Enrique VIII, que se dice es el monarca más culto de su época, fue rey de Inglaterra y señor de Irlanda desde 1509 hasta su muerte en abril de 1547.
Independientemente de otras tareas políticas internas, el motivo más relevante por el que ha pasado a la historia fue por haber promovido la “Iglesia anglicana”, alejándose de la obediencia a Roma y al papa.
Más popularmente es conocido por haber tenidos hasta seis esposas pero sería una frivolidad achacar esta situación conyugal sólo como consecuencia de su lascivia. La sucesión de matrimonios está vinculada, entre otros motivos, a los problemas sucesorios, el medio para asegurar de manera pacífica la herencia y la razón de Estado; el alejamiento de Roma, dominada por la corrupción del momento; y de la Europa que venía capitaneando durante mucho tiempo Francia; o el absolutismo de los monarcas. Y también hay que tener presente el carácter de instrumento político que en aquella época suponían los matrimonios reales.
Su quinta esposa, Catalina Howard, tenía dieciocho años cuando casó en 1540 con el rey que, en ese momento, ya alcanzaba casi los 50.
De todas maneras, a pesar de la edad, educada por su abuela, que regentaba una casa de huéspedes y recibía a numerosos visitantes, Catalina pronto se había visto envuelta en los enredos amorosos existentes en la casa. A los 12 años ya inicio un romance con su profesor de música y, a partir de ese momento, fueron varios los amantes que tuvo. Hasta que consiguió el empleo de dama de compañía de Ana de Cleves, esposa del rey.
Anulado el matrimonio con Ana, al ser una adolescente atractiva, Catalina captó la atención del rey con la que se casó. Enrique, viejo y obeso, que desconocía su pasado y la consideraba una reina joven y virtuosa, la llenó de joyas y otros regalos extremadamente caros. Pero, a pesar de todas estas riquezas, Catalina encontró que su matrimonio no le satisfacía. Le desagradaba el cuerpo de su esposo y buscaba entretenimientos amorosos en cualquier parte.
Así inició varios romances que dieron origen a multitud de rumores en la corte pero el rey no quiso creerlo hasta que las evidencias fueron demasiado claras para negar la situación. Fue acusada de adulterio que, en el caso de la reina, significaba traición.