Jacques Offenbach, un autor de prestigio, se puso a trabajar sobre los cuentos del conocido escritor y músico E.T.A Hoffmann.
“Der Sandmann”(1), “La noche de San Silvestre”, y “El puchero de Oro”, fueron usadas por el libretista Jules Barbier. Vale señalar que el Dr. Freud dijo que estos cuentos y gran parte de la obra de Hoffmann son de “una perturbación extraña”.
Esta historia de romanticismo negro cuenta sobre el enamoramiento del personaje con un autómata y su infeliz final. El tema de los autómatas se había puesto de moda en Europa y existieron de varios tipos, como uno de un santo que se flagelaba (propiedad de Felipe II de España) o la famosa máquina que jugaba al ajedrez (aunque fuese un enano quien la manipulaba). Acá el profesor Spallazini crea a su “hija” Olympia, la mujer perfecta que, cada tanto se queda sin cuerda para continuar su actuación.
El estreno de la ópera se hizo en casa del compositor (8 Boulevard des Capucines) el 18 de mayo de 1879, pero Offenbach murió el 5 de octubre del año siguiente, y la orquestación fue corregida por Ernest Giraud (también responsable de concluir Carmen).
Desde entonces comenzaron una serie de “remakes” más cuando el fuego en el Ópera Comique destruyó parte de las partituras originales, por lo que se debió recurrir a la imaginación de algunos compositores y la memoria de otros.
Su aria más conocida “La Barcarola”, fue utilizada por otros compositores como Moritz Moszkowski y en películas como “La vida es bella”, “Titanic”, y hasta cuenta con una versión de Elvis Presley para su película G.I. Blues.
Los cuentos de Hoffmann fue la culminación de las obras de Offenbach, porque a diferencia de sus muchas otras obras consideradas superficiales y vanas en las que celebra los placeres de la vida antes que el servicio, en estos cuentos el arte y el espíritu vencen a los placeres mundanos… aunque no debamos olvidar que originalmente los llamaron “cuentos fantásticos”.
(1) Este mismo cuento fue utilizado para Leo Delibes, en su ballet Coppelia