Ayn Rand (su nombre de nacimiento es Alisa Zinovievna Rosenbaum) llegó a EEUU desde San Petersburgo a los 21 años de edad. Durante casi una década vivió en Hollywood revisando guiones y escribiendo tramas para Universal, Paramount y Warner. En 1934, ya casada con Frank O’ Connor y con la nacionalidad estadounidense, se muda a New York donde dedica seis años a escribir una novela de 700 páginas que llamó “Vidas usadas”, que sería publicada en mayo de 1943 con el título “El manantial”. La novela fue llevada al cine; su protagonista, Gary Cooper, diría años después que no entendía varios de los prolongados textos que tenía que decir.
Después del éxito de “El manantial”, Ayn Rand se encerró durante siete años para escribir una novela de más de 1.200 páginas: “La rebelión de Atlas”. Una novela enorme y contundente que muestra a la realización individual como camino inequívico del desarrollo y crecimiento de una sociedad; este es el fundamento básico del objetivismo, corriente filosófica creada por Rand. La historia de “La rebelión de Atlas” presenta el conflicto entre dos actitudes opuestas hacia la vida: “razón-individualismo-liberalismo” por un lado y “lirismo-altruismo-colectivismo” por el otro.
Antes de comenzar a escribir la novela, Ayn Rand tomó extensísimas notas sobre el tema de la novela (lo que dice), la trama (cómo lo dice) y los personajes (quiénes dicen cada cosa). Las primeras anotaciones sobre la novela están fechadas el 1 de enero de 1945. El nombre original de la novela era “The Strike” (La Huelga); el nombre “La rebelión de Atlas” fue sugerido en 1956 por su esposo Frank O’ Connor, que lo sugirió para identificar a los impulsores de la sociedad con la figura del titán de la mitología griega que carga el mundo sobre sus espaldas.
Para Rand,“el tema” de la novela gira en torno a lo que sucede en una sociedad cuando sus principales creadores, motores o impulsores deciden entrar en huelga. Mostrar lo que ocurre, cómo sucede y por qué. Para eso es necesario delinear antes quiénes son los principales impulsores del mundo, por qué lo son y cómo funcionan, quiénes son sus enemigos y por qué, y cuáles son los obstáculos en el camino de los impulsores.
Decía Ayn Rand: “el primer asunto a decidir fue: ¿en quién pondría el énfasis: en los impulsores, en los parásitos o en el mundo? La respuesta es: en el mundo”. “Debo mostrar cómo los parásitos viven de los creadores, tanto en términos espirituales como físicos concretos”. “Parto de la fantástica premisa de que los principales impulsores del mundo entran en huelga; este es el corazón y el centro de la novela. Mi intención es señalar cuánto necesita el mundo de sus principales impulsores y de qué manera depravada los trata. Y lo hago desde una situación hipotética: qué le pasaría al mundo sin ellos”.
Para cosntruir la historia, Ayn Rand debía explicar acabadamente por qué los principales motores de la sociedad permitían que los parásitos sociales vivieran de ellos, por qué no habían hecho huelga antes en la historia, por qué se mantenían esclavos siendo los mejores. “La causa es su exceso de optimismo y su exceso de confianza. Lo primero les hace pensar que los seres humanos son mejores de lo que son en realidad; lo segundo es porque cada uno piensa que puede hacer más de lo que en realidad puede como individuo. Es apropiado que un creador sea optimista en el sentido profundo, pero es grave extender ese optimismo a otras personas específicas. El creador-impulsor debe adorar al hombre, pero no a la humanidad; esta sutileza es difícil de reconocer”, dice Rand.
El propósito de Ayn Rand como novelista no es presentar villanos ni héroes que cometen errores, sino delinear al ser humano ideal: íntegro, ético, coherente.
