La hora que usted quiera, mi general

El año 1972 comenzaba con buenos augurios para la democracia. En enero era reconocido el Partido Justicialista y la carrera hacia el poder se ponía en movimiento. Había dificultades pero la dinámica electoral no tenía retorno. Se estaba cumpliendo el plan pensado por el general Pedro E. Aramburu, narrado por el doctor Ricardo Rojo a Perón en carta del 19 de diciembre de 1969: Estuvo a verme el general Aramburu y me ha dicho “que nuestros males demandan una solución política, sin recelos sobre el pasado donde todos cometimos errores.” Me anoticia que él será llamado a sustituir al general Juan Carlos Onganía y Alejandro Lanusse será el Comandante en Jefe del Ejército. “La ciudadanía será consultada en elecciones sin exclusiones ni vetos de ningún tipo. Dado sus antecedentes le pregunté expresamente acerca suyo y de su movimiento. Contestó. El general Perón podría regresar al país y participar en el gran esfuerzo en común” (A. G. N. Archivo Juan Perón)

Al ser asesinado por los Montoneros pues “el proyecto de Aramburu era más peligroso que el del general Juan Carlos Onganía” (Sic) (Montoneros. La Causa Peronista) Lanusse se vio impelido a llevar adelante el plan sin el liderazgo de Aramburu. Propuso, entonces, el Gran Acuerdo Nacional (GAN) que consistía en reivindicar la figura histórica de Perón para arrancarle, luego, su renuncia. No era lo planeado por Aramburu. “Comenzamos, entonces, por colocar el busto de Perón, junto a los otros presidentes. Otro paso fue, apenas estuve en condiciones de hacerlo, la restitución de los restos de Eva Perón. Luego vendría la solución al problema del pasaporte y la prescripción legal en las causas civiles que aún tenía pendientes” (Lanusse. Mi Testimonio.)

Lo que no cuenta en sus memorias el pícaro general es que en realidad pretendía comprar al viejo líder, adicionándole la jerarquía militar, el uniforme y los salarios no devengados y todo esto para que Perón renunciara a la candidatura y apoyara la del general Lanusse. Si bien esto nunca fue público el Brigadier Rojas Silveyra, Embajador en España y amigo personal de Lanusse, informó, en su momento y a pedido de este último, el sentido de sus entrevistas con Perón. En el dossier señalaba: “Explorar en cuanto a la posibilidad de obtener un candidato negociado. Discutir las condiciones que debería reunir un candidato para merecer el apoyo” ( Lanusse: Protagonista y Testigo. Reflexiones sobre 70 años de nuestra historia.)

Un gran amigo del “Cano”, Francisco Manrique, observaba a propósito de estos acontecimientos cual debía ser el “candidato negociado”: “Pretendía que lo ayudase a que fuera presidente porque se lo había prometido Perón. En una palabra que se sentía un poco el candidato natural de Perón en las elecciones. Era una barbaridad…pero es real… y que lo niegue” (Todo es Historia Nº 190)

Lanusse en sus memorias niega esta posibilidad. Que de todos modos existió. Como el exiliado no entró en la componenda, Lanusse en la tradicional cena de camaradería de las Fuerzas Armadas de aquel año estableció para los candidatos las siguientes exigencias: “Estar presentes en el país antes del 25 de agosto de 1972 y residir permanentemente después de esa fecha” y agregaba: que no podrían ser candidatos quienes viajasen al exterior por más de quince días sin informárselo al Ministerio del Interior. Es bien conocido que Perón no vino, como el gobierno de facto pretendía y, entonces, la proscripción apareció como tragedia una vez más. El Caudillo no aceptó los términos arbitrarios de la dictadura y la desafió llegando a la patria tres meses después (el 17 de noviembre), en abierta desobediencia al plan de Lanusse de “que volviera en lo posible condicionado por las Fuerzas Armadas” (Mi Testimonio)

El 20 de julio de ese año Alicia Eguren militante de las organizaciones armadas le envía una carta a Perón pidiéndole que retorne antes del 25 para desarmar la trampa de Lanusse. “A partir de una palabra suya formaremos los comandos Juan Perón con palos, gomas, pistolas 22, escopetas de caño recortado, todas armas de calibres permitidos y paralelamente las otras pesadas.” (A.G.N. Archivo J. Perón)

Pavada de dilema el de Perón. Entre Lanusse y las organizaciones armadas. Volvió después.

