No son muchos los estadistas fallecidos durante el ejercicio del poder. Franklin D. Roosevelt murió de hemorragia cerebral (1945); el corazón deparó a Francisco Franco una agonía lenta y dolorosa (1975) y a Gamal Abdel Nasser la muerte fulminante (1970); el cáncer acabó con Juan D. Perón (1974) y Hugo Chávez (2013), y Yasser Arafat murió el 11 de noviembre de 2004, por causas que nunca fueron bien aclaradas.
Veinte días antes, Arafat libraba la enésima batalla contra los ejércitos de la entidad neocolonial llamada Israel, que desde septiembre de 2002 tenían sitiado el cuartel general de La Mukata (sede de la Autoridad Nacional Palestina, ANP), ubicado en Ramallah (Cisjordania)
Arafat había regresado a Palestina en 1994, tras 27 años de exilio. Y la ANP funcionaba en aquella ciudad desde 1996, al amparo de los polémicos acuerdos de Oslo, negociados junto con el primer ministro Isaac Rabin, asesinado por un extremista judío en noviembre de 1995.
Las miserables condiciones de La Mukata jugaron su rol. Los tanques de Israel bombardeaban el lugar con esporádicos cañonazos a discreción, y excavadoras que metódicamente derruían los 3 mil metros originarios del complejo de edificios que había servido de fuerte, tribunal y cárcel del antiguo mandato británico en Palestina (1923-1948).
Lo único que respetó el asedio fue el sector residencial y las oficinas de Arafat, a quien los sionistas no se atrevían a asesinar por su prestigio mundial. Luego, el primer ministro Ariel Sharon ordenó el corte de electricidad, agua y gas de La Mukata.
Arafat empezó a padecer dolores estomacales y disfunciones sanguíneas. El 27 de octubre de 2004, mientras cenaba con algunos ministros, vomitó y sufrió un desmayo de 10 minutos. Haciéndose eco de la tragedia, el presidente de Francia Jacques Chirac envió a Jordania un avión equipado con servicios médicos.
Simultáneamente, las televisoras de Israel transmitían en cadena cintillos con la leyenda no lo vamos a extrañar. Un sondeo del Instituto Maagar halló que 47 por ciento de los israelíes deseaba la muerte de Arafat, en tanto 32 por ciento anhelaba que siguiera vivo para mantener el sufrimiento.
Antes de su traslado al hospital militar Percy de Clamart, de París, el mundo pudo ver las últimas imágenes del líder en pijama, delgado, demacrado y cubierto por un gorro de lanza azul. El 4 de noviembre Arafat entró en estado de coma irreversible, en fase de muerte cerebral. El día 9 fue desconectado de las máquinas que lo mantenían con vida, y dos días después se anunció la muerte del padre de la nación palestina.
Chirac estuvo dos veces en el hospital. Antes y después de la muerte. Por su lado, el presidente George W. Bush (quien junto con Sharon venía asegurando que Arafat estaba fuera del juego político de Oriente Medio), declaró: “que Dios bendiga su alma…”
Los restos de Arafat regresaron a Palestina en un avión de Francia, país que despidió al líder con honras oficiales, encabezadas por el primer ministro Jean Pierre Raffarin. Pero la tumba fue excavada a unos 200 metros de La Mukata, entre escombros y con mínimas condiciones de higiene y sanidad.
El primero en dudar de que Arafat había fallecido por causas naturales fue su médico de cabecera, Asharaf Kurdi, quien manifestó que el estado de coma se debía posiblemente a envenenamiento. La OLP también cuestionó los resultados de los estudios y Sulia, esposa del líder, argumentó que la muerte del líder fue un asesinato político perpetrado por alguien cercano a su marido.
En Cisjordania, una encuesta del Centro Palestino de Políticas Públicas de Ramallah registró que 59 por ciento de los palestinos culpaba a Israel del envenenamiento de Arafat, y 21 por ciento consideraban que fue envenenado por palestinos enfrentados al líder, o vinculados a israelíes.
En julio de 2012, tras una investigación de nueve meses, la televisora Al Jazeera transmitió un documental en el que se trató de probar que Arafat murió por los efectos radiactivos de polonio 210, sustancia que el público iniciado conocía desde el fallecimiento en Londres del ex espía ruso Alexander Litvinenko.
El canal qatarí encargó al Instituto de Física de Radiación de Lausana el análisis prendas de vestir y objetos del líder en los días previos a su fallecimiento. La exhumación de los restos fue concretada pocos días antes de que la Asamblea General de la ONU aprobara por mayoría abrumadora elevar el estatuto de la ANP de entidad observadora al de país no miembro, logro indudable para la causa palestina, y que al nuevo presidente de la ANP, el dócil Mahmud Abbas, le representó grandes réditos políticos.
La investigación fue realizada por tres equipos de Suiza, Francia y Rusia, ninguno de los cuales mantuvo contacto entre sí. Los suizos concluyeron que, en efecto, los sedimentos hallados en la pelvis y costillas del cuerpo de Arafat portaban polonio 210, aunque al mismo tiempo sostuvieron que “… no eran evidencia absoluta de la muerte”. En cambio, los rusos y los franceses concluyeron que Arafat había muerto por causas naturales.