Los 5 hermanos del Río de la Plata: No sólo a caballo se hizo la patria

Todos ellos vivieron en una época increíblemente vertiginosa. Sin poder contar con los artilugios creados por los actuales mercaderes de la tecnología digital. Ni siquiera soñaron con los inventos de Alexander Graham Bell o Thomas Alva Edison. Aún así, no los hubiesen necesitado. Desde sus puestos intentaban dirigir los acontecimientos, pero inevitablemente dependían del desenlace de un sinfín de fieras luchas, que balconeaban (pues estos caballeros jamás se mancharon las manos con sangre, solamente se las embadurnaban con tinta) para saber si seguían medrando con la administración del momento o se tenían que preparar para un cambio. Cambios que podían implicar distinto puesto, distinto país, otro idioma, huidas presurosas o el retorno al hogar, a esperar momentos más propicios. Eso sí, invariablemente bien parados, intocables (salvo excepciones). Elegantes. Estos tipos jamás tropezaban, a pesar de que obstáculos nunca les faltaron.

Pero lo antedicho para nada colisiona con el verbo gobernar. O legislar. (Lamentable contraluz con nuestros desgraciados tiempos). Y todos ellos lo hicieron. Por lo general, muy bien. Porque esta pandilla tenía características singulares. Individuos, en su mayoría, brillantes. Y determinantes en el derrotero que siguió la Patria Vieja; base de los países donde, gozando y padeciendo, vivimos quien esto escribe y quién esto lee.

El gaditano Miguel Obes y su esposa, la bonaerense María Plácida Álvarez, engendraron cinco retoños: un niño y cuatro niñas. Los cinco deben haber mantenido entre sí una comunicación casi sobrenatural. Parecieron ser mucho menos que cinco. Prácticamente uno sólo. En sus inquietudes, en sus objetivos. Así lo demostraron años después, cuando las cuatro hermanas se casan con otros tantos caballeros, que resultaron almas gemelas. Entre sí y con el hermano de sus esposas.

Lucas José Obes fue el varón. El cuñado del resto. Porteño, aunque de destacada participación en la Banda Oriental. Trascendente, inteligente, astuto, mañero. Se manejaba con soltura en esa zona gris… A diferencia de los demás se raspó el pellejo en aras de lo que pretendía para su patria.

Consolación Obes se casa con Nicolás de Herrera. Montevideano. Brillante en su inteligencia. Brillante en su don de ubicuidad, en su capacidad para caer bien parado siempre, en una época extraordinariamente convulsa. Era capaz de construir un castillo de naipes durante un terremoto grado 8 en la escala Richter. En él también brillaba otra cosa: la ausencia de escrúpulos.

Francisca Obes contrae nupcias con José Longinos Ellauri. Montevideano. Al igual que sus parientes políticos, un tipo destacado. Ministro y legislador. A pesar de que ninguno de los cinco fueron hombres de acción, sino más bien de despacho, él fue el oficinista por excelencia. Pieza clave en el engranaje político en los primeros años de vida de la República Oriental del Uruguay.

María Pascuala Obes se une en matrimonio con Julián Álvarez. Porteño. Desempeñó cargos ejecutivos y legislativos, tanto en Buenos Aires como en Montevideo, sin el destaque de los anteriores. Pero fue el que puntuó más alto dentro de las logias masónicas del Plata.

Y Micaela Obes es desposada por Juan Andrés Gelly. Paraguayo. Funcionario estatal en ambas márgenes del Plata y también en su tierra natal. Hombre con veleidades literarias. Aparentemente se lo considera el introductor del romanticismo en Paraguay, con las misteriosas implicancias implícitas.

De ahí el nombre con que se conoció a la banda: “Los 5 hermanos”. Pero la vida jamás permite que algo sea perfecto. Y poco tiempo después de la consumación del último matrimonio de una muchacha Obes, llega agitado Santiago Vázquez. Para encontrarse con las manos vacías. Y tener que conformarse con ser el + 1. . Oriental, de Montevideo. Y con Vázquez regresan la brillantez intelectual, la trascendencia y una siempre peligrosa aproximación a la frontera con la amoralidad, presente en los “hermanos” nombrados en primer y segundo término.