Con ese viaje a destiempo intentaba desbaratar la maniobra, generando las condiciones de un golpe militar o una pueblada que expulsara del poder a Lanusse. Nada de esto ocurrió. Los militares no se movieron y la sociedad civil muy poco. La cláusula de residencia siguió vigente. “La concentración multitudinaria no se produjo y tampoco hubo reacción militar de ninguna naturaleza” (Mi Testimonio) Ante ese evidente fracaso Perón convocó a una reunión a todos los partidos políticos en el restaurante Nino de Vicente López, allí en esa amable velada el viejo General comprendió que el grueso de la dirigencia política no acompañaba su propuesta de plantear la abstención electoral si no se torcía la decisión de Lanusse. “Esta reunión constituyó un ámbito en el que Perón procuró ejercer la última presión para abolir la cláusula proscriptiva del 25 de agosto. Pero no contó con una decisión favorable de los radicales, estos pensaban que la proscripción era responsabilidad de quién no se hallaba en el país antes de la fecha límite fijada por el gobierno” (Fernández Pardo y Frenkel Leopoldo: Perón. La unidad nacional entre el conflicto y la reconstrucción)

¡Cómo no iban a cavilar de ese modo si la cláusula proscriptiva salió del Ministerio del Interior cuyo representante era Mor Roig, militante radical! Balbín fue claro cuando al día siguiente al visitarlo en Gaspar Campos anunció que Perón era “concurrencista”. Perón quedó frustrado pues no pudo convencer a Balbín y encima el “Chino” hablaba por el General. El cuadro electoral del año siguiente se presentaba entonces con la auto proscripción de Lanusse y la censura a Perón. Ante estas circunstancias, este último, decide proponer como candidato a Cámpora quién no reunía las condiciones según lo determinaba la arbitrariedad de la cláusula de residencia, puesto que su Delegado personal había abandonado el país luego del 25 de agosto en dos oportunidades sin informar al Ministro. Había en el justicialismo una larga lista de candidatos: Taiana, Romero (Corrientes) Cafiero, este último con el apoyo del movimiento obrero, y otros que sería largo enumerar pues todos tenían sus sponsors. Sin embargo el general se inclinó por su Delegado personal. ¿Por qué lo hizo? ¿Qué lo motivó? ¿Acaso la confianza que le guardaba por el eterno juramento cotidiano de lealtad que Cámpora profesaba a los cuatro vientos?

No, lo propuso porque no podía ser candidato. Violaba la cláusula del 25 de agosto. Es harto improbable que un político avisado como Perón nominara como candidato a un hombre de su propio partido máxime cuando podía llegar a ser su heredero. Jamás lo había hecho en los dieciocho años de exilio. ¿Por qué lo iba a hacer ahora? Ciertamente Perón no propuso a Cámpora como candidato efectivo. Lo hizo para que lo proscribieran y luego llamar al voto en blanco y derrumbar al gobierno por el camino revolucionario de las urnas. Lanusse pensaba que el justicialismo sin Perón en la fórmula, no ganaba y esa era la trampa: “Yo, personalmente, no creía que el peronismo pudiera imponerse en la primera vuelta y apreciaba que, por la naturaleza de su electorado, en esa primera vuelta agotaba virtualmente su posibilidad de alianzas” (Mi Testimonio.) Lanusse entendió la maniobra de Perón. Lo que el líder estaba buscando. Este convencimiento es el que llevó al Presidente a no prohibirlo. A embromarlo. Si Perón buscaba la proscripción de Cámpora, Lanusse no debía dársela. El Tío sería el candidato. Y esta última decisión era de Lanusse.

REFORMA ELECTORAL

El Presidente había impuesto una reforma electoral por la cual se instalaba el ballotage. Si ningún candidato alcanzaba el 50% más uno de los votos habría segunda vuelta. En la fantasía de Lanusse (que no estuvo alejada de la realidad) Cámpora no alcanzaría esos guarismos. De modo que en segunda vuelta Balbín o Manrique podrían alzarse con la presidencia y vencer en el terreno de la democracia al mito de las perpetuas mayorías. Al respecto el talentoso y perspicaz pensador Jorge A. Ramos llegó a decir: “Perón imaginó que Cámpora sería vetado por Lanusse. Sin embargo y contra todo lo previsto Lanusse aceptó el nombre de Cámpora, violó su propia ley. Lo que resulta indudable es que Perón no esperaba este giro de la situación. Cuando el 11 de marzo triunfó la fórmula Cámpora-Solano Lima hubo dos decepcionados: Lanusse y Perón” (Ramos Jorge A. La era del peronismo)

Que esto estaba en los planes de Lanusse no hay dudas. En sus memorias afirma: “La fórmula indicada por Perón incluía a Cámpora, quién no se había ajustado a la norma pre-electoral de no abandonar el país sin el conocimiento y autorización previos del Ministerio del Interior. Perón no ignoraba esa imposición. ¿Por qué pues hizo esa designación? Es razonable pensar que lo fue para encontrar en el veto de su candidato el pretexto para resolver el voto en blanco que le permitiera, o bien continuar ejerciendo su influencia a distancia como en 1963, o bien provocar un clima de honda perturbación política y social que pudiera influir inclusive sobre las Fuerzas Armadas y, en consecuencia, llegar a provocar la caída del gobierno” (Mi Testimonio) De manera que al no proscribirlo Lanusse jugaba su última ficha: que el peronismo concurriera a segunda vuelta. ¡Y ahí otro gallo cantaría! Le salió mal. Eso sí por muy poco. Cámpora sacó el 49, 56 % y Balbín se bajó del ballotage que le correspondía. No todos en el peronismo advirtieron la maniobra política de los dos grandes contendientes. Miraban la escena sin adentrarse en los personajes y su juego de fulleros.

