Las ovejas en la historia: Del vellocino de oro a Dolly

Desde hace 10.000 años los ovinos acompañaron al hombre ofreciendo alimento y abrigo. No solo le han ofrecido todo eso, también han sido fuente de riqueza, más allá de los beneficios de su crianza. En los arroyos auríferos de Grecia y Asia Menor, los buscadores del precioso mineral, sumergían un cuero de oveja o vellocino, en cuyos cabellos quedaba atrapado el oro que fluía por dichos cursos de agua. Una vez que lo retiraban, quemaban el cuero o se lo peinaba y quedaba el oro disponible.

El vellocino de oro fue el origen del carnero alado de la mitología griega buscado por Jasón y los argonautas. En el siglo XV este vellocino fue elegido como símbolo para la condecoración de la Orden del Toisón de Oro (toisón significa vellón). Esta orden de caballería fue creada por Felipe el Bueno, duque de Borgoña, con la propuesta de reconquistar Jerusalén.

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                  Jasón regresa con el vellocino de oro en una crátera roja de Apulia, c. 340-330 a. C.

Jasón regresa con el vellocino de oro en una crátera roja de Apulia, c. 340-330 a. C.

Este mito griego fue interpretado por algunos como la fortuna que llega a tierras griegas. Pero esta fortuna no era solo de oro, también llegó con los ovinos o con el trigo.

Los ovinos, despreciados, victimizados y usados como sinónimo de sumisión política (Stendhal decía que el pastor siempre persuade a las ovejas de que sus intereses y los suyos son lo mismo), fueron de gran valor en la economía y un elemento que permitió asentar a los pueblos primitivos y, con la agricultura, crear la “cultura” de estos pueblos.

Desde entonces se estableció un vínculo particular entre los descendientes domesticados del muflón salvaje de la antigua Mesopotamia (ancestros de nuestras ovejas) y sus cuidadores: Los pastores. Oficio digno, si los hay, y con una connotación de simpleza y dignidad que también lo convirtieron en un arquetipo religioso: El buen pastor (aunque algunos pastores, según Tiberio, en lugar de esquilar, desuellan a sus ovejas).

Este mito griego fue interpretado por algunos como la fortuna que llega a tierras griegas. Pero esta fortuna no era solo de oro, también llegó con los ovinos o con el trigo.

Los ovinos, despreciados, victimizados y usados como sinónimo de sumisión política (Stendhal decía que el pastor siempre persuade a las ovejas de que sus intereses y los suyos son lo mismo), fueron de gran valor en la economía y un elemento que permitió asentar a los pueblos primitivos y, con la agricultura, crear la “cultura” de estos pueblos.

Desde entonces se estableció un vínculo particular entre los descendientes domesticados del muflón salvaje de la antigua Mesopotamia (ancestros de nuestras ovejas) y sus cuidadores: Los pastores. Oficio digno, si los hay, y con una connotación de simpleza y dignidad que también lo convirtieron en un arquetipo religioso: El buen pastor (aunque algunos pastores, según Tiberio, en lugar de esquilar, desuellan a sus ovejas).

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                  Representación del

Representación del “buen pastor” en las catacumbas de san Calixto.

 

Los ovinos se expandieron en el mundo. En el escarpado territorio griego se convirtió en el principal sustento, mientras que los romanos las diseminaron por su imperio.

Plinio el viejo, describió con detenimiento los usos de las ovejas y sus lanas. Para él, eran animales que servían “para apaciguar a los dioses…” de este tradicional sacrificio, común en muchos pueblos mediterráneos, nace el concepto de Cordero Pascual, el animal que, de una forma mágica, nos redime de nuestros pecados.

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                  Adoración del Cordero Místico, con la sangre brotando, detalle del Políptico de Gante, de Jan van Eyck, c. 1432.

Adoración del Cordero Místico, con la sangre brotando, detalle del Políptico de Gante, de Jan van Eyck, c. 1432.

