El 17 de mayo de 1979, un diario decía: “Isabel Sarli. Actriz cinematográfica argentina, vio impedida su salida del país, en el aeropuerto de Ezeiza, cercano a Buenos Aires, por parte de funcionarios de la policía, que descubrieron que la actriz había alterado la fecha de nacimiento de su pasaporte. Donde la anotación original decía “fecha de nacimiento, 9 de julio de 1929”, aparecía un borrón y el año había sido corregido, quedando “9 de julio de 1939”. En esos años de dictadura militar, alterar un pasaporte podía costar muy caro. ¿Midió Isabel Sarli el peligro? Claro que no. La actriz era por ese entonces un icono del cine erótico y mucho mejor tener 40 años que 50. Solo eso. Así era ella: una mezcla de auténtica candidez y femme fatal.
“Yo alguna vez fui la nena de mamá y ahora soy una mujer de su casa, con mis hijos. El cine siempre fue un trabajo, yo no pienso en el mito”, dijo Isabel Sarli en una entrevista en 2010. Los periodistas le preguntaron si tenía idea de la fama que la acompañaba y de cuánto había hecho por el cine argentino. La Coca Sarli tiene desde hoy un sitio en el panteón de los próceres de su país, entre Carlos Gardel, Maradona o Juan Manuel Fangio. Porque Sarli rompió con los cánones de una época, donde el cine era pacato, con mujeres rubias platinadas y teléfonos blancos, y lo hizo saltar por los aires.
El 2 de octubre de 1958, el cine Gaumont de Buenos Aires estrenó a sala llena El trueno entre las hojas, dirigida por Armando Bó y escrita por el paraguayo Augusto Roa Bastos. La multitud vio entonces en la pantalla el primer desnudo total del cine argentino. Isabel Sarli se acercaba a un río poco caudaloso, se quitaba la ropa y nadaba ante la mirada de un desconocido oculto en la maleza. Fue un éxito inmediato y también un escándalo, dos variables que acompañaron a toda la carrera artística de la actriz.
Años más tarde, Sarli contó que firmó la escena engañada. Bó le dijo que usaría un bañador color carne y que la cámara estaría lo suficientemente lejos como para ocultar los detalles. El bañador nunca llegó y Sarli se introdujo desnuda en el agua. El lente que usó Bó garantizó que en la edición final los detalles fuesen lo más importante. Así nació el icono del cine erótico argentino, protagonista de películas con titulares tan poco sutiles como Insaciable (1976), Lujuria tropical (1962), Fuego (1969), Fiebre (1971), Desnuda en la arena (1969) o Carne (1968), donde su personaje es violada por siete hombres en un frigorífico. “Déjeme, no ve que no puedo más”, le dice al último de la lista, con su voz suave de siempre.
Pero su frase más célebre pertenece a Y el demonio creó a los hombres (1960). Un Bó actor se le acerca en la playa y la besa con toda la pasión del momento. “Qué quiere de mí”, le dice con inocencia. La escena termina en el agua, una constante en el cine de Bó, con la pareja enlazada bajo las olas mientras el plano se aleja.
No puede pensarse a Sarli sin Bó. La pareja se conoció en 1956, en un programa de televisión donde Sarli debía entregar la corona de Miss Argentina que había ganado un año antes. Entonces ella se dejó moldear sin resistencia y él la convirtió en una estrella. Y no sólo en Argentina. En los años setenta, las películas de la diva eran un éxito en Estados Unidos, Europa y hasta en China y Japón. En los setenta, Sarli fue portada de las revistas Time y Life y llegó a firmar contrato con Columbia Pictures. Su película Fuego (1968) recaudó en su estreno en Estados Unidos casi un millón de dólares. En 2010, el Lincoln Center de Nueva York organizó una retrospectiva de la actriz argentina.
Kitch o naif sirven para definir, con la distancia de los años, el erotismo de las películas de Sarli. Pero hace cincuenta años, la reacción fue menos cuidada. El éxito la Coca Sarli en Argentina fue tan grande como devastadoras las críticas de los expertos, que consideraban su cine vulgar y demasiado osado, cuando no era técnicamente defectuoso. “A igual distancia del absurdo y del realismo, algunos momentos de Fiebre crean cierto clima irreal. Pese al mismo Bó…hay algunas escenas interesantes sobre la vida sexual de los caballos”, publicó en 1972, con ánimo destructivo, el diario La Opinión.
La censura, en tanto, cortaba las cintas donde Bó se había pasado de la raya. La continuidad de las escenas quedaba trunca y los saltos eran notables. Pero el público amaba su cine y amaba a Sarli, porque la conjunción de ambos rompía límites en tiempos especialmente duros.
Bó murió en 1981. El golpe fue devastador para Sarli. El director había sido su único hombre, el amante que la había creado como artista y el único que osó tocarla en cámara. La actriz se refugió en su casa, junto a sus dos hijos adoptivos, y no filmó durante casi 30 años. Hasta que, en 2010, el director Juan José Jusid la llamó para interpretar el papel de una gran diva del pasado en Pasado con Gloria. “Fue un trabajo particular porque ella se daba cuenta de que demandaba un personaje dramático. Se prestó con devoción y fue responsable”, contó el director al canal TN. Meses atrás, Sarli tuvo un accidente doméstico y se rompió la cadera. Una pulmonía complicó su cuadro y la diva ya no se recuperó. Falleció el 25 de junio de 2019. Nació el mito, ese que Sarli no consideró posible.