Durante mucho tiempo se creyó que este poema estaba destinado a Vittoria Colonna, una querida amiga del artista, pero en realidad, estos versos cambiaron de género para ocultar al verdadero destinatario de su afecto, Tommaso dei Cavalieri, a quien Miguel Ángel Buonarroti había conocido en 1532. Esta pasión lo empujó a escribirle “Vuestro nombre me alienta el corazón y el alma, llenando uno y otro de tanta dulzura que no siento tristeza, ni temor a la muerte…”.
Sin embargo, Vittoria Colonna fue muy importante en la vida de Miguel Angel. Ella pertenecía a una poderosa familia romana y había estado casada con Francisco de Avalos, muerto en la batalla de Pavia. La desaparición de su esposo la había sumido en una amarga depresión, dejándola al borde del suicidio. En 1530, mientras estaba retirada en un convento de Roma y dedicada a escribir rimas espirituales, conoció al artista. Entre ellos surgió una apasionada amistad que ejerció una enorme influencia sobre Miguel Angel. A pesar de los estrechos lazos, la relación con Vittoria no dejó de ser platónica. Fue ella justamente quien le devolvió al artista la fe en Cristo al final de sus días. Franco admirador del temple de Vittoria, Miguel Ángel la llamaba “un uomo in una donna”.
La mayor parte de los cuerpos femeninos en la obra de Miguel Angel están trazados a partir de modelos masculinos o de estatuas antiguas. Las mujeres de Buonarroti carecen de la sinuosidad propia de su sexo. Son fuertes y musculosas, casi viriles, nada que ver con las obras de otros colegas que buscaban en la mujer la sensibilidad y no la fuerza. Vittoria Colonna falleció en 1547. Por varios días Michelangelo quedó atribulado y como loco por esa pérdida. Mucho se lamentó no haber podido despedirse de su querida amiga a quien le había dedicado numerosos dibujos religiosos.
“Los pensamientos amorosos, vanos y torpes ¿Qué queda de ellos sino dos muertes inminentes? De una estoy seguro, la otra me amenaza”. La otra muerte le llegó, años más tarde, el 12 de febrero de 1564, pero con la fortuna de contar a su lado con Tommaso dei Cavalieri, que llegó a tiempo para cerrar los ojos del genio.