La verdadera historia del robo argentino más famoso

El robo exprés más famoso de este siglo ocurrió hace 14 años durante el verano de Argentina. El objetivo fue un Banco Río ubicado en una de las zonas con mayor poder adquisitivo de la Ciudad de Buenos Aires. Los protagonistas fueron: Fernando Araujo (49 años), un artista plástico que vivía a 10 cuadras del banco, experto en artes marciales y cultivador de cannabis que planificó todo el delito; Rubén Alberto de la Torre (64 años), miembro de una “Súperbanda” que robaba bancos y blindados y que fue uno de los que entró al banco; José Zalloecheverría (60 años), el chófer del grupo; Sebastián García Bolster (51 años), encargado de solucionar los problemas técnicos que se les presentaban para concretar la fuga; Luis Vitette Sellanes (64 años), ex estudiante de teatro que llevó adelante las negociaciones con el Grupo Halcón; y el sexto hombre, a quien hasta ahora desconocemos, pero que los investigadores judiciales afirman que existió.

Antes del robo, Araujo pasaba los días fumando marihuana en su atelier donde pintaba y pensaba hacer algo que trascendiera la normalidad. Una noche de lluvia, ese “algo” que rompa las reglas tomó forma en un plan para cometer el mejor robo a un banco en la historia, uno distinto a todos. Sin armas reales, “desde un concepto artístico” según él mismo. La idea era distraer con todo lo que ocurría en la toma de rehenes del primer piso y la planta baja, cuando en realidad lo esencial pasaba en el subsuelo.

El día anterior al asalto, el cerebro del grupo se levantó a las seis de la mañana, se dio una ducha, se cambió, se probó varias gorras, se puso un chaleco de pesaca con varios con bolsillos y la peluca rubia que iba a usar, preparó los últimos detalles, repasó la lista con cada paso del plan y las cosas que debía llevar. Por último, fue hacia el escritorio y desplegó una cartulina blanca donde comenzó a escribir una frase con una regla pantográfica. Luego, la enrolló y la guardó en uno de los bolsillos del chaleco. En la mesada dejó desplegadas todas las cosas que llevaría: Cinta scotch, handy con frecuencia policial, otro con frecuencia encriptada para comunicarse con sus compañeros, pegamento, herramientas básicas, un estuche con primeros auxilios, llaves de la camioneta, dos gafas de sol, documentos en una bolsita hermética, linterna de mano, guantes quirúrgicos, pasamontañas, bolsa con pelos, un bidón con cinco litros de cloro, réplica de arma, réplica de granada.

El asalto fue cuidadosamente planificado, utilizaron diversas técnicas criminales e inclusive debieron reversionar instrumentos mecánicos por las adversidades que se les presentaron durante la misión. Diseñaron específicamente un túnel que les permitió ingresar al banco, construyeron pasajes y diques para habitar las alcantarillas y preparar el camino de la fuga, usaron una compleja herramienta mecánica para abrir las cajas de seguridad y hasta la negociación para distraer a las tropas especiales fue guionada. Nada fue improvisado. Para el líder, ese túnel semicircular que construyeron para llegar al banco y para escapar fue su segunda casa durante meses. Conocía sus sonidos, sus paredes, el pulso del agua, todo. Hasta llegó a alimentar a una rata que veía siempre cuando trabajaban para llegar al Banco Río. La entrada a ese túnel fue hecha desde un desagüe pluvial que va hacia el río. El mismo tiene un diámetro de 15 metros, es decir que podría caber un camión sin problemas, y el agua les llegaba más abajo de la cintura.

robo siglo

El robo del siglo se llevó a cabo en el barrio de Acasusso, zona norte de la Ciudad de Buenos Aires, un viernes 13 de enero de 2006, pero se planificó durante meses. Araujo, un hombre de clase alta y sin antecedentes delictivos, fue quien ideó el plan y se puso en contacto con el resto de la banda. La idea era llevarse todo el dinero del banco, además de los objetos de valores que encontraran, y para ello debieron trabajar en la idea del escape durante un año, construyendo pasajes rudimentarios y diques de contención en el laberinto de túneles subterráneos que terminan en el Río de la Plata. La mente maestra les dijo a sus cómplices que la idea era golpear al sistema capitalista de los bancos, no ir contra la gente. “Tenemos que ganarnos el clamor popular“, les dijo según El País.