Curiosamente “Los 5 hermanos” actuaron al unísono, cual scrum de rugby, pasado ya el tercio final de sus vidas. En el primer gobierno constitucional de la República Oriental del Uruguay, presidido por el Brigadier General Fructuoso Rivera. Previamente, el destino colocó por delante de cada uno distintos derroteros, en algunos casos convergentes.

Nicolás de Herrera

Nace en Montevideo en 1775. Hijo de un canario, distinguido miembro del primer Cabildo de Montevideo. Se marcha a estudiar a la Universidad Mayor Real y Pontificia de Chuquisaca, ubicada en la actual Bolivia. De allí sale ordenado sacerdote, pero pronto abandona los hábitos. Hábito que no lo abandonaría nunca es el de abandonar súbitamente las causas que apoya en beneficio de las causas opuestas, y en el propio. Viaja a Madrid, para completar sus estudios de derecho y regresa a Montevideo en 1801. En 1802 realiza su segunda jugada maestra (recordemos que la primera había sido abandonar los hábitos). Al contraer matrimonio con Consolación Obes.

La tercera jugada no demora en caer. En 1806, muy oportunamente, se hace enviar a España por el Cabildo de Montevideo. A informar sobre las invasiones inglesas y la captura de Buenos Aires. Permanece en Madrid casi tres años, donde obtiene un éxito relativamente importante en los petitorios que llevaba ante el rey. Desafortunadamente, a él que con tanto esmero intenta eludir a la violencia, es a quién sigue con amor incondicional la susodicha. Al siempre inoportuno de Napoleón se le ocurre invadir España y todo se va al diablo. Al instaurarse un gobierno títere, se forman las Cortes de Bayona, suerte de parlamento designado a dedo. Herrera es “electo” diputado por el Río de la Plata. Poco tiempo después el suelo se tambalea nuevamente, pues los españoles se quitan de encima a los franceses, en su Guerra de la Independencia.

A Nicolás no le queda más remedio que regresar a Montevideo. Pero allí lo sorprende la Revolución de Mayo. ¡Qué tiempo convulso, por dios! Y él que odia las convulsiones todavía más que un epiléptico.

Su actitud frente a la revolución patriota constituyó una marca registrada: un cauto apoyo, debido a su orientación liberal y afrancesada. Apoyo ejercido a través de una cuidadosa política, como asesor del Cabildo de Montevideo, que discutía qué actitud tomar ante los sucesos de Buenos Aires. Pero mantiene contactos con los sediciosos, a través de amigos. Como consecuencia, el virrey español de Elío lo expulsa de la ciudad y Herrera desembarca en Buenos Aires.

“Apenas llegó a Buenos Aires, su talento político, formación y experiencia anterior parecen haber sido suficientes para ganarle rápidamente altos puestos en la administración revolucionaria”, cuentan las crónicas. Se alía con el grupo de Mariano Moreno y entra de lleno en las luchas políticas. Que terminan ungiéndolo secretario de Hacienda del Primer Triunvirato, destacando rápidamente. Firma como titular el Tratado Rademaker – Herrera con los portugueses.

Y no importa demasiado que el Primer Triunvirato caiga debido a un golpe de estado liderado, entre otros, por José de San Martín. Pues regresa muy pronto, en el gobierno del Director Supremo Gervasio de Posadas. Inmortalizándose al firmar el decreto donde le pone precio a la cabeza de José Artigas. Vivo o muerto.

Los acontecimientos se suceden a ritmo de vértigo. Posadas “abdica” en favor de su sobrino, Carlos María de Alvear. Dos almas gemelas. Sin embargo, el ejército derroca a Alvear con rapidez. Herrera y Alvear deben refugiarse en una fragata inglesa surta en el puerto de Buenos Aires. Finalmente desembarcan en la ciudad de Río de Janeiro, la capital de la corte real portuguesa. Y en una corte de verdad Nicolás es dinamita. Reúne todas las condiciones requeridas para triunfar entre intrigas palaciegas. Inteligente, culto, audaz, ambicioso, maquiavélico. Con sobrada experiencia en los pasillos del poder. Y vuelve a remontar, como una cometa en setiembre. Transformándose en un valioso asesor en la planificación de la invasión portuguesa a la Banda Oriental, gobernada por el caudillo anarquista José Artigas.

