Aquel 29 de marzo de 1956 fue jueves santo. La luna llena fue luna de sangre para la familia Borbón, que vivió una sus peores tragedias en sus muchos siglos de historia, pero la peor para don Juan Carlos. El padre del actual monarca era por entonces un adolescente, apenas un niño que sostenía una pistola en sus manos. El arma se le disparó accidentalmente y la bala mató a Alfonso, su hermano menor. Don Juan Carlos pasaría entonces por algunos de los momentos más duros de su vida y por una depresión que tardaría tiempo en superar.
El tema era tabú, un asunto vetado en Zarzuela y del que sencillamente no se hablaba. Hasta que el propio don Juan Carlos habló de su hermano menor en el documental ‘Yo, Juan Carlos, Rey de España’, emitido hace unos años por la televisión francesa pero prohibido en España.
“Lo echo mucho de menos, estábamos muy unidos, era muy simpático”, dice el Rey emérito al borde de las lágrimas sobre su hermano.
El escritor y periodista Abel Hernández, en su libro Despídete de tu madre. Y serás rey de España (Espasa Calpe, 2012) ya relató el detalle del trágico momento: “Alfonsito se las arregla para comprar balas en una armería, sin sospechar que compraba su propia muerte (…). Pero el peligroso entretenimiento dura poco (…). Don Juan, muy enfadado, les quita la pistola y la esconde bajo llave en un cajón de su despacho (…). Piden insistentemente la pistola a Doña María. “No es para disparar, mami, solo para verla”. Harta de tanto ruego, busca la llave del secreter en la chaqueta de su marido y se la da (…). La bala le entró a Alfonsito por la nariz y le alcanzó el cerebro(…). Margarita, a pesar de su finísimo oído, no oyó el disparo. Los padres tampoco. Pilar sí, y nunca olvidará aquel ruido sordo”.
La televisión también se atrevió con el accidente mortal. En la miniserie El Rey (2014), el repaso biográfico a la vida de Don Juan Carlos incluye el momento. Patrick Criado interpreta a don Juan Carlos de niño y se vio la escena de cuando se produjo el accidente. En la serie se ve que, tras el accidente, don Juan Carlos se echó a llorar al ver a su hermano abatido por la bala que él había disparado.
Ni qué decir tiene que en la España franquista, sórdida y oscura, la censura impidió a la prensa española hablar libremente del tema. Aquella Semana Santa del 56, los condes de Barcelona habían recibido a sus dos hijos en Estoril, su hogar en el exilio, con motivo de las vacaciones. Si recuperamos en la hemeroteca las crónicas de entonces, leemos que lo que aconteció fue que los dos infantes jugaban con un arma que un compañero de academia le había regalado a don Juan Carlos, una Long Automatic Star que don Juan quería guardar bajo llave. Creyendo que estaba descargada, la madre de Juanito y Alfonsito, permitió que jugasen con la pistola ante la insistencia de ambos. Pero Alfonso recibió el disparo y murió. La embajada de España en Lisboa hizo un escueto comunicado del que la prensa nacional se hizo eco sin aspavientos. No se contó que no se hizo autopsia ni tampoco que no se había abierto ningún tipo de investigación. Desde 1992, el infante descansa en el Panteón de Infantes del monasterio del Escorial, como miembro que fue de la Familia Real.
En la entrevista que sirvió de base para el documental, elaborada por la escritora francesa Laurence Debray, el rey Juan Carlos ofrece una visión muy amable de su infancia: “Nací en Roma y viví en Suiza antes de instalarme en Portugal. No reinaba un sentimiento de nostalgia en casa. Siempre teníamos muchos amigos y primos con los que jugar. Los hermanos nos queríamos mucho y estábamos muy unidos a nuestros padres”, explica. “No estábamos solos. Portugal nos acogió muy bien. Es una especie de segunda patria para mí. Tengo muy buenos amigos y hablo portugués”.
Juan Carlos afirma que estaba muy unido a su abuela, a reina Victoria Eugenia, y a su madre, María de las Mercedes: “Mi abuela era una segunda madre para mí. Era una mujer excepcional, con un carácter fuerte. La quise mucho. Desempeñó un papel muy importante en mi vida. Mi relación con mi madre también era excelente. Me acuerdo de que cocinaba muy bien, le encantaba”. La guerra les obligó a hacer algunos ajustes en su alimentación, pero asegura que comían muy bien: “Recuerdo que no me gustaba la piña y que tenía que comerla todo el tiempo. En Portugal era muy barata y nos la ponían para comer y cenar todos los días. Cuando llegué a España descubrí las naranjas… Una maravilla. Hoy en día me sigue sin gustar la piña”.
El rey Juan Carlos recuerda cómo fue la primera vez que pisó España: “Estaba muy emocionado cuando llegué a la estación. Y totalmente aterrorizado. Tenía 10 años cuando conocí a Franco y estaba bastante impresionado. En su mesa había un montón de cosas raras y en sus pies jugueteaba un ratón que yo no podía dejar de mirar”. Su educación fue una partida de ping-pong entre el General y su padre: “Cuando su relación era buena estudiaba en España, cuando era mala, lo hacía en Portugal. No me quedaba otra que aceptarlo. Franco no fue mi mentor. Fue mi padre, a pesar de la distancia“, asegura. “Franco era una persona hermética que no hablaba mucho. Me escrutaba todo el rato e intentaba descifrarme”.
Durante la entrevista, el rey recuerda dos de los peores momentos de su vida: la muerte de su hermano Alfonso (de un disparo accidental en Estoril mientras practicaba con Juan Carlos) y la de su padre, don Juan, en abril de 1993: “Alfonsito y yo éramos muy cómplices. Lo quería mucho. Era muy simpático y despierto. Jugaba muy bien al golf. Lo sigo echando mucho de menos. Perder a mi padre también fue un momento realmente duro, era mi aliado más fiel. Le contaba todo. Lo enterré como rey, se lo merecía. Dedicó toda su vida a España, sacrificó su persona por el bien de un país. Esa es la grandeza de ese hombre y tuve la suerte de que fuese mi padre”.
Don Juan renunció a sus derechos a favor de su hijo, que fue coronado el 22 de noviembre de 1975: “Estaba muy agobiado por mi discurso, no había dormido y tenía unas ojeras… Lo había reescrito al menos 10 veces. Mi primer discurso como rey fue un verdadero bautizo de fuego“. Treinta y nueve años después, él también le cedió el trono a su hijo, “No se enseña a ser rey. Se puede transmitir valores y se puede dar ejemplos, pero hace falta aprender este oficio por uno mismo. Felipe lo hará a su manera. Y lo hará muy bien”.