde 1794. Dados sus dotes profesionales, ya era examinador del Protomedicato fundado por el Dr. Miguel O’Gorman para distinguir los falsos médicos o, mejor dicho, aquellos que no tenían en orden sus títulos. Esta era una situación bastante frecuente en esos tiempos no solo en estas orillas, sino en el mundo, donde los resultados de los profesionales verdaderos, con los de los curanderos, no eran tan disímiles.

Fundamentalmente, los médicos se diferenciaban de los barberos sangradores, porque los primeros estudiaban latín y de esta forma cumplían una de las principales consignas médicas: ponerle bonitos nombres en latín a nuestros males…

Cosme fue el mayor de los 17 hermanos. Y siguió los pasos de su padre. Estudió en España y su logro más destacado, fue la promoción de la vacuna antivariólica que se traída desde Gran Bretaña por una esclava negra que mantuvo su herida abierta para poder desde allí, inocular a quien estuviese dispuesto.

Durante las invasiones inglesas actuó primero como soldado a las órdenes de Pueyrredón, pero inmediatamente fueron requeridos sus servicios como cirujano, tarea que cumplió de acuerdo a los principios hipocráticos, atendiendo tanto criollos como ingleses.

Como vecino distinguido fue invitado al Cabildo del 22 de mayo, en el que se pronunció contra el virrey Cisneros. Docente infatigable, fue jefe del Protomedicato y desde 1812 promovió un estricto protocolo para la educación médica. Si bien en la Asamblea del Año XIII se aprobó la creación de la Facultad de Medicina, esta no se concretó hasta la fundación de la Universidad de Buenos Aires en 1820. Estuvo presente como cirujano en las batallas de Tucumán y Salta y años más tarde colaboró con San Martín en la preparación del Ejército de los Andes. Entre el general y el médico se creó un vínculo amistoso, que duró hasta que la muerte de Cosme Argerich en 1820. Y persistió con su hijo.

Francisco Cosme continuó la gestión de su padre y, de hecho, muchas veces se confunden, porque ambos fueron médicos militares, docentes y promotores de la vacunación antivariólica. Su padre, como vimos, trajo la cepa a través de una esclava, su hijo junto a Saturnino Segurola trajo una cepa que se inoculó de brazo en brazo. Francisco Cosme también actuó como cirujano durante las invasiones inglesas, y se recibió de Médico Militar en 1813, en la institución castrense creada por su padre.

Fue él quien asistió al Regimiento de Granaderos a Caballo en su glorioso bautismo de fuego en San Lorenzo. Él le cerró los ojos a Cabral, curó las heridas del gran capitán y amputó la pierna del capitán Bermúdez, quien a espaldas de Argerich, se sacó las vendas para morir desangrado, imposibilitado de resistir una vida de inválido.

Fue profesor de anatomía y, posteriormente, director del Instituto Médico Militar que su padre había fundado.

En el año 1822 fue nombrado titular de cirugía en la nueva Facultad de Medicina, e ingresó en la entonces recientemente formada Academia de Medicina.

Al declararse la guerra del Brasil, acudió una vez más prestando servicios a la patria. Retornó 1828 en un ejército victorioso en las batallas pero derrotado por la diplomacia. Una de las primeras misiones que se le encomendó fue buscar los restos del malogrado Manuel Dorrego, quien había sido fusilado en Navarro. En 1831 fue nombrado diputado, y un año más tarde director del Hospital de Mujeres.

Juan Manuel de Rosas se ensañó con el doctor, quien quedó cesante en sus funciones. En 1842 considerando que su vida corría peligro, decidió exiliarse a Montevideo, donde prestó sus servicios en la ciudad sitiada. Murió en 1846 y su cuerpo no fue repatriado.

Tres nietos de Cosme también fueron médicos. Adolfo murió prestando servicios durante la epidemia de fiebre amarilla y fue sepultado en el Cementerio del Oeste (que hoy llamamos Chacarita).

Su hermano Manuel Gregorio, miembro de la Comisión Popular también falleció durante la epidemia, pero logró inmortalizarse al ser retratado por Juan Manuel Blanes.

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Juan Antonio fue el único de los hermanos que sobrevivió.

Las glorias familiares no se agotan en la medicina ya que el bisabuelo de la célebre pianista Marta Argerich era bisnieto de Cosme Argerich.

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