Si bien los casos más sonados se cometieron en 1888, hubo hasta 1891 algunos asesinatos que bien podrían haber sido cometidos por el destripador. De esta forma, serían once y no cinco las víctimas en Whitechapel, Londres, donde existían 60 burdeles y se calcula que trabajaban 1.200 prostitutas.
Todas las mujeres asesinadas tenían cortes en la garganta y mutilaciones en los genitales, creando la fuerte sospecha que los crímenes había sido cometidos por un mismo asesino con conocimientos de anatomía.
La policía británica recibió por lo menos tres cartas escritas por una misma persona, diciendo ser el responsable de los crímenes. Firmaba con el nombre de “Jack The Ripper”.
A pesar que se investigaron a más de trescientos individuos y se barajaron muchísimas hipótesis, ninguno pudo ser inculpado.
De allí la teoría que el asesino, en algún momento, huyó de Inglaterra. Ante la falta de resultados de la policía, los habitantes del East End de Londres se organizaron en un comité de vigilancia, que por varios meses custodió la zona de Whitechapel.
Las dificultades del Scotland Yard para esclarecer los crímenes, crearon la necesidad de consultar con un especialista. El elegido fue el médico forense Thomas Bond, quien revisó a todos los cadáveres y llegó a la conclusión que los cinco asesinatos (los llamados canónicos, por ser aquellos que corresponden a idéntico modus operandi) habían sido cometidos por la misma mano. Sin embargo, el Dr. Bond no era de la opinión que el victimario supiese anatomía, sino que eran “ataques periódicos de manía homicida erótica”, y aunque no hubo evidencia de ataque sexual, todo hace suponer que el criminal (como tantos otros asesinos seriales) encontraba placer al cercenar a sus víctimas.
La lista de probables “destripadores” es extensa, y éstos son solo algunos de los sospechosos, como lo era Montagne Druitt, un joven abogado que se suicidó en 1888, justo cuando finalizaron los cinco asesinatos que se atribuyen al Destripador.
Otro sospechoso fue el polaco Seweryn Klosowski, quien se hacía pasar por un tal George Chapman, acusado del uxoricidio de sus tres esposas en 1903.
Aaron Kosminski era un ciudadano ruso que había huido de su país por los progromos antisemitas, y al que muchos han señalado como el principal sospechoso. Era un individuo con sus facultades alteradas que terminó sus días internado en una institución psiquiátrica.
También fue señalado el Dr. John Williams, un prestigioso cirujano, relacionado con la Casa Real, que trabajaba en el hospital de Whitechapel y que, de esta forma, estaría vengando el contagio de una enfermedad venérea. Con un bisturí (que aún se conserva) Williams hacía las mutilaciones en sus víctimas como un asesino ritual.
Algunos llegaron a afirmar que el asesino bien podría ser una mujer, Elizabeth Williams, la esposa de Dr. William (versión a la que adhería Conan Doyle, el autor de Sherlock Holmes, que fue consultado para esclarecer este y otros crímenes).
Una versión que circula, acusa al mismísimo reverendo Dodgson, más conocido bajo su pseudónimo de Lewis Carroll, (el autor de Alicia en el país de las maravillas). Otro presunto destripador sería el Príncipe Alberto Víctor, hijo de la Reina Victoria, quien habría embarazado a una prostituta, a la que asesinó antes que el caso se hiciese público.
Los “Jacks” porteños.
Existe la sospecha que un tal Leonard Warburton Matters podría ser el asesino, ya que en 1888 abandonó Inglaterra para establecerse en la remota ciudad de Buenos Aires, donde vivió bajo el nombre de Dr. Stanley. Habría fallecido en esta ciudad en 1926.
No fue Matters el único sospechoso, ya que un periodista británico asentado en Buenos Aires, llamado Daniel Farson también fue acusado de ser el Destripador. Otro candidato resultó ser el sacerdote irlandés, capellán del Hospital Británico, Alfred Mac Conastour, quien en su lecho de muerte (víctima de una enfermedad venérea), confesó ser el famoso homicida.
Por último, uno de los destripadores porteño sería Alfonso Maroni, un financista cuyo secretario reveló haberlo ayudado a cubrir los rastros de sus homicidios, aunque Maroni no declarase ni una palabra al respecto.
La versión del artista
Por último, Patricia Cornwell, una escritora de origen inglés gastó una fortuna en exámenes de ADN para esclarecer los crímenes de Jack, acusando a Walter Richard Sickert, un pintor impresionista, quien realizó una serie de pinturas sobre prostitutas asesinadas, con una precisión que solo el autor de estos crímenes podría conocer.
Cornwell compró varios cuadros del artista y realizó un estudio cromosónico, comparando con restos genéticos del Destripador hallados en sus cartas. Según ella, no hay dudas que Sickert era Jack the Ripper. Sin embargo, las dudas existen, y a más de cien años, el caso se presta a especulaciones, nuevos argumentos y versiones disparatadas que tienen pocas probabilidades de confirmarse, razón por lo cual, todo el mundo se siente con derecho a opinar. ¿Quién puede decir lo contrario?