La fuga de Alcatraz: los hombres que lo lograron

La histórica prisión de Alcatraz, localizada en una isla solitaria de la bahía de San Francisco, fue en un momento de la historia la cárcel más infranqueable del mundo. Allí estuvieron presidiarios legendarios, como el famoso mafioso Al Capone o personajes tan extraños como para salir en una obra siniestra de David Lynch, como el “Hombre Pájaro de Alcatraz“. También llamada “La Roca”, albergó a convictos desde la Guerra Civil estadounidense, pero fue no fue hasta 1934, en plena guerra contra el crimen organizado, que fue bautizada como la prisión más segura del mundo.

En la década de 1930, Alcatraz ya era un lugar prohibido, rodeado por las ásperas y frías aguas del Océano Pacífico. El rediseño incluyó barras de hierro más duras, unas cuantas torres de vigilancia mejor ubicadas y reglas mucho más estrictas, que incluían una docena de inspecciones diarias. Escapar se antojaba prácticamente imposible. Desde 1934 hasta su clausura en 1963, un total de 36 hombres intentaron huir en 14 planes de fuga, según datos del FBI. Casi todos fueron atrapados o murieron en el intento. Sin embargo, aún existe la sospecha de tres presos que nunca se llegaron a encontrar y cuyo paradero todavía a día de hoy es desconocido. Esta es la historia de John Anglin, su hermano Clarence y Frank Morris.

Desde su fuga, se han redactado informes de los hermanos Anglin enviando postales de Navidad a sus compañeros de la cárcel

La noche del 12 de junio de 1962, el primer control de la mañana sorprendió a los funcionarios de la prisión al hallar que tres reos no estaban en su camastro de sus celdas. En su lugar, había tres cabezas artificiales fabricadas ingeniosamente a partir de yeso, pintura de color carne y pelo humano real con las que engañaron a los guardias nocturnos que pasaron revisión la noche anterior. Una sirena estridente sonó en todo el perímetro de la cárcel desde lo alto de una roca en la bahía de San Francisco. A partir de ese momento, se inició una persecución masiva en la que participaron agentes federales, policías estatales y locales, botes de guardacostas, helicópteros militares y al menos 100 efectivos armados.

Pero Frank Morris y los hermanos John y Clarence Anglin jamás fueron encontrados. Ni rastro. El FBI más tarde redactó en un informe que notificaba una a una todas las pruebas de la desaparición: un paquete de cartas selladas y relacionadas con los hombres, algunas piezas de madera con forma de remo y trozos de un tubo de goma. A su vez, también se halló un chaleco salvavidas casero en la playa de Cronkhite. Y nada más, ningún otro resultado.

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De esta forma, estos tres hombres que anteriormente se habían dedicado a ser ladrones de bancos, pasaron a convertirse en los antihéroes más populares del Estados Unidos de la época. Hoy, su leyenda sigue viva. Algunos todavía se preguntan si siguen con vida. Según ‘The Independent’, Morris tendría ahora 91 años, John Anglin 88, y su hermano Clarence, 87. Desde la fuga, se han reportado informes de los hermanos Anglin enviando tarjetas de Navidad a su madre, de Frank Morris conociendo a un primo en San Diego e, incluso, cartas a su compañero recluso y amigo Clarence Carnes, “el Choctaw Kid“, con dos palabras: “Gone Fishing”, que en el argot carcelario significa “Misión Cumplida”.

Las únicas formas convencionales para salir de Alcatraz eran po muerte o enfermedad. Esta última fue la que le hizo salir a Al Capone en 1945, debido a una sífilis que contrajo y que le hizo totalmente imposible gobernar su imperio del hampa desde detrás de los barrotes. Las barreras naturales, como la del océano, hicieron infranqueable su estructura, encontrándose a solo 2 kilómetros y medio de la costa. Pero para los presos que no estaban nada acostumbrados al ejercicio físico, el baño resultaba fatal. Los cuentos de prisioneros hablaban de “Bruce“, un tiburón criado por la Oficina de Prisiones para tener una sola aleta y nadar en círculos perpetuos alrededor de la isla. Al margen de la ficción, los tiburones de la zona eran de la raza leopardo, carroñeros capaces de devorar el cadáver de cualquier hombre que se ahogara tratando de escapar.