Al frente de la invasión, el Barón de la Laguna, Carlos Federico Lecor. Cuando la invasión transmuta en conquista consumada, Nicolás de Herrera se transforma en el flamante secretario personal del jefe de la Provincia Cisplatina (la antigua Banda Oriental). Muy poco tiempo después, encontramos a Herrera como jefe civil del gobierno en la Cisplatina. Pero lamentablemente Lavalleja invade desde Buenos Aires. Rivera que cambia de bando. El suelo comienza a moverse.

Inevitable como la salida del sol cuando comienza una mañana despejada, Herrera también sale. A bordo de su calesa, en dirección al puerto. Pues consigue el nombramiento de legislador, por su patria, en la corte de Pedro I, en Río de Janeiro.

No obstante, cosa de milagrería, cinco años después nace la independiente República Oriental del Uruguay. La primera presidencia constitucional uruguaya recae en Fructuoso Rivera. Provocando un reencuentro familiar: los cinco hermanos, más el querido amigo, juntos. Nicolás de Herrera muere en 1833. En pleno gobierno de los 5 Hermanos. Como siempre. Surfista en un tsunami. Malabarista en un huracán. Funámbulo en un terremoto.

Lucas José Obes

El único del clan de cuñados que no la sacó gratis. El autor desconoce si debido a torpezas propias o simple fatalidad. Nace en Buenos Aires en 1783. Allí estudia, continuando su educación en el Colegio Montserrat de Córdoba, donde se gradúa en leyes. Concluye sus estudios en Madrid.

Regresa al Plata en 1804, instalándose en Montevideo. En 1808 comienzan los roces entre las ciudades de Buenos Aires y Montevideo. Esta última, encolumnada tras su aguerrido gobernador Francisco Javier de Elío, se levanta en contra del virrey Santiago de Liniers, de Buenos Aires. Se crea la Junta de Montevideo, cuyo cometido básicamente era ser más realista que el rey. Su asesor: el abogado Lucas José Obes.

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Lucas José Obes (1782-1838).

 

Desde la Madre Patria llega un nuevo virrey al Río de la Plata: Baltasar Hidalgo de Cisneros. Con órdenes de sustituir a Liniers y encaminar el caos existente. Marcha a Buenos Aires a tomar posesión del cargo. Junto a él marcha Obes. Ejerciendo su especialidad: asesorías varias. Pero en Buenos Aires le resultó difícil no tentarse. Y entabla relaciones con el díscolo de Mariano Moreno. Empezando a caminar sobre arenas movedizas. Que se lo tragan los últimos días del año 1810. Cuando resuelve retornar a Montevideo. Es detenido con presteza, por orden del gobernador Gaspar de Vigodet y encarcelado. La cosa se agrava, pues el incandescente Francisco Javier de Elío es designado nuevo virrey. Con sede en Montevideo, precisamente. Y en un santiamén el pobre de Obes se ve a sí mismo a bordo de un barco con destino en España, en calidad de prisionero. En un viaje que termina resultando una verdadera tortura. Pues lo embarcaron en un navío lechero. En un colectivo marítimo. El derrotero incluía escalas en Río de Janeiro y breve desvío mediante, recaladas en Cuba y finalmente las islas Canarias.

Al saldar su deuda con España, consigue radicarse en Londres. Sin embargo, Lucas extraña su tierra. Y regresa a Montevideo. Quizás no lo supo. O lo sabía y le importaba un comino, en su nostalgia patriótica. Pero regresa a un Montevideo y a una Banda Oriental en plena erupción. Durante el año 1814. El año en el que los españoles son expulsados del Río de la Plata. Es el año en que las tropas de Buenos Aires toman la ciudad de Montevideo. El año donde estalla la guerra entre porteños y orientales por el dominio de la Banda Oriental. José Gervasio Artigas, al mando de los orientales, triunfa en la brega. Y ocupa Montevideo.