Antes de llevar cabo el delito en la esquina de Libertador y Perú, Araujo les dejó en claro a sus compañeros que no quería ningún herido, les recalcó que había que reducir el daño a cero. Por eso llevaron réplicas de armas, no querían emplear violencia. “Todo lo que uno hace, para bien o para mal, termina por volver”, les decía. Estaba seguro que los damnificados iban a recuperar el dinero de las cajas de seguridad y que algo bueno iba a surgir si se hacían las cosas desde ese lado. Cinco entraron haciéndose pasar por clientes normales: Vitette, De la Torre, Araujo y otros dos cómplices. Uno se puso un traje gris para negociar con la policía, otro se vistió con un delantal y un estetoscopio de médico y otro con peluca haciéndose llamar Susana. García no ingresó, pero conocía el desagüe de chiquito, trabajó en el dique y los ayudó con las herramientas. Zalloecheverría esperó a sus cómplices arriba de una combi en la salida del desagüe, a 14 cuadras del banco. Demoraron 7 horas en ejecutar todo el plan, con precisión y sin disparar un solo tiro. Simularon una toma de rehenes para distraer a los casi 300 agentes de las fuerzas especiales y mientras tanto lograron abrir cajas de seguridad y huyeron por las alcantarillas con lo rescatado de las cajas de seguridad del banco de Acassuso. Además del dinero, se llevaron objetos de alto valor y documentos que nunca pudieron ser recuperados. Por último, tenían botes preparados para escapar por el Río de la Plata.

La secuencia tuvo un quiebre cuando uno de los rehenes llamó a su hermana, que estaba en la entrada, y le dijo que hacía unos minutos que no escuchaban ruidos ni veían movimientos. Allí entró el Grupo Halcón, con las cajas de seguridad ya violadas y con la única presencia de los rehenes. En la cartulina que mencionamos antes, Araujo escribió: “En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es sólo plata y no amores” y la dejó pegada dentro del banco, lo que dejó atónitos a los oficiales de élite que iban dispuestos a un enfrentamiento armado. En un pasaje del libro que Vitette publicó luego del hecho, cuenta que quedó desencajado durante el atraco cuando advirtió que las personas cautivas veían esto como una novedad divertida por el hecho de estar privados de su libertad. No terminaba de entender qué le pasaba por la cabeza a esa gente. Los policías lograron sacar a todos los rehenes sanos y salvos, pero ahora debían encontrar a los ladrones. “No pasaba nada, veíamos todo desde lejos. A eso de las 7 y pico de la tarde, vemos que pasa uno de los jefes policiales, pálido, apurado, y enseguida llegan buzos tácticos y se empiezan a meter por una alcantarilla, ahí, a metros de donde estábamos con otros colegas. ‘Estos se escaparon’, dijimos”, declaró a Clarín Leonardo De Corso, ex cronista de ese mismo diario.

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Además, mientras esto pasaba, en el banco reinaba el caos: “Empezaron a llegar los ahorristas, desesperados. Todos querían saber si les habían robado. Los hacían pasar y les tomaban los datos, iban hasta la bóveda. Cuando volvieron a la calle, los fui buscando uno por uno y les pedí que me contaran cómo era el banco por dentro, a dónde estaban las cajas de seguridad, etc. Así armé un croquis que luego dimos en el diario como infografía. Fue tema de tapa todo el verano, cuatro páginas todo los días”, agregó De Corso, quien llegó al Banco Río a eso de las 16, pero se terminó yendo a las 3 de la mañana del sábado.

El robo comenzó al mediodía, pero la cobertura de los medios se demoró un par de horas. Llegaron para cubrir un hecho menor y se fueron sabiendo que iban a escribir sobre una de las historias más impactantes de sus carreras: “Cuando comenzó el robo lo vimos un rato largo por tele. No nos iba a servir si se terminaba en eso. Pero a la tardecita ya se hablaba del robo, de las cajas de seguridad y me fui para el banco. Había mucho hermetismo, nadie sabía bien qué pasaba”, detalló Ripetta de Crónica.

Respecto del éxito del golpe, en el libro escrito por Vitette, el uruguayo también recupera escenas de los festejos post fuga, donde narra un brindis con cerveza mientras repartían el dinero: “Era la una, las dos de la mañana, y seguían contando plata y apilando. Recién terminaron a las cinco de la mañana. De inmediato hicieron las cuentas. Se multiplicó, se dividió y se repartió. Ya tenían previstas bolsas de residuos, de las negras de consorcio, para guardar el dinero, cada cual con su parte“.

