Por un lado estaba el Imperio Ruso, bajo el mando de los Romanov, y por el otro, el Imperio Otomano, que se vería reforzado por potencias como el Reino Unido, Francia y el Reino de Piamonte y Cerdeña; el escenario principal, la península de Crimea.
El Imperio Ruso se consideraba sucesor del Imperio Bizantino (o Imperio Romano de Oriente). Los rusos pretendían avanzar hacia el Mediterráneo recuperando los lugares santos de Palestina y Jerusalén, que desde la Edad Media habían sido ocupados por los turcos. El Imperio Otomano parecía relegado por la modernidad, a la que no había sabido adaptarse con fluidez. Contaba con grandes territorios que eran muy codiciados por otros y era cuestión de tiempo para que alguien intentara arrebatárselos.
Lo que encendió la mecha de la discordia fue el problema de los lugares santos cristianos. Ante la disputa entre ortodoxos y católicos sobre quién tenía prioridad en los lugares santos, el clero ortodoxo pidió al zar Nicolás I de Rusia que transmitiese sus intenciones sobre Palestina al sultán otomano. Los rusos contestaron que ellos eran protectores y portavoces de las minorías cristianas bajo dominio turco, así que no tenían que andar preguntando nada; de hecho, consideraban que los turcos no tenían capacidad de actuar sin permiso ruso. Sin embargo, mandaron a un negociador, los turcos se lo tomaron mal (el negociador enviado no ayudó mucho, ya que odiaba a los turcos) y no aceptaron ninguna petición del zar, así que los rusos se movilizaron y empezaron a rodearle la manzana a los turcos atacando Valaquia, Moldavia y los Balcanes e intentando capturar el estrecho del Bósforo. Los turcos atacaron al ejército ruso en el Danubio, pero los rusos destruyeron la flota turca en la batalla de Sinop. La pérdida de esta flota dejaba un poco más débil a los turcos, algo que los rusos podían aprovechar para desembarcar sin problemas en cualquier lugar de la costa. Entretanto, los austríacos (había para todos, parece) lanzaron un ultimátum a Rusia pidiéndole que se retirara inmediatamente o sería atacada. Los rusos, refunfuñando, se retiraron al otro lado de la frontera. Eso parecía llevar el conflicto a un punto muerto; hasta ahí, parecía haber terminado la enésima guerra ruso-turca.
Pero así como Rusia protegía al clero ortodoxo en Palestina, Francia lo hacía con el clero católico. A su vez, los británicos también estaban preocupados por la expansión de Rusia, que se acercaba peligrosamente a sus colonias en la India. Ambas potencias preferían un débil Imperio Otomano que una Rusia muy fuerte por lo que finalmente tanto Francia como Gran Bretaña decidieron intervenir enviando barcos a la zona. No podían dejar que Rusia conquistara el Imperio Otomano así como así, y los barcos franceses y británicos habían hecho un largo viaje como para volver a casa sin volar algún puerto o hacer un poco de ruido; no se iban a quedar con las manos vacías por haber llegado tarde a la fiesta, así que empezó la “segunda parte” de la guerra.
Luego de languidecer y morir de tifus y cólera en el estrecho de Dardanelos, los aliados decidieron entrar al mar Negro y destruir la base naval de Sebastopol, en la península de Crimea. En septiembre de 1854 desembarcaron en el norte de Sebastopol, derrotaron a los rusos y sitiaron la ciudad. Pero llegó el invierno. El invierno ruso. El ejército aliado se fue marchitando por el frío y por el hambre; en la primavera tomarían la posta la disentería y el tifus. Luego de casi un año, el ejército aliado se repuso de sus problemas y reinició un asedio agresivo. Los enfrentamientos fueron sangrientos y prolongados, y la guerra se acercaría a su fin recién en septiembre de 1855 con el asalto final y caída de Sebastopol. Cuando el gobernador de la ciudad vio que era imposible resistir decidió quemar la ciudad. La guerra finalizaría con la ocupación de Kinburn y Orchacov en octubre de 1855, siendo su punto final y definitivo el tratado de París, firmado el 30 de marzo de 1856.
Este tratado, entre otras cosas, establecía el mar Negro como territorio neutral, prohibiendo a cualquier buque de guerra permanecer en sus costas. Moldavia y Valaquia permanecerían en manos rusas, pero las potencias vencedoras supervisarían sus manejos institucionales. Los rusos perdieron sus derechos sobre los cristianos ortodoxos del Imperio Otomano y las provincias rumanas lograron su autonomía.
La guerra de Crimea fue la primera que se fotografió y la primera sobre la que se informó en los diarios a través de corresponsales de guerra. Esta guerra dio origen a “La carga de la brigada ligera”, conocidísimo poema que describe el coraje insensato de un ataque inútil. La persona más recordada de esta guerra resulta ser Florence Nightingale, quien asumió el cuidado de soldados enfermos y heridos en medio de una evidente incapacidad del ejército de hacerlo.
Como en todas las guerras, la cantidad de bajas reportadas no puede determinarse con exactitud. Se acepta que los rusos perdieron 450.000 hombres, aunque solamente 100.000 en el campo de batalla; el resto fue por enfermedades y malas condiciones de vida acentuadas por la guerra. Francia sufrió 100.000 bajas, el 60% por enfermedades, y Gran Bretaña sufrió 20.000 bajas, 80% por enfermedades.