Charles Darwin le hubiera otorgado a Lucas José Obes un 10. En el casillero referido a la capacidad de adaptación a un hábitat muy poco amable. Pues el conquistador que toma posesión de Montevideo en calidad de gobernador militar, en representación de Artigas, es el coronel Fernando Otorgués, popularmente conocido como Torgués. Oriundo del arroyo Pantanoso. El prototipo perfecto del hombre al cual teme y desprecia, por partes iguales, el doctor Obes. Un caudillo guerrero, duro, bravo e inculto. Fiel expresión de la barbarie que comenzaba a enfrentarse a la civilización. Luego de la liberación del yugo español, lograda tanto por los bárbaros como por los civilizados. Pero Obes es un camaleón y se funde con la escenografía del caso. Reunía dos condiciones vitales: no estaba pegado a los porteños y había retornado de un cautiverio en España.

Muy pronto integra el círculo íntimo que guía al brutal Otorgués por los laberintos del poder político y la administración pública. El acaudalado saladerista Carlos Anaya, (otro rico comerciante que ocupa puestos legislativos y ejecutivos; hasta culminar como presidente interino de Uruguay), describe la situación: “Otorgués era un hombre ignorante que apenas sabía poner su firma”. Y señala que se rodeó de hombres “llenos de vivesas y ambicion”. Se refiere al abogado Lucas José Obes y algunos grandes comerciantes.

Estos hombres logran dirigir políticamente la urbe, además de abastecer a la tropa que había tomado Montevideo por asalto: los temidos Dragones de la Libertad. Pero indefectiblemente Artigas, en su cuartel general de Purificación, se entera de los contubernios portuarios y envía a su secretario personal Miguel Barreiro a Montevideo. A tomar el mando y auditar la situación. Ordena a Fernando Otorgués salir de Montevideo, con sus Dragones. Pues la invasión portuguesa a la Banda Oriental era inminente. No se queda sólo en eso, decide crear milicias en la ciudad: el Regimiento de Cívicos y el Regimiento de Libertos. Los Cívicos se integran con vecinos voluntarios de Montevideo y sus extramuros. La oficialidad constituía lo más granado de la sociedad montevideana.

La invasión portuguesa se desencadena. Llegan nuevas órdenes desde Purificación. Las milicias deberán esperar a los portugueses fuera de Montevideo. Y las murallas deben dinamitarse. Para que, en el probable caso de que los lusitanos tomen la ciudad, esta no se convierta en un bastión inexpugnable.

El Regimiento de Cívicos se subleva frente a las órdenes de Artigas. Pero el Regimiento de Libertos sofoca la rebelión sin esfuerzo, en el mismo día. Lucas José Obes es identificado como uno de los instigadores de la rebelión. Como consecuencia debe viajar, limitado por los grilletes, hacia la capital de la Liga Federal, Purificación del Hervidero, donde cumple su pena. Sin embargo, Obes demuestra una resistencia a las adversidades y los rigores dignos de una palmera. Lo podrán doblar de vez en cuando, pero jamás lograrán quebrarlo. Y eso se debe respetar.

Sale de Purificación. Pronto lo vemos en el Montevideo dirigido Carlos Lecor. Pero, evidentemente, estaba tocado. Pues apenas surgen los primeros corcovos en la Banda Oriental, al momento del grito de independencia brasileño, se larga a Buenos Aires. Allí se dedica a la actividad privada. (Donde a causa de un oscuro incidente nuevamente termina preso).

En el año 1828 se firma la Convención Preliminar de Paz. Lucas Obes regresa a la Banda Oriental desempeñándose, en el período de transición hacia la independencia, como ministro de Hacienda en los gobiernos interinos de Juan Antonio Lavalleja y José Rondeau. Gobiernos torpedeados alegremente por Frutos Rivera. Ello no impide que durante el primer gobierno constitucional uruguayo, al mando de Rivera, se reencuentre con sus cuatro hermanos + 1. Siendo uno de sus principales protagonistas.

Pero la época no permite pausas. El presidente que sucede a Rivera es el brigadier general Manuel Oribe. Quién comienza a pedir libros contables, recibos y otras extravagancias del estilo. Peor aún, comienza a exigir responsables del cataclismo financiero nacional. Situación que se torna un tanto incómoda para los 5 Hermanos + 1. Cuando Rivera se subleva contra el gobierno de Oribe, resulta natural que Obes apoye la rebelión. Y comienza a colaborar con los riverenses desde Montevideo, informándoles de todo lo que pudiera serles de interés. Simultáneamente pide a las autoridades brasileñas desesperado auxilio para la rebelión. Como resultado, Oribe lo detiene y lo deporta.

