Las fuerzas del Eje toman los Balcanes y Grecia

En octubre de 1940, sin la aprobación de Hitler (que a su vez acababa de tomar la zona petrolífera de Rumania sin haber consultado con Mussolini), el Duce envió 155.000 soldados a Grecia desde Albania. Pero no solo no logró conquistar Grecia sino que un tercio de Albania cayó en manos griegas, mientras los británicos tomaban la estratégica isla de Creta. En teoría, Italia debía librar una especie de “guerra paralela” en el Mediterráneo mientras Alemania se concentraba en el norte. Pero durante el año siguiente, Hitler estaría ocupado en recomponer los estropicios de Mussolini…

Hitler empezó a preparar la campaña de Grecia en noviembre de 1940. Con Hungría y Rumania ya en la órbita del Eje, aseguró que sus tropas pudieran cruzar esas fronteras en camino a Bulgaria, país que sería usado como plataforma para la invasión.

Los preparativos comenzaron casi de inmediato, con el envío de expertos en logística y pilotos; en diciembre ya había varios miles de soldados alemanes en Bulgaria. En enero de 1941, los alemanes tenían todo listo para atravesar el país para atacar a las fuerzas británicas en Grecia (incluso habían avisado a los soviéticos), y el mariscal de campo alemán Wilhelm List se trasladó a Sofía.

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Sin embargo, el rey Boris III de Bulgaria aplazó la operación. Temía una invasión de su país por parte de Turquía, que estaba del lado de los Aliados pero “no tanto” (no tenía puesta del todo la camiseta, digamos). Alemania estaba firme en su decisión de tomar Grecia y presionó a Bulgaria para que se adhiriera al Pacto Tripartito (“Pacto del Eje”, entre el Imperio de Japón, Alemania nazi y el Reino de Italia, firmado en septiembre de 1940). Bulgaria terminó firmando el Pacto luego de la insistencia alemana, y en febrero de 1941 el mariscal List firmó un acuerdo secreto con el alto mando búlgaro que aseguró el transporte para las tropas alemanas. También decidió que el ejército búlgaro no participaría en la campaña, sino que se limitaría a mantener el orden en el país y resguardar la frontera con Turquía. El 17 de febrero, Bulgaria y Turquía firmaron un pacto de no agresión, lo que eliminó la amenaza turca, con la que habían contado los británicos para tratar de frenar el ataque alemán a Grecia. Así, el rey Boris se tranquilizó, y campo libre para los alemanes.

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Hitler con el rey Boris de Bulgaria durante una visita a Obsersalzburg (Baviera) en 1941

Hitler con el rey Boris de Bulgaria durante una visita a Obsersalzburg (Baviera) en 1941

Hay que decir que, formalmente, hasta el 1 de marzo de 1941, Bulgaria se mantuvo neutral en la guerra. En dicha fecha se convirtió en aliada de las fuerzas del Eje hasta el 9 de septiembre de 1944, momento en que cambió de bando para integrarse en el de los Aliados hasta el final de la guerra, y a diferencia de Hungría o Rumania, mantuvo sus relaciones diplomáticas con la URSS en todo momento (aaah, pícarosss…).

Ya resuelto el “tema Bulgaria” para los alemanes, veamos qué pasaba en los Balcanes. El príncipe Pablo, regente de Yugoslavia, permitió que su país se uniera al Eje. Tradicionalmente aliada de Francia, Yugoslavia había ido acercándose a Alemania durante la segunda mitad de la década de 1930, en parte como contrapeso a la hostilidad de algunos de sus vecinos, especialmente de Italia, Austria y Hungría (casi todos, bah), y por motivos económicos (que nunca faltan). La progresiva ampliación del Pacto Tripartito a las naciones de los Balcanes una vez comenzada la Segunda Guerra Mundial aumentó la presión sobre los yugoslavos para alinear su política con el Eje. Tras largas negociaciones, el Gobierno yugoslavo aceptó rubricar el Pacto después de lograr importantes excepciones. Esto no fue bien recibido por su país, y como consecuencia de ello se produjo un golpe militar en Yugoslavia; Pablo fue derrocado y los sublevados triunfantes proclamaron algo así como “la mayoría de edad” del rey Pedro II (que tenía 17 años por entonces), transformándolo en el jefe nominal del país. El general Dusan Simovic quedó al frente del gobierno. Pero no sería por mucho tiempo.

YUGOSLAVIA

Las “invasiones gemelas” (a Grecia y a Yugoslavia) comenzaron el 6 de abril de 1941. El nuevo gobierno yugoslavo, a pesar del entusiasmo pasajero de los Aliados (sobre todo de los británicos, que habían apoyado el golpe), fue sometido por el ataque de las fuerzas del Eje menos de dos semanas después del golpe que los llevó al poder, y sufrió tanto una rápida derrota de las fuerzas armadas yugoslavas como la partición y ocupación del país. Poco después, en Grecia, a pesar de los esfuerzos de cincuenta mil soldados británicos, la esvástica ondeaba en lo alto del Partenón.

A mediados de mayo, Grecia (excepto la isla de Creta) se hallaba bajo poder alemán o italiano. Para terminar el asunto, el 20 de mayo cayeron sobre Creta los paracaidistas alemanes, que en veinte días echaron (es un decir) a los últimos defensores británicos.

Yugoslavia fue desmembrada: Serbia, Croacia y Montenegro se convirtieron en repúblicas “independientes” (término peculiar dado el momento que se vivía). El resto del territorio fue repartido entre sus conquistadores y sus vecinos (no se la iban a perder…).

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A partir de ahí, empezó una guerra civil no declarada: los “ustashi” (ustashas, en español) croatas mataban a la minoría serbia; los nacionalistas serbios de la resistencia (llamados “chetniks”) mataban a los croatas y a los musulmanes. A su vez, partisanos de varias etnias, comandados por el líder comunista Josip Broz Tito (nacido en Kumrovec, por entonces parte del Imperio Ausrro-húngaro, hoy Croacia), combatían contra los ustashas, los chetniks y los ocupantes del territorio. Todos contra todos, digamos. Al final de la guerra, Tito tomó el poder en Yugoslavia.

Pero ese es el comienzo de otra historia.

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