 

Hacia la Edad Media, España e Inglaterra eran los principales criadores de ganado ovino convertido en fuente de riqueza. En España existió “El Honrado Concejo de la Mesta de Pastores”, una asociación de criadores de merino que incluía a los más ricos productores (muchos de ellos también pertenecían a la alta nobleza). Esta Mesta se convirtió en un grupo de poder ya que tenían los permisos para trasladar los rebaños de los pastos de invierno en Andalucía, a los de verano, ubicados al norte de la península. Esta capacidad de organizar mejor el pastoreo y, por consiguiente, conseguir mejores ingresos, fue fundamental para que los monarcas españoles beneficiasen esta Mesta, con favores que apuntaban a mejorar las ganancias de la corona con impuestos a esta actividad tan floreciente. Para evitar enojosas competencias, las merino españolas no podían ser exportados por disposición real, norma que rigió hasta bien entrado el siglo XVII.

En Inglaterra, también regía la prohibición de exportación. La fuente de ingresos por los impuestos a la lana era tan importante que el Lord Speaker de la Cámara de Lores, se sienta sobre un cojín de lana, conocido como Woolsack. La rubia Albión estaba bien acomodada sobre su comercio de ovinos…

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                  The fall of the Wolsey of the wolosack. Caricatura satírica de James Gillray - Inglaterra - 1792

The fall of the Wolsey of the wolosack. Caricatura satírica de James Gillray – Inglaterra – 1792

 

En Inglaterra se seleccionaron especies particularmente adaptadas para cada región, generando una excepcional variedad de razas que, posteriormente, se distribuirían a lo largo y ancho del Imperio.

Gran parte de este mérito se debió a Robert Bakewell quien estableció los criterios de la cría selectiva. Sus trabajos sobre la genética animal, mucho antes que las experiencias de Darwin y Mendel, son modelos de selección para mejorar la especie. Quizás Bakewell no sea ajeno a la elección de Dolly como modelo para la clonación, dado los notables conocimientos de genética ovina.

Colón y Cortés introdujeron la raza “churra” en América, mientras los ingleses recién la diseminaron por América del Norte en 1607. De las 400 cabezas introducidas, en menos de 20 años, cien mil ovinos pastaban en las colonias de América, constituyendo una de las fuentes de riqueza de estas dependencias que, obviamente, no brillaban como oro ni la plata ni las piedras preciosas que buscaban afanosamente los conquistadores… Sin embargo, daban trabajo, alimento, vestimenta y calzado a los sufridos habitantes del Nuevo Mundo.

Fue justamente la ganadería ovina la que generó la riqueza de los márgenes rioplatenses. Mientras las ovejas eran aprovechadas íntegramente (hasta sus tripas sirvieron de primitivos condones), las vacas quedaban expuestas a la putrefacción después de haber sido cueradas. Las cuchillas orientales eran extensos muestrarios de huesos, y la presencia de toros salvajes ponían en peligro a las personas que se aventuraban por rumbos desolados, cosa que no pasaba con los carneros y menos aún con las ovejas, más dóciles para su manejo. Fueron estas ovejas las que se adaptaron a zonas más inhóspitas, las que aceptaron pastos más duros y lugares escarpados, constituyendo la fuente de sustento y progreso de estas tierras.

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                  Fotografía de merina de Rambouillet - Uruguay -c. 1900 - Foto de J. Fitz-Patrick

Fotografía de merina de Rambouillet – Uruguay -c. 1900 – Foto de J. Fitz-Patrick

 

Por más que ya no brilla con el mismo esplendor de antaño, el futuro de los ovinos es promisorio. Los textiles sintéticos han demostrado ser un pesado desperdicio para la humanidad, que ahora ve las ventajas de la lana como producto biodegradable.

Las prendas de lana mejoran la sustentabilidad y la carne ovina, al tener menos emanaciones de metano, asisten en menor escala al efecto invernadero que los vacunos.

Las ovejas vuelven a brillar como el vellocino que buscaban los argonautas.

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                  Frixo montado sobre el carnero alado.

Frixo montado sobre el carnero alado.

 

 

 

 

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