Es así que vive los últimos años de una vida agitada, en Niteroi. Mirando a Río de Janeiro a través de la bahía de Guanabara. Muere en el año 1837, del mismo modo en que vivió. Como una sólida quinta columna, erguida orgullosa tras las filas de la lealtad y el patriotismo.

José Longinos Ellauri

Los únicos dos datos de color en la vida de José Ellauri: Longinos era su segundo nombre de pila, no su primer apellido. Y era el marido de doña Francisca Obes.

Ni de cerca sufrió los disgustos del hermano de su esposa, Lucas José Obes. Probablemente porque nunca se involucró en los avatares políticos y militares de su época con el fervor de su cuñado. Sin embargo, la cumbre de su periplo vital no es para nada menor. Todo lo contrario: figuró entre los redactores de la primera constitución uruguaya.

Para que ello sucediera, el montevideano José Longinos debió nacer durante el año 1789. Algún tiempo después se traslada a Buenos Aires, a estudiar leyes y teología. Para luego completar su sapiencia en la Universidad Mayor Real y Pontificia de Chuquisaca.

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<b>José Longinos Ellauri </b>(1789-1867).</p>
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José Longinos Ellauri (1789-1867).

 

Por lo tanto, Ellauri simpatiza con el movimiento emancipador, sin involucrarse demasiado. Recién regresa a la Banda Oriental en 1824. Que había mutado en provincia brasileña. Al desencadenarse la Cruzada Libertadora en 1825, liderada por Juan Antonio Lavalleja y hasta el año 1828, en que se confirma la independencia oriental, hizo de suizo: profundamente neutral.

Sin embargo, parece que el proyecto de patria independiente lo entusiasmó bastante más que todo lo vivido anteriormente. Pues Ellauri comienza a sacar cabeza en la política nacional. Cuando las cosas se estaban empezando a poner serias es electo diputado por Montevideo a la Asamblea General Constituyente y Legislativa del Estado. Que no es cualquier asamblea. Y allí, José Longinos es el secretario de la comisión dedicada a la redacción de la primera constitución uruguaya. Constitución que regiría la patria durante poco menos de un siglo. Como tal es el encargado de presentarla públicamente, el mítico 18 de julio de 1830.

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Fue, asimismo, uno de los hombres que eligieron a José Fructuoso Rivera como primer presidente uruguayo. El caudillo devuelve gentilezas, designándolo ministro. Posibilitando a José Longinos integrar el mítico scrum de los 5 Hermanos.

Ellauri muere en el año 1867. En horario de oficina… faltaba más.

Julián Álvarez

Porteño, nacido en el año 1788. Un maestro… o maestre, para ser más estrictos con la terminología. Pues terminó siendo un capo de la masonería en el Río de la Plata. Nos encontramos ante otro graduado en la mítica universidad altoperuana de Chuquisaca.

Comienzan para él los dimes y diretes característicos en la vida de cualquier hombre que milita en la política de Buenos Aires. Integra la Sociedad Patriótica, organización política liberal, que termina dirigiendo. Ingresa en la masonería, donde rápidamente escala puestos hasta convertirse en el Gran Maestre de la logia Independencia. Logia que, ante la llegada desde Europa de algunos jóvenes (José de San Martín, Carlos María de Alvear y otros), se termina fusionando con la logia Lautaro. Organización que marca el ritmo de los acontecimientos en la época. Álvarez ocupa cargos en algunos gobiernos, se opone a otros. Aparentemente sufre dos o tres arrestos, con rápidas liberaciones. Llegando a su pico máximo en la secretaría del Director Supremo Gervasio de Posadas y luego en el efímero reinado del sobrino Carlos María de Alvear, apuntalando a su concuñado Nicolás de Herrera.

Durante la llamada Anarquía del año XX, tiempos movidos si los hubo en la siempre dinámica Argentina, se gana la enemistad de Estanislao López. Cosa peligrosa, si las haya habido. Y a pedido del caudillo santafesino, Sarratea encarcela a Julián. Pero, como dijimos, eran tiempos movidos por lo que aprovechando el caos existente logra huir hacia la Banda Oriental (en realidad hacia la brasilera Provincia Cisplatina, para ser más exactos). La barra se empieza a juntar, bajo el gobierno de Federico Lecor: Herrera, Obes, Ellauri, Álvarez… y Frutos Rivera, al mando de la campaña.

