“Hola, soy Johnny Cash”, de esta manera comenzaba cada uno de sus conciertos el cantante más interesante y contradictorio, y por tanto humano, de la música estadounidense. 90 millones de discos vendidos y más de 70 álbumes publicados en medio siglo de carrera pegado a su guitarra trenzan una vida en la que radiografió no solo la cultura de su país, sino que rasgó la piel de la humanidad buscando respuestas sobre nuestro comportamiento.
De carácter humilde pero sombrío, rebelde por accidente, los primeros años de vida marcaron la hondura emocional de sus canciones. Nacido en la profundidad del estado de Arkansas (Estados Unidos), la Gran Depresión condenó a su familia a la pobreza. Empezó a trabajar a los 6 años, recogiendo algodón y llevando agua a una cuadrilla durante largas jornadas de 10 horas. El pequeño Johnny encontraba refugio escuchando música gospel todas las noches emitidas por la radio. Este hábito comenzó a formar lo que sería su deseo, imitar la música que adoraba, hasta que a los 12 años compró con su dinero su primera guitarra y comenzó a tocar en las radios locales.
Una vez adolescente, Cash empezó a pensar en una vida lejos de la autoridad de un padre violento y manipulador. Primero se fue a Michigan a trabajar en una fábrica de automóviles. Luego se enroló en la Fuerza Aérea, y fue destinado a Alemania donde destacó descifrando los mensajes soviéticos. Es allí donde forma su primera banda, The Landsberg Barbarians. También fue en Alemania donde, intentando quitarle un quiste, un médico borracho le produjo la cicatriz que le caracteriza.
Al regresar comenzó a hacerse muy popular gracias a sus primeras canciones, “I walk the line”, “Hey Porter”, ¡”Cry! Cry! Cry! y, sobre todo, “Folsom prison blues”. Firma su primer contrato con la discográfica Sun Records, la misma casa que acoge a los jovencísimos Elvis Presley o Jerry Lee Lewis. La voz grave de Johnny Cash y su estilo sencillo se contagian de rock and roll y blues, las otras raíces de su música junto al country y el folk. En 1957 publica su primer Long Play, Johnny Cash with his hot and blue guitar.
Su ritmo de composición de canciones es endiablado y son lanzadas sus graves melodías, actuación tras actuación, a las ondas radiofónicas. Esta vida acelerada e intensa pasa sus facturas. Consumo de anfetaminas, alcohol, drogas y detenciones de la policía. Una de ellas al entrar en una propiedad privada para coger un ramo flores. Sus mejores grabaciones de esta primera etapa serían At Folsom Prison (1968) y At San Quintin (1969), plasmando en pistas de vinilo una encomiable rutina que inició a finales de los 50: ofrecer conciertos en las prisiones estatales.
Desde la década de los 70 empieza a ser conocido como ‘el hombre de negro’ por su vestimenta, su luto personal por los desheredados que padecen en silencio el dolor, la marginación y la pobreza. También firma otros dos trabajos imprescindibles de su discografía, Hello, I’m Johnny Cash (1970) y Man in Black (1975).
La decadencia de la música country en la década de los 80 lo arrastra. Aún así sigue escuchándose su voz por Johnny 99 (1983) y su singladura junto a Kristofferson, Nelson y Jennings como The Highwaymen. Y cuando su luz parecía oscurecerse más y más, adicciones, enfermedades y desórdenes personales aparte, llegó la propuesta del productor Rick Rubin, que relanzó su carrera en los 90. American Recordings mezclaba versiones de grupos actuales de todo tipo de estilos, además de regrabaciones de temas anteriores de Johnny Cash junto a nuevas canciones. Su primer volumen, editado en 1994, fue todo un éxito, aunque su momento cumbre la alcanzaría con American III: Solitary Man (2000) y American IV: The Man Comes Around (2003), con su inmortal “Hurt”, de los Nine Inch Nails.
El final de su vida también coincidió con otra etapa febril de composiciones. 60 canciones en los últimos 4 meses. Falleció el 12 de septiembre, pocos meses después de la muerte de su muy amada mujer June Carter.