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El 6 de mayo de 2010, cuatro de los acusados fueron condenados en el Tribunal Oral N°1 de San Isidro. Los jueces fueron María Elena Márquez, Alberto Ortolani y Gonzalo Aquino. Meses más tarde, en agosto de 2010, el quinto integrante, Mario Vitette Sellanes, reconoció en un juicio haber sido el hombre del traje gris y pactó una pena a 14 años, pero como había cometido otros dos delitos mientras estaba libre, se le sumaron 7 años de cárcel más. Alberto de la Torre fue el primero en caer, ya que lo detuvieron cuando escapaba con una amante y a partir de ahí fue cayendo el resto. Alicia Di Tullio, su ex esposa, detalló a la policía quiénes habían sido los integrantes de la banda que cometió el ilícito. Según sostuvieron los pesquisas, lo delató porque él iba a dejarla por una mujer más joven y pensaba llevarse el botín de un millón de dólares. Ella sabía porque el día que se reunieron en la casa de de la Torre para reacondicionar la camioneta (debían hacerle un agujero para que conectara por la alcantarilla donde saldría la banda) en un momento, en el garage, apareció Alicia y su marido dijo “No hay drama muchachos, ella sabe y es de fierro”.

Las condenas fueron: De la Torre, 15 años (libre), quien escribió sus memorias en Avellaneda; Fernando Araujo, 14 años (libre), se dedicó a escribir una película sobre el hecho; José Zalloecheverría, 10 años (libre), estudió Derecho en Alejandro Korn y Sebastián García Bolster 9 años (libre), arregló motos de agua en la misma localidad del delito. Vitette cumplió la mitad de la condena y fue expulsado a Uruguay, su país natal, donde abrió una joyería en el pueblo de San José. Aunque se estima que fueron 19 millones de dólares, nadie conoce aún la cifra exacta de dólares que se llevaron los ladrones y sólo el 20% del dinero fue recuperado.

La policía sólo pudo secuestrar el dinero que le correspondió a De la Torrre. En la casa de su hijo encontraron dos bolsos con 900 mil dólares y ocho kilos de joyas. “Mi ex guardó parte en la heladera, en el horno, debajo de la cama”, llegó a decir Di Tullio. Se había repartido en partes iguales, aunque al chófer se le dio menos porque solo esperó afuera. Era un delincuente con experiencia, pero no pudo entrar al banco porque se recuperaba de una herida policial.

Sin embargo, hubo dos que se salvaron: En el libro de Vitette, El ladrón del siglo, aparece como Ernesto y en la película como Debauza. “Es un ladrón de la vieja escuela, un experto, aprendimos todos con él. No cayó simplemente porque fue hábil, no apretó a nadie ni puso dinero”, dice De la Torre. Él fue quien metió a Vitette en esto, el uruguayo contó que se apareció en su casa, le contó el plan y lo convenció. El segundo hombre en cuestión sus compañeros lo llamaban “el bebe” o “el pibe”. “No se sabe si existe ese personaje o si está muerto o vive”, dice Vitette. En el expediente, una testigo se refiere a él como un hombre al que le temblaba la mano y que sostenía el arma como un papel. Una versión indica que este delincuente está preso. Pero no por este asalto, sino por un robo mucho menor, que ni siquiera salió en los medios.

Desde que su pensamiento salió a la luz en el libro Sin armas ni rencores, Araujo comenzó a ser una especie de personaje de culto y venerado dentro de la sociedad, al igual que Vitette. El hombre ideó un plan maestro durante un año, fue asaltante por única vez y desapareció con sus cómplices repletos de dólares. Pero también hay otro factor, y es que vulnerar de esa manera a un banco para hacerse rico es un poco el sueño de todos (realmente espero que sea legal publicar esto), lo vimos en incontables series y películas. Por último, este status de casi “ídolo” se da porque es un hombre de zona norte, blanco y con plata. Si fuese un pibe de un barrio popular con otro color de piel, estaríamos hablando de otra reacción de parte de la sociedad, los medios, las fuerzas policiales y la Justicia, obviamente.

Después del asalto, Araujo tuvo otra epifanía: llevar la historia real al cine. Planeó la película con la intensidad y el método del robo del siglo, pero intentó no repetir el asalto al pie de la letra. “Es muy reservado, pero tampoco se esconde. Lo último que se sabe de Araujo es que tuvo o tiene un romance con una de las actrices del filme”, dijo a Infobae una persona que lo conoció en el rodaje de la película. El largometraje de El Robo del Siglo se estrenó este año y anteriormente La Casa de Papel lo usó como base para una de sus historias. Un asalto casi perfecto, una derrota digna que será siempre recordada.

Texto extraído del sitio: https://spoilertime.com/el-robo-del-siglo-argentina-historia-real/

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