Hijo de padres rusos, su verdadero nombre era Howard Stanton Levey, pero prefirió cambiarlo por uno más exótico, acorde a su estilo: Anton Szandor LaVey.
Se inició en el estudio de la música y logró ser reconocido como organista, realizando varias grabaciones donde predominó la temática satánica (Satanic Mass, Hymn of the Satanic Empire, Satan Takes a Holiday y otras por el estilo). Trabajó en un circo como domador de leones y desde muy joven desarrolló un interés por el ocultismo, rechazando la moralidad cristiana, no por hacer el mal, sino por un “egoísmo ético”. Creía que las religiones eran hipócritas e inhibían la verdadera naturaleza del ser humano, sus tendencias físicas y emocionales vitales.
Debemos ubicarnos en los años 70, en la zona de San Francisco donde se afincó LaVey, los años del Flower Power, de los hippies, de la era de Acuario y, por otro lado, del Clan Masón y el asesinato de Sharon Tate. Promover una actitud anárquica solo hubiese creado problemas con la justicia, mientras su interés era crear una secta con una finalidad económica, ya que los puestos jerárquicos de esta Iglesia Satánica se vendían.
LaVey solía aparecer en distintos programas de televisión y medios masivos, donde cultivaba su espíritu histriónico y un particular magnetismo. Showman consumado, conducía un coche fúnebre para desplazarse y solía pasearse con un leopardo. Era una especie de Aleister Crowley de la West Coast. Muchos detalles autobiográficos son discutibles, como una relación amorosa con Marilyn Monroe o el haber estudiado criminología.
1966 fue el año inicial de la era satánica. Su Iglesia fue creada como una mezcla bizarra de religión, filosofía nietzscheana, psicología, darwinismo y espíritu circense. LaVey cultivó una imagen mefistofélica, afeitándose la cabeza y posando como “El Papa de la oscuridad”, presidiendo bautismos (como el de sus hijas) y ceremonias fúnebres.
Como dijimos al principio del artículo, LaVey murió un 29 de octubre, por más que sus seguidores afirmaban que lo había hecho la noche de brujas de 1997. Tuvo el poco tino de morirse de un edema de pulmón en el Centro Médico Santa María de San Francisco. Tantos santos no le sentaron bien, algo que no pudo evitar.