La batalla de las Ardenas
A mediados de agosto de 1944, el desembarco de las tropas aliadas en Normandía abrió brechas en las líneas alemanas. Muchas tropas aliadas avanzaron hacia París, ayudados en muchos casos por combatientes de la resistencia que saboteaban líneas de comunicación alemanas y tomaban puntos estratégicos.
El 19 de agosto se produjo un alzamiento armado en París y Hitler ordenó quemar la ciudad, pero el comandante Dietrich von Choltitz desobedeció la orden, y seis días más tarde terminó rindiéndose ante el general Leclerc. Tras cuatro años de ocupación alemana, París volvía a ser libre; horas más tarde, los parisinos aclamaban a Charles de Gaulle.
Tras la liberación de París los aliados recuperaron rápidamente toda Francia excepto las zonas más orientales, Bélgica y Luxemburgo. El avance de las tropas aliadas se detuvo cerca de la frontera con Alemania. Así y todo los aliados tomaron Aachen, la primera ciudad alemana conquistada, tras asediarla durante un mes.
Pero Hitler no se quedaría con los brazos cruzados, ya conocen a Adolf. Desde mediados de octubre, el Führer había ordenado el reclutamiento de todos los hombres sanos de entre 16 y 60 años; y para mediados de diciembre, el Volksturm (milicia popular) junto a soldados regulares lanzaron una contraofensiva masiva. Y además estaban los conocidos de siempre del poderoso (a esta altura ya en problemas, y serios) ejército alemán. Puso a cargo de la ofensiva a las Ardenas a oficiales de renombre: von Rundstedt, Model (tres ejércitos con 32 divisiones), Dietrich (un nazi fanático) y von Manteuffel con dos ejércitos de Panzers, Brandenberger con otro ejército (este último con la misión de contener a Patton), en fin, lo mejorcito que tenía a mano.
El 16 de diciembre las panzerdivisonen ya habían quebrado las líneas aliadas en las Ardenas y penetrado 100 km, y hacia media mañana del 17 de diciembre, los generales Eisenhower y Bradley tuvieron que admitir que se trataba de un ataque alemán de gran importancia. Empezaron a pasar revista a los cuadros de efectivos (lo que se dice “juntar gente”): en Reims, los miembros de dos divisiones aerotransportadas (82 y 101) se entregaban a su deporte favorito cuando no estaban en combate: el recorrido de bares y cafés buscando peleas, alcohol y mujeres. En dos horas se recuperó a los hombres de peor fama de la región (es un decir), y se les ordenó ir a Bastogne y Werbomont cuanto antes. La división 10 de tanques y la 101 aerotransportada se trasladaron a Bastogne, objetivo primordial de von Manteuffel. Solo había entrado a la pequeña ciudad menos de la mitad de las tropas cuando fueron cercadas por tres lados por los alemanes. La división 101 logró entrar durante la noche por el único espacio posible.
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Infantería estadounidense dispara sobre el enemigo cerca de Bascogne, diciembre de 1944
Aprovechando el mal tiempo (el clima era tan imprevisible antes como lo es ahora…), que impedía el despegue de aviones, los alemanes invadieron Luxemburgo y Bélgica, rodeando a la división estadounidense 101 del general Anthony McAuliffe en Bastogne.
El frío era cruel y los aliados carecían de víveres y municiones suficientes. Hacia el 22 de diciembre la situación de Bastogne era desesperada. Las tropas sitiadas en Bastogne al mando de McAuliffe se mantenían firmes, y Patton estaba lejos. Demasiado. Los alemanes que sitiaban la ciudad enviaron tres emisarios a negociar la rendición, formales como son los alemanes: “no queda más que un medio de evitar la aniquilación total a las tropas norteamericanas sitiadas, y es una capitulación honorable”, palabras más, palabras menos. McAuliffe y sus hombres, una especie de Aldo Raine y sus muchachos (los “bastardos sin gloria” de Tarantino, aunque en mucho mayor número, claro está), no tardaron en contestar: “¡Nuts!” fue la respuesta de McAuliffe, mientras sus oficiales sonreían. Tomó un lápiz y preguntó a sus mandos cómo redactar la respuesta. “Ha dicho usted la respuesta hace un momento. No hace falta poner nada más”. Cuando entregó el trozo de papel al emisario alemán, este no comprendía si esa expresión era favorable o desfavorable a los intereses alemanes, y preguntó que quería decir con eso. El coronel Harper, hombre de confianza de McAuliffe, le hizo la traducción: “dice que se vayan al c…” (“Go to hell”), palabras más, palabras menos.
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Muy lindo todo, pero la situación para los sitiados era insostenible. Solo disponían de diez disparos por pieza de artillería, tal la gravedad del asunto. Descubrieron un depósito de harina y café en un almacén, juntaron sábanas y mantas, descubrieron cómo camuflarse… pero nunca hubo pánico, la unión de los soldados era máxima.
El “nuts” de McAuliffe se había basado en la esperanza de que llegaría ayuda aérea, y finalmente esto ocurrió, porque el clima es el clima y… cambia. El 23 de diciembre el tiempo mejoró y la situación de los aliados también. 241 aviones C-47 arrojaron 1500 fardos con provisiones de todo tipo y municiones, el 95% de los cuales fueron recogidos por los fatigados y hambrientos soldados. A esta altura, Bascogne era el único islote de resistencia. Pero las cosas comenzarían a cambiar. El general Harmon, luego de encarnizadas batallas, venció en dos encuentros a las divisiones panzer; Patton, a su vez, había enviado tres divisiones a atacar desde el sur. Estas noticias alentaron a McAuliffe y su gente. Los alemanes habían ya desistido de tomar Amberes, su objetivo principal, y decidieron su plan B: tomar Dinant, a las orillas del río Mosa. Pero para ello debían pasar por… Bastogne, el reducto de los testarudos gal… perdón, americanos de McAuliffe. Los alemanes apretaron el cerco y perforaron la defensa de Bastogne por el noroeste. Pero McAuliffe se la había visto venir, les abrió la puerta y los emboscó. Resultado: en la madrugada de Navidad, 18 panzers destruidos y todos los soldados alemanes muertos o prisioneros. A esta altura, ya los aviones aliados bombardeaban a las tropas alemanas y a sus vías de suministros, y los norteamericanos empezaron a salir del patio cercado. El tercer ejército del general Patton liberó Bastogne el 26 de diciembre, y el 3 de enero de 1945 las fuerzas aliadas terrestres contraatacaron. Cinco días después las tropas alemanas comenzaron la retirada. Finalmente, la derrota de los alemanes en Bastogne se completa el 9 de enero, cuando las fuerzas norteamericanas respaldadas por el 30mo cuerpo británico terminan de arrasar a las fuerzas alemanas y ocupan toda la región.
La incursión alemana en las Ardenas dejó un saldo de pérdidas humanas de unos 75.000 aliados y casi 100.000 alemanes, entre muertos y heridos.
Y como Astérix y los galos, McAuliffe y los suyos resultaron indomables.