Hace ahora 78 años tuvo lugar en Marruecos un episodio clave de la Segunda Guerra Mundial: la Conferencia de Casablanca, un encuentro entre los líderes aliados en el que se definió el curso a seguir en la fase final de la contienda y se exigió por primera vez la “rendición incondicional” de las Fuerzas del Eje.
Tras el exitoso desembarco de los Aliados en el norte de África en noviembre de 1942 (la conocida como ‘Operación Torch’), el presidente estadounidense, Franklin D. Roosevelt; el primer ministro británico, Winston Churchill, y los generales franceses Charles de Gaulle y Henri Giraud se reunieron entre el 14 y el 24 de enero de 1943 para decidir la estrategia aliada inmediata.
La historiadora estadounidense Meredith Hindley, invitada a Marruecos para conmemorar este 75 aniversario y gran especialista en esta fase de la guerra, explicó a Efe que la Conferencia de Casablanca fue “un momento crucial de la Segunda Guerra Mundial” que, si bien no recibe una gran atención, deparó “decisiones clave para el desenlace del conflicto”.
El último encuentro entre Churchill y Roosevelt, siete meses antes, había sentado las bases de la futura ‘Operación Torch’. Con la costa africana dominada desde Casablanca hasta Argel, tocaba decidir el siguiente paso.
En opinión de Hindley, Casablanca fue escogida como sede de la cumbre por su condición de “foco logístico” y por ser un enclave “relativamente seguro” y “fuera del alcance alemán”.
El protectorado francés de Marruecos estaba, gracias a la ‘Operación Torch’, controlado por EEUU, que preservó buena parte de la administración anterior; varios generales de la Francia de Vichy se pasaron al bando aliado y esto llevó a la Alemania de Adolf Hitler a completar la invasión gala, subyugando totalmente al régimen de Philippe Pétain.
El hotel Anfa, hoy desaparecido, albergó las sesiones oficiales, pero las villas donde se instalaron Churchill y Roosevelt también acogieron fiestas, almuerzos y reuniones informales.
Por el nombre del hotel y del barrio donde se encontraba, algunos historiadores (especialmente en Marruecos) llaman a aquella cumbre la ‘Conferencia de Anfa’.
Churchill se alojó en un edificio colonial llamado Villa Mirador, que sigue en pie y es actualmente la residencia de la cónsul de EEUU en Casablanca. En ella se conserva intacta la habitación que empleó como despacho el gobernante británico.
El gran ausente de aquella histórica reunión fue el presidente de la Unión Soviética, Iósif Stalin, obligado a declinar la invitación por encontrarse su ejército inmerso en la batalla de Stalingrado.
Los Aliados acordaron rápidamente las prioridades de su agenda militar: “combatir los submarinos alemanes en el Atlántico, reforzar los bombardeos contra el ejército nazi” y, en cuanto fuera viable, “invadir Sicilia e Italia” desde el estratégico “trampolín” norteafricano, señala la historiadora.
Por otro lado, afloró la espinosa cuestión del liderazgo francés. Aunque De Gaulle era el referente popular de la resistencia gala, EEUU y Gran Bretaña no acababan de confiar en él y habían delegado en Giraud el mando de las tropas africanas de Vichy absorbidas por el bando aliado.
“Churchill y Roosevelt confiaban en salir de la conferencia con el anuncio de la creación de un liderazgo francés unificado (…) Pero De Gaulle daba prioridad a restablecer el Estado francés y crear una identidad política, mientras que, para Giraud, lo más importante era desplegar un ejército”, señaló Hindley.
Churchill y Roosevelt intentaron forzar entre los franceses “un matrimonio a punta de pistola”, pero tuvieron que conformarse con la fotografía de un “incómodo” apretón de manos entre los generales, síntoma de las desavenencias que les separarían más adelante.
El momento más memorable de la conferencia quedaría para el final, cuando Roosevelt exigió, en una rueda de prensa y de forma improvisada, la “rendición incondicional” del Eje.
La adhesión pública a esta postura era sensible, ya que desechaba la posibilidad de negociar acuerdos de paz con Alemania, Italia o Japón. Pero Roosevelt se envalentonó según hablaba a la prensa y “se saltó el guión”.
“Y Churchill se sorprendió, pero en vez de contradecir a Roosevelt, decidió asentir, porque consideraba crucial mantener la apariencia de unidad en el bando aliado”, apuntó Hindley.
De esta manera, los Aliados abandonaron Casablanca enviando un mensaje claro, que Hindley resumió así: “Era indispensable que el Eje no sólo fuera derrotado en el campo de batalla, sino que también se erradicaran las ideologías que impulsaban sus acciones, esto es, el fascismo y el nazismo”.