La bella, la bestia y nadie es lo que parece

«Había una vez un mercader que era inmensamente rico. Tenía seis hijos, tres varones y tres hembras, y como el tal mercader era un hombre de buen entendimiento, no ahorró nada en la educación de sus hijos y les dio toda clase de maestros.»

En el universo fantástico nadie ni nada es lo que parece y este encabezado lo confirma. ¿Quién diría que se trata del comienzo de uno de los cuentos de hadas más antiguos y populares del mundo? Esta fábula llegó a formar parte de nuestro imaginario colectivo gracias a la versión animada y musical de la factoría Disney, cuyo comienzo seguramente sonará más familiar:

«Érase una vez en un país lejano un joven príncipe que vivía en un resplandeciente castillo. A pesar de tener todo lo que podía desear, el príncipe era egoísta, déspota y consentido. Pero, una noche de invierno llegó al castillo una anciana mendiga y le ofreció una simple rosa…»

Un castillo, un príncipe, una rosa y un encantamiento. Así comienza la versión más conocida de uno de los cuentos más antiguos del mundo: La bella y la bestia. Se piensa que sus orígenes se remonten al mito de Psique y Cupido, incluido en la obra El asno de oro de Apuleio (125 d.C. – 170 d.C.). En dicho mito, la diosa Venus, celosa de la indecible belleza de la mortal Psique, lanza contra ella un encantamiento, condenándola a enamorarse del más horrendo de los monstruos. Más adelante, en 1550, el escritor italiano Giovanni Francesco Straparola publica una primera versión del cuento bajo el nombre de “El rey cerdo, contenido en la antología Le piacevoli notti.

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Ilustración de Walter Crane

Ilustración de Walter Crane

Straparola indaga por primera vez los inconvenientes del amor entre un monstruo y un ser humano: el protagonista, un rey, tendrá que casarse tres veces para romper el encantamiento que le obliga a tener un aspecto porcino. En 1697, será el famoso folclorista Charles Perrault (1628-1703) quien reelabore una nueva versión, incluido en la recopilación Los Cuentos de mamá oca (1697). El escritor francés presenta al padre de Bella como un rey y a la Bestia como una serpiente.

Sin embargo, tendremos que esperar al siglo XVIII, y a dos mujeres adelantadas a su tiempo, para conocer las versiones que han llegado, con alguna variación, a nuestros días. Fue la francesa Madame de Villenueve (1685 – 1755) quién en 1740 publicó la primera versión del cuento bajo el título La belle et la bête (La bella y la bestia), y que contaba con 200 páginas. Pero la más difundida es obra de Madame (Jeanne-Marie) Leprince de Beaumont (1711 – 1780), quien después de leer la adaptación de su predecesora decidió resumirla notablemente y añadir un toque realista y cotidiano a un cuento de hadas rebosante de reyes, magia y seres fantásticos.

Madame Leprince de Beaumont escribió más de setenta títulos pero se hizo famosa, sobre todo, por sus libros de cuentos. Su versión de La bella y la bestia aparece en 1756 en la antología El almacén de los niños y será la que inspirará a las más famosas versiones cinematográficas. La editorial Reino de Cordelia edita esta preciosa versión que cuenta con las ilustraciones de Walter Crane (1845 – 1915), el más prolífico e influyente ilustrador inglés de libros infantiles de su época. Aquí, el padre de Bella es un mercader arruinado; la protagonista tiene tres hermanos y dos hermanas que se burlan de ella como las hermanastras con Cenicienta. Su padre se verá obligado a emprender un largo viaje, y antes de despedirse preguntará a sus hijas qué quieren que les traiga de vuelta. Las hermanas pedirán las prendas de vestir más caras, mientras que la más noble y humilde Bella sólo le pedirá una rosa. En el cuento de Madame Leprince la rosa juega un papel fundamental: alrededor de esta simple flor se desencadenará una sucesión de eventos y peripecias que llevarán a Bella al castillo de la Bestia. El padre, de regreso a casa tras su largo viaje, se perderá en el bosque y terminará encontrándose en un peculiar castillo, donde le aguardará una rica cena, un traje limpio y una rosaleda. El dueño del castillo aparecerá solo cuando, al irse, el mercader robe una rosa del jardín para su hija menor. Aparecerá por primera vez la Bestia, y, con ella el conflicto: si el mercader no le entrega una de sus hijas, morirá. La joven Bella no dudará ni un momento y se entregará a la Bestia, a la que poco a poco empezará a conocer y a amar.

