Juana Manso nació en Buenos Aires el 26 de junio de 1819. Era hija de don José María Manso, español, ingeniero agrónomo, y de doña Teodora Cuenca, porteña. Aprendió las primeras letras en la escuela del barrio de Monserrat, y desde joven destacó su vocación pedagógica. Ya en 1833, a los catorce años había traducido del francés dos novelitas sentimentales: El egoísmo y la amistad o los defectos del orgullo, y Mabrogenia o la heroína de la Grecia (1834). En la primera, utilizó el seudónimo de “Una joven argentina”. Se vio obligada a emigrar al Uruguay debido a las persecuciones de que era objeto su padre por parte de los federales de Rosas. Allí, antes de llegar a la mayoría de edad, fundó un colegio al que llamó “Ateneo d Señoritas”. También Oribe hizo sentir su acción sobre las ideas unitarias de su progenitor, y nuevamente se vieron obligados a continuar su emigración al Brasil. En 1843, prosiguió en Río de Janeiro sus actividades literarias. Sin fondos para abrir otro colegio, se dedicó a la enseñanza privada. En un concierto dado en esa capital, conoció al violinista portugués Francisco de Sá Noronha, con quien contrajo enlace en 1844. En ese año, publicó Una Armonía, obra poética, y escribió para el teatro La familia Morel, y dos novelas: La familia del Comendador, de ambiente brasileño, y Los Misterios del Plata, destinada a combatir el régimen de Rosas. Con su esposo viajó a los Estados Unidos en 1846, trabando amistad con Horace Mann, lo que le permitió ampliar sus conocimientos pedagógicos a través de la observación directa. En cambio, su cónyuge ofreció varios conciertos en los salones Tabernáculo y Apolo de Nueva York, en Filadelfia y Washington. En algunos de esos recitales Juana Manso acompañó en el piano a su esposo, según dice ella misma en sus escritos. En octubre de ese año, escribió el oratorio Cristóbal Colón, al que puso música Noronha. En 1847, viajó a La Habana, y a fines del año siguiente, regresaron al Brasil donde fundó el “Journal das Senhoas”, periódico de orientación feminista. Compuso las zarzuelas Elvira la saboyarda (1849) y Esmeralda (1851), cuyas partituras escribió Noronha, estrenándose con mucho éxito en Río de Janeiro. Poco después, su esposo la abandonó, quedándose sola con sus dos hijas de pequeña edad, y sin recursos. Por esos años, tomó carta de ciudadanía brasileña para poder estudiar obstetricia en la Universidad de Río de Janeiro. En 1853, regresó a Buenos Aires, y en enero del año siguiente, fundó “El Álbum de Señoritas”, periódico de literatura, modas, bellas artes y teatros. En el semanario redactó artículos de crítica musical, analizando los estrenos de las compañías líricas que actuaban en Buenos Aires y el desempeño de los concertistas. Como no alcanzó el éxito esperado debió desaparecer. Al mismo tiempo, escribió en “La Ilustración Argentina” y en “El Plata Científico y Literario”, donde luchó en favor de la educación popular y la emancipación civil y espiritual de la mujer. En 1858, fue designada por Sarmiento, directora de la escuela de ambos sexos N° 1, recién fundada, cuya implantación fue muy resistida en esa época, por las damas de la Sociedad de Beneficencia, que tenían a su cargo la dirección de la educación de las niñas. En 1859, comenzó su tarea de educacionista que producirá la estimación y admiración de Sarmiento; éste la nombró para dirigir los “Anales de la Educación Común”, publicación semioficial, patrocinada por el gobierno y auspiciada por la provincia, pero independiente de las autoridades escolares. Paralela a esa labor, desarrolló su obra literaria y publicó en el periódico “Inválido Argentino”, su novela titulada Los Misterios del Plata, dada a conocer años atrás en el Brasil. Asimismo, dio a la estampa un Compendio de la historia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, desde su descubrimiento hasta la declaración de su independencia el 9 de julio de 1816. Destinado para el uso de las escuelas de la República Argentina (1862). Este fue el primer libro didascálico de historia argentina que circuló entre nosotros. Constaba de 132 páginas, y aunque carecía de redacción adecuada, prestó excelentes servicios a los educadores. Dedicado al general Mitre alcanzó numerosas ediciones, siendo de mucho uso en las escuelas primarias. También publicó una novela corta Margarita, y una Historia General del Descubrimiento y Conquista del Nuevo Mundo al alcance de los niños. Dos años después, hizo una interesante aportación al teatro nacional con su drama histórico La Revolución de Mayo. Fue la fundadora de la primera biblioteca popular de la provincia de Buenos Aires, en Chivilcoy, el 10 de noviembre de 1866. Ocupó el cargo de vocal del Departamento de Escuelas desde el año 1868 hasta 1874, y presidió una Conferencia de Maestros, en 1870. Fuera de las funciones oficiales, organizó cursos de perfeccionamiento de maestros, tradujo y escribió textos en los que difundió las ideas de Pestalozzi y Froebel, y los métodos de la pedagogía norteamericana, propiciando la creación de jardines de infantes y bibliotecas populares. Fue antiesclavista ferviente, defensora de los derechos femeninos e iniciadora – en nuestro medio – del movimiento en favor de la coeducación, enemiga del sistema de premios y castigos y visionaria en cuanto a las ventajas de la educación sobre la mera instrucción. Tradujo del inglés las Lecciones objetivas de Calkins; La Libertad civil, de Lieber; Naturaleza y valor de la educación, de John Lalor, y Lecturas, de Horace Mann. Falleció en Buenos Aires, el 24 de abril de 1875, en medio del silencio, sin que nadie reconociera su obra de gran maestra. Sarmiento que siempre la admiró le rindió un justiciero homenaje en 1881. Era de religión protestante, activo miembro de la iglesia metodista, y se halla enterrada en el sector de los Disidentes, en el cementerio de la Chacarita. Mujer ejemplar por la coherencia de su vida con sus ideas, por la generosidad con que se dio a los demás y por su indomable resolución en beneficio de la educación del pueblo, su nombre tantas veces burlado durante su existencia, recupera a través del tiempo mayor respeto. Su ideario pedagógico debe ser rastreado en su nutrida correspondencia – sobre todo la mantenida con Sarmiento y con Mary Mann – y en los Anales, mientras estuvo a cargo de su dirección.