A medida que pasaban los días, la Guardia Costera, la Oficina de Autoridades Penitenciarias y más grupos comenzaron a encontrar más pruebas y a deducir el ingenioso plan de escape. “Fuimos ayudados por un cuarto fugitivo que no logró salir de su celda a tiempo y nos proporcionó información”, recoge el informe del FBI. Este cuarto personaje que trató de unirse al plan era el ladrón de coches iletrado Allen West.

Él, al igual que Morris y los hermanos Anglins, ensanchó la abertura del conducto de ventilación en la pared de su celda. Pero no pudo salir a tiempo debido a unos fallos con el agujero de salida, que acabó haciéndose tan pequeño que nunca pudo escapar. West regresó a su celda y se durmió, y para no ser castigado por su intento de fuga, se lo confesó todo a los agentes. El grupo había comenzado a trazar su plan de escape el diciembre anterior, cuando uno de ellos encontró hojas de sierras viejas. Por medio de rudimentarias herramientas, incluido un taladro casero hecho con el motor de una aspiradora rota, los fugitivos aflojaron las rejillas de ventilación en la parte posterior de sus celdas perforando agujeros minuciosamente espaciados alrededor de la superficie. Una vez lo hicieron, escondieron dichos agujeros con todo lo que pudieron: una maleta, un trozo de cartón.. .etc

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Por detrás de las celdas, había un pasillo común de servicios sin vigilancia. Avanzaron por él y treparon al techo de su celda, donde instalaron un taller clandestino. Allí, turnándose para vigilar a los guardias nocturos antes del último registro, usaron materiales robados para construir y esconder todo lo que necesitaban para escapar: más de 50 impermeables que hurtaron previamente se convirtieron en improvisados salvavidas y una balsa de goma de 1,8 metros de ancho y 4 de largo. También construyeron paletas de madera y fabricaron una herramienta para inflar la bolsa a partir de un instrumento musical. Se comenta que el diseño se basó en un artículo que vieron en una copia de la revista ‘Popular Mechanics’ que había en la biblioteca de la prisión. En la noche del 11 de junio, esperaron hasta el registro de las nueve y media de la noche, antes de que todos, excepto West, lograran llegar al tejado para salir.

Desde allí, accedieron a un techo más alto a través de un gran pozo de ventilación. Los guardias escucharon un gran estruendo cuando salieron de este pozo, pero no le prestaron atención al no escuchar nada más. Con su balsa casera, los tres convictos se deslizaron por una gran tubería exterior hasta el agua después de cortar el alambre de púas de la valla. A partir de ese instante, Allen West confesó que planeaban internarse en el continente, robar ropa con la que camuflarse de ciudadanos y un coche para recorrer el país y lograr escapar.

A partir de ese día, los tres únicos presos que consiguieron fugarse de la entonces cárcel más segura del mundo, se convirtieron en más que una leyenda cuyo reflejo pudo verse en la famosa película protagonizada por un Clint Eastwood en pleno estado de gracia titulada ‘Escape from Alcatraz’ en 1979, seis meses antes de que el FBI cerrara su caso y declarara por muertos a los tres hombres. “Si ayudó alguien a los fugitivos a escapar, no podemos saberlo. Parece poco probable que las familias tuvieran siquiera los medios financieros para proporcionarles un apoyo real”, opinan desde el centro de inteligencia estadounidense. “Durante los 17 años que trabajamos en el caso no surgió ninguna prueba creíble que probara que los hombres seguían vivos, ni en Estados Unidos ni en el extranjero”.

La mayoría de los informes apoyan la teoría de que los hombres murieron ahogados o comidos por los tiburones. En 2012, cerca de 50 años después del suceso, la tripulación de un carguero noruego que atravesaba el oceáno a unos 24 kilométros del puente del Golden Gate había visto un cuerpo flotando en el mar con un abrigo azul marino y pantalones parecidos a los del uniforme de Alcatraz. Finalmente, el servicio de alguaciles de Estados Unidos que se hizo cargo del caso después de que el FBI cerrara su archivo en 1979 declaró: “La persecución continuará hasta que los fugitivos sean detenidos, comprobado sus muertes o haber cumplido los 99 años”. Parece que aún queda algún cartel de “Most Wanted” con los rostros impresos de Morrins y los hermanos Anglin en la bahía de San Francisco a pesar del tiempo transcurrido.

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