La decadencia de los imperios

El imperio romano vivió una larga decadencia, y no se puede atribuir a una sola causa la perdida de su poder. La corrupción, los gastos exorbitantes, la falta de motivaciones de la clase dirigente, el relajo de las costumbres y la inflación llevaron al imperio a una larga agonía, aunque se señale como su fin en el año 476, cuando Odoacro, el general bárbaro, destituye al joven emperador Rómulo Augústulo y toma la conducción de lo que quedaba del imperio.

Carlomagno pretendía retomar la senda gloriosa de los romanos y también extender la fe católica por sus dominios. Pocos años sobrevivió este sacro imperio a la muerte de su creador.

Gengis Kan, el conquistador mongol, desde su humilde origen creó el imperio contiguo terrestre más grande de la historia. A caballo recorrió las planicies asiáticas hasta amenazar Europa. Una vez más, el esfuerzo personal se desvaneció con su muerte.

Los turcos llevaron su fe por el Mediterráneo y hasta las puertas de Viena después de haber conquistado Constantinopla. Sin embargo fueron derrotados por fuerzas españoles, aquellos que gestaron la leyenda del imperio donde nunca se oculta el sol. Gracias a la conquista de América, el imperio español, después de derrotar a los incas y aztecas, llegó hasta las Filipinas. A pesar de la poca idoneidad de los reyes (hecha la excepción de Carlos I y Felipe II) y la corrupción de sus funcionarios (quizás podríamos afirmar que fue el imperio más corrupto de la historia), pudo extenderse casi tres siglos hasta que los disparates de Fernando VII (entre los que se incluye el ascenso como reina de su hija Isabel II, con pocas luces para gobernar) terminaron conduciendo al imperio a su colapso, que recibió su golpe de gracia en la guerra con el otro imperio en ciernes: los Estados Unidos.

Antes de llegar a este, debemos pasar por Inglaterra y la ambición colonialista de los grandes países europeos, que llevaron adelante la “civilización” a los rincones del mundo. Sin embargo, la política de estos imperios era extraccionista, aunque su excusa fuese más altruista. Después de la conquista del territorio de Norteamérica y Canadá, más el triunfo sobre Napoleón en Europa continental y el haberle arrebatado a España el dominio de los mares en Trafalgar. Inglaterra se extendió por Asia, África y la India hasta crear el imperio más grande de la historia.

Gran Bretaña fue decayendo paulatinamente entregando sus tierras de ultramar (en 1921 abarcaba 40 millones de Km2). Aunque venció en las guerras mundiales, lo hizo a un alto precio: el dominio financiero del mundo a manos de su heredera, los Estados Unidos.

Ambas fueron naciones guerreras que impusieron su dominio a fuerza de sangre y balas. Sus imperios se basaban en sus naves, sus aviones y la vida de sus hombres, acostumbrados al trabajo de equipo y al espíritu combativo creado por los deportes, concebidos para entrenarlos desde la infancia.

Los ejércitos de campesinos hechos a las inclemencias del tiempo y a las labores rurales, resignados a la adversidad del clima, fueron cambiando por soldados citadinos, acostumbrados a las mieles urbanas. A estos hombres los trasladaron a la selva de Vietnam, al desierto de Irak o las cimas de Afganistán, en condiciones a las que no estaban acostumbrados. Las autoridades militares del imperio americano, ante las derrotas, pensaron que la guerra robotizada podía reemplazarlos y las computadoras, drones y robots harían su trabajo. Después de todo, la guerra es un intercambio económico violento y cuanta más plata se invierta, más posibilidades habrá de ganar la contienda, o al menos, esto creyeron hasta que debieron abandonar Kabul de la noche a la mañana. Las victorias épicas quedan reservadas para Rambo

EEUU había comenzado su etapa de hegemonía mundial con la caída del Muro de Berlín y el colapso soviético. Norteamérica había triunfado tanto en la ideología, como en la economía. Rusia no había podido continuar con la carrera armamentísta impulsada por la enorme maquinaria bélica norteamericana.

Para mantenerse en la cúspide del mundo y su autoimpuesta misión de sheriff internacional, EEUU aumentó el gasto de sus ejércitos a cifras astronómicas, que le permitían estar en 82 países del mundo sosteniendo las causas que creían justas o necesarias.

Para cumplir esta propuesta, se entregó a un endeudamiento que hoy supera el 100% de su PBI (60 billones de dólares). El gasto militar de los norteamericanos es 10 veces superior al de China. Este cuenta con 250 ojivas nucleares mientras que EEUU tiene 5.000, quien también tiene 10 portaaviones, y el gigante asiático solo uno. Es decir, podrían destruir un país en horas…pero el uso de armas nucleares, después de Hiroshima y Nagasaki, no parece ser una opción …

Se calcula que ocupar Irak y Afganistán le insumió 3 billones de dólares, con los resultados que hoy tenemos a la vista que puso evidencia la falta de “inteligencia ” y previsión.

Esta debacle económica que se traduce en inflación, está socavando al imperio como antaño lo hizo con los romanos. No podemos saber si los americanos reaccionarán frente a las evidencias de su decadencia, pero el proceso está en marcha y no se avizoran medidas en el corto plazo más que seguir dando dinero al mercado, como antaño los emperadores romanos arrojaban monedas a la plebe de la ciudad eterna…

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