La playa de la Ensenada, en la ciudad de Bertioga, en el litoral del estado brasileño de São Paulo, fue hace 42 años el escenario de los últimos momentos de vida del llamado ángel de la muerte de Auschwitz. Contra el final que muchos habrían esperado para un criminal nazi, murió cuando se daba un baño en el mar, posiblemente debido a un ataque cardíaco. Tal vez su nombre Josef Mengele suene desconocido para las nuevas generaciones. Pero su trabajo como médico del régimen de Adolf Hitler simbolizó como pocos los horrores de los campos de concentración y exterminio.
Hay un hombre que jamás olvidará aquel 7 de febrero de 1979. El brasileño Espedito Días Romão, entonces con 30 años y cabo de la Policía Militar del Estado de São Paulo, llegó casi al atardecer a la playa, cercana al centro comercial de Bertioga, tras recibir una llamada que informaba de que había un cuerpo en la playa. Al llegar al lugar, afirma haber visto una pequeña aglomeración alrededor de un hombre tumbado en la arena.
Según constaba en el modelo 19, el antiguo documento que identificaba a los extranjeros en Brasil, se trataba del austríaco Wolfgang Gerhard. “Cuando llegué, el cuerpo estaba tirado en la franja de arena. Todo indicaba que le sacaron del mar ya sin vida. Era un señor blanco y con bigote, que no presentaba señales de ahogamiento comunes, como vómitos y agua expelida por la boca. Llegué a pensar que se trataba de un caso de muerte súbita”, cuenta.
En el informe policial, que apuntaba al ahogamiento y a una parada cardíaca como causas de la muerte, se decía que Wolfgang tenía 54 años, era viudo, trabajaba como técnico mecánico y residía en el barrio de Nuevo Brooklin, en São Paulo. “Según los testigos, la víctima se bañaba en el mar, se sintió mal de repente y murió ahogada, aunque fue socorrida por los vecinos”, asegura una copia del documento que Dias mostró a EL PAÍS.
En realidad, Wolfgang era Mengele, según se descubriría años después tras una intensa investigación científica, que aún hoy es objeto de polémica y genera todo tipo de teorías sobre el verdadero destino final del médico nazi, que podría haber sido Estados Unidos y no Brasil. Aquel hombre encontrado muerto en la pequeña Bertioga era uno de los criminales más buscados del mundo desde el final de la Segunda Guerra Mundial y habría pasado por otros países de Latinoamérica, como Argentina, antes de llegar a Brasil.
Como médico en Auschwitz, además de capitán de las SS, Mengele seleccionaba entre los prisioneros a quienes podían trabajar, quienes iban directamente a la cámara de gas y a los niños, mujeres y hombres con peculiaridades físicas que utilizaba para sus experimentos. Sus experiencias con seres humanos, sobre todo gemelos judíos y gitanos pasaron a la historia como uno de los capítulos más inhumanos del siglo XX.
No hubo muchos testigos de la muerte de Mengele en Brasil, según el testimonio de Dias. La playa estaba casi vacía en el momento del deceso. Bertioga, un distrito de la ciudad de Santos hasta que se independizó en 1991, posee actualmente cerca de 50.000 habitantes. En la época, Dias calcula que eran unos 6.000. “Estaba todo prácticamente desierto y el mar, tranquilo. Parecía que solo hubiera tres personas en la Ensenada”, recuerda.
El ex policía militar se refiere así a la pareja de austríacos que acompañaba a Mengele en el paseo, Wolfram y Liselotte Bossert. Los tres compartían una casa de verano localizada a cuatro manzanas de la playa, en un área no asfaltada, según Dias. Liselotte acabaría siendo procesada en 1985 por fraude de documentos tras presentar un DNI falso de Mengele el día de su muerte. Wolfram, por su parte, fue identificado como un oficial del Ejército nazi que vivía en Brasil desde la década de los 50.
“Llevaron a Wolfram Bossert a urgencias por el esfuerzo que le supuso sacar a Wolfgang del agua. Y tenía una estructura ósea bastante fuerte”, comenta Dias. El cuerpo de Wolfgang, por su parte, fue llevado al Instituto Médico Legal (IML) de Santos para realizarle exámenes complementarios. La causa oficial de la muerte sigue siendo un misterio.
Wolfgang-Mengele sería enterrado al día siguiente en el cementerio del Rosário, en la ciudad de Embu, en la región metropolitana de São Paulo.
Giro inesperado
En 1985, sin embargo, hubo un giro inesperado que marcó los sucesos de aquella tarde soleada de febrero. El hecho adquirió dimensiones históricas y atrajo la atención de diversos medios de comunicación brasileños e internacionales. “Un reportero me contactó y comenzó a preguntar si había sido yo quién había acudido a Bertioga en 1979. Ahí todo salió a la luz.”
El caso se reabrió y los peritos acabaron ordenando la exhumación del cádaver de Mengele hasta que una prueba de ADN confirmó, en 1992, que los restos mortales eran del monstruo nazi. Entre incontables entrevistas concedidas, Dias tuvo que relatar el suceso a la Policía Federal de São Paulo. Recuerda que, con la enorme repercusión del caso en Brasil y en el exterior, Bertioga alteró su rutina en aquella época.
“La ciudad que era más tranquila, pacata, sufrió un impacto muy grande”, dice. “Pensaba a menudo cuántas veces habría viso a Mengele en vida”, añade. Dias también trabajó en una base de la policía militar en uno de los puntos de entrada de la ciudad, en el ferry que la une al municipio del Guarujá.
Dias, de forma sencilla, pero a la vez muy objetiva, resume su sentimiento en torno al caso Mengele:
“Queda la compasión por las personas que perdieron la vida de forma tan trágica. Hoy el mundo es un lugar mejor.”