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Ilustración de Walter Crane

Ilustración de Walter Crane

Madame Leprince crea un cuento sencillo y lineal, fácil de leer y con una importante lección por aprender: nada, ni nadie, es lo que parece. Hija de su tiempo y del movimiento de la Ilustración, la escritora francesa concibe el cuento como una búsqueda del conocimiento y de la verdad más allá de las apariencias. La verdad, así como la belleza, no se encuentran en la superficie, ni en el aspecto de las personas o las cosas, hay que rascar esa superficie, alejarse de las sombras, y llegar así a lo esencial. La Bella y la Bestia nos enseña que la belleza está en el interior y que la verdad es invisible a los ojos. Las ilustraciones de Walter Crane, reflejo de la época victoriana, son dignas acompañantes: el ilustrador retrata la historia con una especial atención por los detalles, y con vívidos colores.

En 1991, la factoría Disney enamora a toda una generación con la versión animada y musical de la adaptación de Leprince de Beaumont, aunque termina por hacerala suya al añadir matices y personajes.

El padre de Bella no es un mercader sino un inventor descabellado y no tiene más hijos que Bella; se introducen personajes emblemáticos como el villano Gastón y su fiel compañero Le Fou, el castillo está encantado y sus habitantes son objetos animados… Esta versión se etiquetó desde el principio como la película más feminista de Disney, y tuvo como protagonista a una doncella adelantada a su tiempo, libre y luchadora. La música, compuesta por Alan Menken y Howard Ashman, es sin duda el punto fuerte de esta versión, dirigida por Gary Trousdale y Kirk Wise, que fue, de hecho, la primera cinta de animación nominada al Óscar como Mejor película.

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Ilustración de Walter Crane

Ilustración de Walter Crane

En los últimos años, Disney se ha dedicado a retomar sus antiguas joyas de animación para convertirlas en películas «de carne y hueso»; una de ellas ha sido precisamente la versión, casi plano por plano, de La bella y la bestia. La película, dirigida por Bill Condon y protagonizada por Emma Watson, consigue recrear la atmosfera, la magia y la alegría musical que caracterizaban a la película de animación. El remake se mantiene fiel a la original, pero se acerca a temáticas más actuales como la reivindicación femenina o la homosexualidad, tema que aparece por primera vez en una película de la factoría estadounidense.

Entre las versiones cinematográficas de La bella y la bestia, cabe sin duda mencionar la versión del director francés Jean Cocteau, estrenada en 1946, una pequeña joya. El cineasta francés retoma algunos detalles del cuento original de Madame Leprince de Beaumont, como por ejemplo el hecho de que el padre de Bella es un mercader y que tiene hermanos y hermanas, y también elementos de la obra original de Madame de Villenueve. Jean Cocteau dota la película de un atmosfera surrealista, onírica y mágica. El castillo se convierte en un castillo encantado, donde los candelabros salen de las paredes y las puertas se abren y cierran solas. Hoy en día puede que los recursos utilizados por Jean Cocteau resulten obsoletos y choquen con los efectos especiales a los que estamos acostumbrados, pero sin duda en esta película se esconde una obra rompedora y adelantada, que sigue fascinando a cada nuevo visionado.

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Ilustración de Walter Crane

Ilustración de Walter Crane

Texto extraído del sitio: https://www.fabulantes.com/2017/07/la-bella-y-la-bestia-madame-leprince-de-beaumont/

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