El General no participó de la campaña electoral, Cámpora lo esperaba. En un reportaje aparecido en la revista Panorama de la primera quincena de enero del 73 el Tío aseguraba:

Periodista: Muchos piensan que para que la victoria del Frejuli se produzca en la primera vuelta, se hace imprescindible la presencia de Perón en el país.

Cámpora: ¡Pero por supuesto! Estamos hablando de un hecho que tiene que ser irreversiblemente cierto; el General Perón tiene que estar acá sin ninguna duda.

Perón no vino. En verdad a comienzos de febrero de 1973 el gobierno de Lanusse vetó el reingreso al país de Perón. No podía hacerlo hasta el 25 de mayo. La causa de esta prohibición se debió a los permanentes cascotazos que Perón arrojaba desde España, Francia e Italia (ver Tomo 24 de sus obras completas) a la Junta Militar a lo largo del mes de enero con el fin de provocarlos de tal manera que suspendieran los comicios. Si en Nino no había logrado revertir su proscripción con los exabruptos buscaba patear el tablero. No había razones políticas para semejante agresión en la medida que los militares se retiraban derrotados. Al respecto decía Lanusse: “Los acontecimientos que se habían ido produciendo desde el 28 de diciembre, nos señalaban un definido propósito de enervar a las Fuerzas Armadas, o de provocar a los Comandantes en Jefe, para que saturados ya de tantas agresiones, reaccionáramos interrumpiendo el proceso de institucionalización” (Lanusse: Protagonista y Testigo.)

Frente a estas agresiones el candidato radical en plena campaña en San Juan afirmaba: “Perón es un atrevido. Sus declaraciones son insolentes e incomprensibles. Perón no quiere volver al país y este tipo de declaraciones irritan inútilmente a los militares y ponen en tensión a mucha gente” (Panorama 31/1973.) La firma, por parte de todos los generales en actividad, de lo que dio en llamarse los 5 Puntos el siete de febrero de 1973 fue clara, se comprometían “a sostener la continuidad del proceso político y de acatar el pronunciamiento que manifieste la ciudadanía en las urnas.” En una palabra no proscribían a Cámpora y Perón no participaría de la campaña electoral. Renacía la esperanza que anunciaba el ballotage. No es temerario aseverar, siguiendo el orden de ideas expuesto hasta aquí, que al ser Cámpora el candidato de la proscripción ha sido, sin proponérselo, el candidato de Lanusse en la medida que Perón no pudo deshacer la trampa. Esta última perspectiva, independientemente de la voluntad del doctor Cámpora, lo ubicó en un territorio de hostilidad al peronismo histórico. Sin apoyos fuertes en el partido y menos en el movimiento obrero, en soledad y sin atractivo político fue presa fácil de los violentos de turno que coparon la parada. Los grupos guerrilleros lo rodearon y por medio de ese ariete intentaron perforar la estructura del Estado. Tomar por asalto a la Argentina. Luego, Perón, hubo de ordenar el caos generado por la proscripción. El primer objetivo fue lograr la renuncia de Cámpora paso que no resultó sencillo. El hombre de San Andrés de Giles comenzaba a dar señas de querer quedarse. En un reportaje que le hace la Revista Panorama el 31 de enero de 1973 contestaba:

Periodista: Voceros del gobierno militar han definido al próximo gobierno como de transición y consolidación. Por su parte el peronismo habla del mismo tema caracterizándolo como de reconstrucción nacional. ¿Cuál de esas tesis triunfará?

Cámpora: El proceso de institucionalización no es legítimo, pero se puede legitimar. ¿Cómo la ciudadanía resuelve esta aparente contradicción? Con el aporte masivo de su voto. Si éste es notoriamente apreciable para la causa popular, el gobierno que surge del comicio no puede ser de transición y consolidación. Será definitivo porque así lo habrá indicado el pueblo”

Periodista: ¿Cuál va a ser el rol de Perón si usted llega a la presidencia?

Cámpora: Será, como siempre ha sido, conducción espiritual”.(Sic)

Cámpora desde México en su corta explicación de su trunca Presidencia llegó a escribir: “Yo conservaba siempre la intención de culminar el mandato recibido; así me le requerían las aspiraciones del Pueblo Argentino” (Cámpora, H.: Como cumplí el mandato de Perón.)

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