Rand se define como una filósofa teórica y una escritora de ficción, aunque admite que esto último es lo que más le interesa. De hecho, “La rebelión de Atlas” podría definirse como un “libro filosófico de ficción”. La autora expresa sus ideas filosóficas volcando los postulados del objetivismo en boca de sus personajes.
“Creí que el amor era una propina y no una recompensa que deba ser ganada, del mismo modo que ellos creen que su derecho es demandar una riqueza que no han merecido”. (Henry Rearden)
El capítulo siete de la tercera parte, que es una exposición (en boca de uno de los personajes principales, si no el principal) de más de setenta páginas sobre la doctrina objetivista, es hoy célebre en el mundo.
“El hombre debe obtener su conocimiento y elegir sus acciones mediante un proceso e razonamiento, proceso que la naturaleza no lo obliga a realizar. El hombre tiene el poder para actuar como su propio destructor, y esa es la forma en que ha venido actuando durante casi toda su historia”. (John Galt)
La incitación a la desobediencia al sistema tanto como a la política colectivista y a cualquier obstáculo institucional a la libertad de desarrollo individual captaba el espíritu de una época y atraía a la juventud inquieta de un país rico (Estados Unidos) que entraba en una década de gran expansión económica.
Pero más allá del contexto existente cuando fue escrita, la pregunta sigue siendo la misma: ¿por qué una novela de más de mil doscientas páginas que narra las peripecias de unos “superhéroes maniqueos”, con un argumemnto salpicado de arengas filosóficamente tendenciosas, sigue interesando a tantas personas hoy?
“La rebelión de Atlas” ha sido considerada la obra de ficción más importante sobre la filosofía objetivista. La novela describe a un Estados Unidos en decadencia y lo atribuye al excesivo intervencionismo del Gobierno. Divide a la sociedad estadounidense en dos clases: la de los “saqueadores” o “parásitos” y la de los “creadores-impulsores-motores” de la sociedad. Los parásitos están representados por la clase política, los religiosos y los que regulan la actividad eonómica. Los “impulsores” son hombres emprendedores, los capitanes de empresa y los intelectuales que piensan que la solución está justamente en todo lo contrario. Entre ellos surge un movimiento de protesta, bastante oculto al principio, acompañado de sabotajes y desapariciones misteriosas de empresarios y emprendedores.
El líder de este movimiento es un misterioso personaje llamado John Galt, filósofo y científico a la vez. No vale la pena spoilear la trama, llena de aristas e “historias dentro de historias”.
“Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que le dinero fluye hacia quienes no trafican bienes sino favores; cuando percibna que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo; y que las leyes no lo protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos quienes estean protegidos contra usted; cuando repare en que la corrupción estea recompensada y la honradez se convierte en autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada”. (Francisco d’ Anconia)
Cuando la obra apareció, en 1957, llamó la atención por lo osado del planteamiento para esa época. Hasta ese momento, a nadie se le había ocurrido la hipótesis de que los empresarios y el Estado fuesen antagónicos. En su ficción, Ayn Rand intenta mostrar que los Estados Unidos no podrían subsistir sin la razón y la creatividad individual, expresada en términos tanto teóricos como materiales.
“Sacrificio no significa el rechazo del mal por el bien, sino el rechazo del bien por el mal. Sacrificio es la renuncia de lo que uno valora en favor de lo que desprecia”. (John Galt)
La novela tiene intriga, acción, romance, filosofía, épica, misterio, política. Es la visión del mundo de la autora expuesta en una obra. “La rebelión de Atlas” tiene tres partes, con diez capítulos cada una. Hay más de cien personajes, de los cuales casi cuarenta tienen alguna importancia.
“La rebelión de Atlas” ha sido llevada a la pantalla tanto en el formato de largometraje como de serie, ha vendido más de treinta millones de eejemplares, fue el segundo libro más pedido en las bibliotecas públicas del este de EEUU durante dos décadas y muchas de las personas más destacadas del mundo en diversas áreas reconocen que su lectura fue decisiva en sus vidas.