La vida atormentada de Darwin

El capitán Robert Fritz Roy, quien habría de conducir los destinos del Beagle en su expedición por América Latina, le ofreció al joven Darwin el puesto de biólogo de abordo. Darwin dudó largamente, pensaba que el mareaje del barco habría de mantenerlo constantemente enfermo… Y no se equivocaba. En realidad, la vida de Darwin fue un eterno tormento. Durante su diario del viaje en el Beagle registró distintos episodios de fiebres, dolores abdominales y palpitaciones que lo habrían de acompañar con mayor o menor intensidad a lo largo de su existencia. Esta sintomatología proteiforme se acentuó al año de retornar del periplo. Vuelto a casa se dedicó a analizar el abundante material que había acumulado a lo largo de la expedición. Ese 1838 se comprometió con su prima Emma, quien se mostró comprensiva y solícita ante los requerimientos somáticos de su marido, que lo mantenían en perpetuo estado de zozobra y debilidad.

Charles consultaba su sintomatología con distintos médicos (incluido su propio padre) que ensayaban diversas terapéuticas con oscilantes grados de éxito. Al parecer solo un rutinario esquema de trabajo con sus debidos descansos le otorgaba paz al Sr. Darwin, que se aferró a la monotonía como tabla de salvación. “Mi único empleo y regodeo ha sido el trabajo científico, la excitación que me produce dicho trabajo me hace olvidar de mi casi diario disconfort”.

En 1854 le escribió a su amigo Thomas Huxley deseándole que el matrimonio “no lo convierta en un perezoso. La felicidad, temo que no sea buena para el trabajo”. Para Darwin la rutina era su refugio, cualquier interrupción de su esquema de trabajo era una buena excusa para que aflorasen sintomatologías diversas que le aseguraban una vuelta al cronograma salvador. Por estas razones de salud y una abrumadora timidez, Darwin pocas veces defendió sus tesis evolutivas personalmente, Huxley, Spencer y Galton fueron sus paladines, cruzados en las luchas por la evolución. Estos adoptaron posiciones extremas, con las que Darwin no siempre coincidía, y crearon una serie de malentendidos e interpretaciones muy particulares que aún persisten.

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Charles Robert Darwin.
Charles Robert Darwin.

 

Durante 6 años Darwin llevó un Diario de Salud, donde detalla la proteiforme sintomatología que lo aquejaba, especialmente las dolencias digestivas que resumía bajo la letra “F”.

Fueron varias las explicaciones que pretendieron esclarecer el origen de los problemas de salud de Darwin. Desde la neurastenia pasando por ametropías y cansancio visual. Pero vale detenerse en la afirmación de Saúl Adler, quien en 1959, afirmaba que Darwin había contraído el mal de Chagas durante su visita a las pampas argentinas en 1835 cuando conoció a Don Juan Manuel de Rosas. Efectivamente en su diario relata haber sido picado por el Triatoma infestans, alias vinchuca.

Para sobrellevar sus males, Darwin recurría a diversas terapias alternativas de ese tiempo, como la hidroterapia, el mesmerismo, la homeopatía, la hipnosis y ¡hasta la clarividencia!

Charles Darwin fue un observador formidable y un preclaro analista de la naturaleza. Esa condición le requirió mucho tiempo de estudio y meditación sobre lo que había conocido en sus prolongados periplos para darle forma a sus observaciones. Darwin se refugió en la rutina del trabajo y gracias a esta rutina elaboró una doctrina que revolucionó la forma de entender al mundo.

Vaya uno a saber si Darwin hubiese podido elaborar esta abstracción sino fuera por su dispepsia y sus palpitaciones secundarias a la maldita vinchuca.

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