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Julián Álvarez resulta electo para integrar la señera Asamblea General Constituyente y Legislativa. Haciendo cumbre al llegar a la presidencia del Supremo Tribunal de Justicia de Uruguay.

Un dato curioso sobre Álvarez. Por misteriosos motivos se dedicó a tejer intrincados vínculos sanguíneos, casi endogámicos, con su familia política. Su hija Felicia se casa con Juan Andrés Gelly y Obes. Hijo de su concuñado, el hómonimo Juan Andrés Gelly. Esto significa que las madrinas en el casamiento en cuestión eran hermanas: María Pascuala Obes y Micaela Obes. Desgraciadamente Felicia fallece. Y el viudo vuelve a casarse… con la hermana de su malograda esposa, Estanislada. Otra de sus hijas, Amelia, contrae matrimonio con el médico y político porteño Ireneo Portela, viudo. Ni corto ni perezoso, otro hijo de Álvarez, Máximo, contrae nupcias con la única hija producto del matrimonio previo de Ireneo (flamante marido de su hermana): Juana Isabel Portela. Finalmente, otra de sus hijas, Ana Marquesa, se casa con Lucas Herrera y Obes, nada menos que el nieto de Nicolás de Herrera y Consolación Obes.

Julián Álvarez muere en el año 1843. Suponemos que sin la absolución de la iglesia. Vaya uno a saber si la historia lo absolvió.

Juan Andrés Gelly

Nace en el año 1792 en Pirayú, Paraguay. Pero estudia en el Real Colegio de San Carlos, en Buenos Aires. Continuando sus estudios de derecho en la Universidad de Córdoba.

Implicado en la política desde el inicio de la revolución, ocupa cargos secundarios en más de un gobierno. En el año 1826 se desempeña como secretario de Bernardino Rivadavia y luego de Carlos María de Alvear durante la Guerra del Brasil. Muy allegado a Juan Lavalle, lo cual significa ser enemigo acérrimo de Manuel Dorrego. Sin ser responsable, no estuvo ajeno al fusilamiento del antedicho, ordenado por Lavalle. Un episodio trágico que signó lúgubremente la política argentina por muchas décadas.

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<b>Juan Andrés Gelly </b>(1792-1856/59).</p>
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Juan Andrés Gelly (1792-1856/59).

 

Jefe de Policía de la ciudad de Buenos Aires, nombrado por Juan Lavalle, debe desaparecer ante la impetuosa presencia de Juan Manuel de Rosas. Se exilia en Montevideo. Ejerciendo de secretario en el gobierno interino de José Rondeau y luego del propio Fructuoso Rivera, poniendo su granito de arena en el esfuerzo familiar.

Su vida continuaría, en otros cargos y en otros lares, falleciendo románticamente en el año 1856. En Asunción del Paraguay.

Santiago Vázquez

Indiscutible durante la sacudida americana del régimen colonial español en el Río de la Plata. Con su hermano Ventura conformaron una dupla de temer: Santiago fue el político, inteligente, culto, astuto. Ventura, el guerrero. Valiente, eficaz.

Nos remitimos a las crónicas históricas: “Entre los jóvenes que acudieron a ofrecer sus servicios a Artigas cuando su asedio a Montevideo, en 1811, estaba don Santiago Vázquez, que ya en esa época se destacaba entre sus contemporáneos, pese a su juventud. Santiago Vázquez fue realmente una personalidad extraordinaria; diplomático sutil y habilísimo; periodista brillante y convincente; orador elocuente, de palabra avasalladora, dominaba sin esfuerzo aparente las multitudes populares, y convencía y ganaba a su causa las doctas asambleas, pues tenía la palabra cálida que llega al corazón del pueblo, y el pensamiento profundo que penetra en el cerebro del sabio. Vázquez fue, en síntesis armoniosa, inteligencia y acción, pero compenetradas de tal manera, que hubiera sido imposible separarlas sin menoscabo o sin destruirlas”.

Su hermano Ventura Vázquez fue el comandante del Regimiento de Blandengues (el más importante dentro del ejército comandado por Artigas) hasta el campamento del Ayuí. Allí se pasa a las fuerzas dirigidas por Buenos Aires. Por lo tanto, el autor supone que Santiago siguió su estela.

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<b>Santiago Vázquez </b>(1787-1847).</p>
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Santiago Vázquez (1787-1847).

 

Una conocida crónica histórica reseña una conspiración para asesinar a José Gervasio Artigas, durante el año 1812, camino al segundo sitio patriota a Montevideo. El hombre elegido para llevar a cabo la faena fue Fernando Otorgués. El reclutador: Santiago Vázquez. La conspiración fracasó.

Luego de la expulsión de los españoles y la conquista de Montevideo por parte de Buenos Aires, Santiago Vázquez destaca. El historiador Washington Reyes Abadie acota: …“También fueron utilizados los bienes de la Provincia para retribuir servicios y mantener situaciones privilegiadas. Tales fueron los casos de Francisco Javier de Viana, Nicolás Herrera y Lucas José Obes, montevideanos los tres pero al servicio del régimen que fueron agraciados con estancias y sumas de dinero”.

En otro párrafo:“…Contribuciones ordinarias y extraordinarias; la requisa del efectivo de las oficinas públicas, con destino a las “Cajas de la Provincia de la Banda Oriental” a cargo del montevideano Santiago Vázquez…” . Lo cual no quiere decir nada más que eso.

Poco tiempo después, durante la invasión portuguesa a la Banda Oriental, en el año 1817, Santiago Vázquez es nuevamente mencionado. Esta vez aparece en los Anais do Itamaraty (serie de documentos pertenecientes a la cancillería brasileña). Un informe fechado en agosto de 1817, enviado por Lecor al rey Juan VI, indica: “…coaptación, por 700 pesos, de Santiago Vázquez, hombre inteligente, bastante versado en negocios políticos y bastante reconocido, que mantenía correspondencia oficial con el Director y Gobierno de Buenos Aires”.

Los cinco

El día 24 de octubre de 1830, las electas cámaras legislativas consagran como primer presidente constitucional de la República Oriental del Uruguay, a don José Fructuoso Rivera. Pocos días después, un gigantesco kraken emergió desde las profundidades del Río de la Plata, frente a Montevideo. Y con sus seis gigantescos tentáculos abrazó a la amurallada ciudad.

El gabinete del presidente Rivera se conformaba con tres ministerios: Gobierno y Relaciones exteriores, Hacienda y Guerra y Marina. Pues bien, entre 1830 y 1831, el ministro de Gobierno y Relaciones exteriores fue José Longinos Ellauri. Entre 1831 y 1832 el ministro fue Santiago Vázquez. Quién tuvo un segundo pasaje por dicho ministerio, luego del fugaz Francisco Muñoz, entre 1832 y 1833. En dicha cartera, cerró la presidencia decana Lucas José Obes, entre 1833 y 1834.

En el Ministerio de Hacienda, el jefe, entre 1832 y 1833, fue Santiago Vázquez. Cerrando el período, al parecer como una suerte de ministro plenipotenciario (pues también tenía a su cargo la cartera de Gobierno y Relaciones exteriores) Lucas José Obes, entre 1833 y 1834.

Uno de los senadores de las cámaras legislativas se llamaba Nicolás de Herrera.

Julián Álvarez fue electo diputado por Soriano en la primera legislatura. A partir del año 1831, Álvarez se transforma en el presidente del Supremo Tribunal de Justicia de Uruguay.

Juan Andrés Gelly a cargo de la secretaría de Fructuoso Rivera.

Como se expresó previamente fueron trascendentes y también polémicos. A tal punto que un periódico ilustrado publicó, en 1832, bajo el título:La Diablada o el robo de la Bolsa, una parodia a “Los cinco hermanos” y a Santiago Vázquez (el sexto), quien colaboró estrechamente con ellos. En un grabado donde se los representaba como diablos, vaciando una bolsa de dinero. Debajo del título de la publicación rezaba el siguiente encabezado:“Ya lo veis, para el robo, somos seis”.

Lo cierto es que el oleaje provocado por los tentáculos de este gigantesco kraken todavía salpica.

 

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